Tras casi un siglo de lucha para que se investigara la dictadura de Franco, el gallego Darío Rivas falleció ayer en Buenos Aires a los 99 años y deja como legado la querella argentina contra los crímenes del régimen franquista del que fue impulsor. La querella señala al Estado español como responsable de los delitos cometidos entre 1936 y 1977 permitió en 2014 la detención de una veintena de personas, algunos de ellos con cargos de responsabilidad en grandes empresas o en la política.

Desde que Darío Rivas „hijo de Severino Rivas, fusilado en 1936 cuando era alcalde de Castro de Rei (Lugo)„ e Inés García Holgado „sobrina de Elías Holgado, alcalde de Salamanca asesinado en 1937„ presentaran en abril de 2010 una querella en Argentina para que se investigaran los crímenes de la dictadura, muchos son los gallegos que siguieron sus pasos. Ninguno de los familiares de los más de 5.000 gallegos represaliados durante el régimen de Franco tuvo el amparo de la Justicia española, por lo que decidieron unirse a esta querella admitida a trámite en 2014 por la juez María Servini de Cubría en el Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Federal número uno de Argentina.

La historia de Darío Rivas, residente en Argentina desde los nueve años, fue la que dio inicio al proceso judicial al otro lado del charco.Darío se despidió hasta en tres ocasiones de su padre. La primera en 1929. Su madre había muerto y su padre decidió enviarlo a Argentina donde ya estaba una de sus hermanas. En 1936, Severino Rivas fue elegido alcalde del Ayuntamiento de Castro de Rei. Pero no duró mucho en el cargo. A los cuatro meses estalló la Guerra Civil y cuando Darío tenía 17 años recibió por carta en Buenos Aires la noticia de que su padre había sido asesinado por los falangistas tras pasar dos meses en la prisión de Lugo. Y la última ocasión en que se despidió de él fue en 2005, cuando un equipo de voluntarios de la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) exhumó sus restos, los primeros de una víctima gallega en la comunidad.

Fue en 1994 cuando, por casualidad, se enteró del lugar en el que yacían los restos de su padre. Casi sin aliento, Darío inició la búsqueda que le llevó al lugar donde habían matado a su padre: la capilla de Cortapezas. Los restos de Severino Rivas, casi 70 años después, seguían allí, debajo de aquella tierra y de aquellas hierbas silvestres. En agosto de 2005, fueron exhumados sus restos. Desde entonces yacen en el panteón familiar.