La avispa asiática pone en jaque a una especie, la abeja, necesaria no solo porque produce miel, cera y jalea, sino porque se encarga de polinizar flores y árboles que, a su vez, impiden la erosión del suelo. Pero las colmenas melíferas no tienen en contra solo a este polizón (llegó a Francia en un barco mercante en 2004, y de ahí se extendió al resto del continente). Desde hace más de 30 años un ácaro, la varroa, ataca las colmenas de todo el Estado. Este depredador, también asiático, ya ha colonizado prácticamente todo el mundo, ayudado por la importación de colmenas de abejas.

Y, de nuevo, la meteorología de por medio. "Si hace frío, la abeja reina no pone huevos, así que la varroa se desarrolla menos", explica Antonio Gómez Tapia, de Mel do Saldoiro. El ácaro se adhiere al abdomen de las abejas adultas pero también vive de las larvas, y pasa de una colmena a otra a través de los zánganos.

"En mi caso, la varroa me causó más destrozos que la velutina, porque el tratamiento usado no respondió", lamenta este apicultor. Por norma, las colmenas se someten a un tratamiento anual, "pero lo ideal son dos, y vigilando los resultados", recomienda Gómez. Es casi imposible erradicar el parásito, así que lo recomendable es comenzar el tratamiento en otoño, cuando puede haber más ejemplares dada la actividad de la colmena. Lo malo es que, si hace calor, las abejas continuarán su actividad en esos meses otoñales, lo que las debilitará ante el ataque de estos parásitos. Por culpa de la varroa, "hay gente que ya perdió 15 o 20 colmenas. Pueden ponerse en marcha otras nuevas, pero es que encima el año pasado falló bastante la fecundación", y la floración fue al traste con las lluvias de mayo. Podría ocurrir algo parecido en las próximas semanas: si hay heladas o lluvias de consideración, la producción podría volver a verse afectada.