-¿Las familias han empezado a tomar conciencia de que hay que educar a los conductores mayores a dejar el coche?

-Algunos familiares sí. De hecho, no es infrecuente que estos acudan pidiendo ayuda para evitar que su pariente próximo siga conduciendo porque estiman que ya no debería. Es una cuestión complicada de resolver en la mayoría de los casos, pero parece evidente que la solución está en que la actuación de los Centros de Reconocimiento de Conductores sea cada vez más exigente y rigurosa.

-¿Los jóvenes que hoy van a la autoescuela lo hacen con el propósito de sacarse el carné más que para aprender a conducir?

-Es evidente que el objetivo es sacar el carné y no la obtención de las habilidades propias para la conducción. Yo recuerdo que en mi época muchas de las prácticas que realizábamos iban dirigidas a la aprobación del examen práctico y que la verdadera dificultad, para muchos, era el teórico y para superarlo no había atajos.

-A la vista de los delitos viarios, ¿son más peligrosos los jóvenes o los mayores en carretera?

-No se puede generalizar. Aquellos delitos que dependen en gran medida del control de los impulsos, como el de velocidad punible, se da más en personas jóvenes, lo mismo ocurre con el de conducción con drogas, pero en el resto no hay grandes diferencias.