La formación del personal de puente y máquinas en el sector pesquero rompe, actualmente, los esquemas establecidos para su contratación en pleno siglo XXI y hace que, entre esos titulados -dos años de formación en las escuelas náutico-pesqueras y uno de trabajo en prácticas- y los armadores -muchos de ellos preparados para el ejercicio de cualquier profesión que nada tiene que ver con el mar y la pesca y poco formados específicamente como tales armadores- se encuentren a día de hoy en la discusión permanente que induce a quien contrata a hablar de falta de relevo generacional tanto en la marinería como en los titulados de puente y máquinas.

Es una discusión permanente en la que, al partir de presupuestos distintos, no hay acercamiento alguno entre las partes si bien se adivina un movimiento en la patronal más próximo a la exigencia de la laboral. Es una confrontación en la que el armador pretende, en muchos casos, hacer valer su condición de tal sin mover un ápice la vieja postura según la cual "esto es lo que hay: si lo quieres bien y sino lo dejas", ante un evidente cambio de mentalidad en las nuevas generaciones de tripulantes que muchos armadores no comparten. Por ejemplo, en la realidad social de la que parten los nuevos tripulantes (especialmente los costeros polivalentes) que dan más valor al modelo de familia y la posibilidad de mejor compartir sus funciones profesionales con las paternales/maternales; cómo valoran las condiciones de habitabilidad a bordo, las conexiones sociales desde el barco en sus horas de descanso, etc., algo que nunca pasó por las mentes de los padres y abuelos de los que ahora quieren ser contratados para el ejercicio de sus funciones tanto en el parque de pesca como en puente o máquinas. Hay un importante cambio de mentalidad en las nuevas generaciones de tripulantes y, aun reconociendo que también se avanza en la de los armadores, estos parecen más dispuestos a sostenella y no enmendalla y esperar a tiempos mejores para asumir cambios que, por el interés de todos en este momento no admiten de buena gana.

Los tiempos han cambiado. Mucho. Demasiado, tal vez, para armadores que continúan ejerciendo su actividad sin ánimo de modificar la estructura que les ha hecho grandes. Tal vez sin tener en cuenta que ya no son posible beneficios del 50% y que un 15% es menos malo, infinitamente menos malo, que perder el 100% de su actividad.

Mejor habitabilidad, más seguridad, sistemas informáticos, descansos de uno o dos meses cada dos o tres de marea, salarios garantizados y porcentaje sobre producción, son algunas de las exigencias que las nuevas generaciones de gente de mar plantean a la patronal, y que esta no siempre está dispuesta a conceder (aún a pesar de ello hay que reconocer que en puertos gallegos y vascos y, especialmente en la altura y gran altura se dan pasos en la dirección que marcan los asalariados).

El planteamiento de las nuevas generaciones de tripulantes en nada se asemeja al de sus antecesores. Pero entre los armadores quedan reminiscencias de aquellos tiempos en los que el tripulante se veía en la obligación de aceptar lo que se le ofrecía si es que, efectivamente, quería embarcar.