Las asociaciones detractoras a la mina en Touro y O Pino advierten de que su puesta en marcha supondrá la eliminación de "341 hectáreas de masa forestal y 150 hectáreas de cultivos y vegetación natural", durante un periodo de actividad de 15 años de minería "intensiva". Cobre San Rafael, por su parte, defiende que la explotación comparte extensión "con un número mínimo de explotaciones agrícolas" y que la afección de terrenos que en la actualidad están dedicados a otros usos, sobre todo eucalipto, "es mínima".

Los detractores del proyecto calculan, además, que la puesta en marcha de la mina de cobre supondrá unos 150 puestos de trabajo. Sin embargo, la empresa asegura que el empleo directo alcanzará las 400 personas. La firma estima que se generarán 1.000 puestos de trabajo indirectos o inducidos, durante los 15 años de vida de la explotación. La mina supondrá una inversión de 208 millones.

Todo macroproyecto minero cuenta con una balsa o depósito a donde va a parar el material sobrante del proceso. En el caso de la mina de Touro, los colectivos que se oponen a su reapertura aseguran que se crearán dos depósitos de residuos estériles y cuatro vertederos, que ocuparán "en total casi 300 hectáreas" cercanas a las viviendas, lo que sería en torno a "300 veces el Estadio Santiago Bernabéu".

Cobre San Rafael matiza que "no se va a construir una balsa, sino un depósito estanco en el que se almacenarán los estériles". La compañía sostiene que tanto este depósito como el resto de las instalaciones mineras "trabajarán en circuito cerrado, lo que garantiza al 100% la ausencia de cualquier salida al exterior".

Al igual que sucede con la balsa, toda actividad minera a cielo abierto necesita de detonaciones para extraer el mineral, en este caso el cobre. Los contrarios a la mina prevén una media de seis voladuras diarias de entre 9 y 16 toneladas de explosivo "a menos de un kilómetro de distancia de 20 núcleos de población, una guardería y una residencia de la tercera edad".

La empresa, en cambio, rebaja las detonaciones a, "como mucho, una al día" y reconoce que, gracias a las nuevas técnicas, estas voladuras serán casi imperceptibles. "En ningún caso se van a hacer seis voladuras diarias", reconoce.

Además de la balsa y las detonaciones, un proyecto minero como el de Touro necesita grandes cantidades de agua para su funcionamiento. Los detractores de su reapertura alertan de los posibles daños al marisqueo en la ría de Arousa, por la desembocadura del río Ulla, al plantearse "el desvío del lecho de los riachuelos Pucheiros y Burgo que vierten sus aguas a afluentes del Ulla". Además, denuncian que el gasto previsto de agua será "seis veces mayor que el de los municipios de Touro y O Pino".

Sobre esta cuestión, Cobre San Rafael asegura que el proceso minero reutiliza las aguas en un circuito cerrado que cuenta con una planta de tratamiento de aguas, por lo que el consumo de agua fresca "es mínimo". También garantiza a los vecinos que tendrán acceso a agua "en cantidad y calidad igual o mejor en relación con el consumo que realizan hoy, en caso de que el desarrollo de la actividad les afectase".