Fin de ciclo para la nueva izquierda. De su fulgurante aparición en 2015, copando las alcaldías de las tres ciudades coruñesas y luego liderando la oposición autonómica, a un fracaso colectivo. En Marea estalló ayer con el anuncio de la escisión en el Parlamento de su líder, Luís Villares, y tres diputados afines, que abandonan el grupo parlamentario rumbo al mixto, certificando su divorcio de Podemos, Anova y Esquerda Unida (EU) en el único ámbito en que todavía permanecían unidos. El detonante de esta ruptura ha sido el pulso por la designación del senador autonómico a que tenían derecho, pero sus consecuencias van más allá y entierran un proyecto colectivo.

"No queremos decepcionar más", justificó Villares, que pidió "perdón" a quienes confiaron en En Marea, avanzó que trabajarán en un proyecto propio y culpó a Podemos de "destruir" la confluencia con la anuencia de las otras dos fuerzas. "En cuanto los aparatos de los partidos percibieron la amenaza que para su propia supervivencia suponía un espacio ciudadano organizado decidieron que o lo colonizaban o lo destruían", resumió acompañado de los otros tres parlamentarios que lo acompañarán en el grupo mixto: Davide Rodríguez, Paula Vázquez Verao y Pancho Casal. El primero milita en Anova, pero de espaldas a la dirección, la segunda forma parte de Cerna, escindidos de los primeros, y el tercero es un exPodemos.

Además de repetir la quiebra que sufrió AGE, germen de En Marea, la pasada legislatura en la que perdió tres diputados, la futura fotografía del hemiciclo reflejará la surrealista situación de este espacio político. Los defensores de la marca En Marea y del partido instrumental, incluido su líder, integrarán el grupo mixto. Quienes rechazan esa organización y su marca hace tiempo e incluso compitieron con ella en las urnas el 28-A y el 26-M mantendrán la representación de En Marea.

La gota que colmó el vaso de los desencuentros que comenzaron días después de los comicios gallegos de 2016 fue la elección del senador autonómico a que En Marea tenía derecho como segunda fuerza del Parlamento. Los críticos, mayoría en la Cámara, registraron a José Manuel Sande para el puesto, en contra de la propuesta de la coordinadora de Villares. Esta exigió su renuncia el miércoles alegando los mismos argumentos que ayer usó el juez. Ante su negativa, este y los suyos rompieron definitivamente lazos. "Este paso era necesario. Lamentamos no haberlo dado antes", declaró Villares, que denunció el incumplimiento de los compromisos para respetar las directrices de En Marea en beneficio de sus partidos de origen de sus excompañeros. Sus dardos se centraron de nuevo en el partido de Pablo Iglesias. "En Marea no es propiedad de Podemos. No nos resignamos a dejarnos devorar por Podemos", aseveró, avanzando su camino político en solitario.

Este periplo se inicia en situación agónica, pues en las generales En Marea no sumó ni 18.000 votos. "Estamos a tiempo", confía Villares para llegar rearmados a las autonómicas de 2020, tras las que la izquierda, cree, deberá entenderse, pese al cisma concretado ayer. "Una alternativa tiene que ser cooperativa, sin pensar exclusivamente en Podemos, sino también en PSdeG y BNG", dijo.

Villares también dejó un dardo a Anova, cuyo fundador, Xosé Manuel Beiras, fue quien lo convenció para aparcar su carrera judicial y aspirar a la Xunta. La acusó de "complicidad seguidista" de Podemos y ceder a las órdenes de Iglesias.

El pulso entre sellar una coalición o una candidatura propia para las generales ya desde 2015, los ataques internos a Villares negándole la portavocía orgánica y su posterior alianza con enemigos pasados de Beiras para controlar el partido, los cismas propios de Podemos „tres líderes gallegos desde 2015„ y su claudicación para enterrar siglas en las autonómicas, aunque sin aceptar someterse a En Marea, o la división en la votación sobre los presupuestos del Gobierno socialista fueron erosionando la confluencia hasta deformarla. Villares citó como ejemplos de la estrategia de derribo de Podemos el apoyo de los críticos a la diputada Paula Quinteiro, que desoyó la exigencia de dimisión tras su altercado policial, y la negativa de Podemos en el Congreso a permitir a En Marea presentar libremente iniciativas políticas, petición que planteó personalmente Villares a Pablo Iglesias, reveló el primero. El rupturismo se ha roto definitivamente.