Entre 2000 y 2018 Galicia perdió casi 30.200 habitantes, pero esta sangría demográfica se concentra en el interior gallego. De hecho, Ourense es la segunda provincia española en la que más se redujo el censo en este periodo, en concreto en un 10,4%, de los 345.241 habitantes que tenía a principios de siglo a los 309.293 registrados el año pasado. Así se recoge en el número 37 de la publicación Esenciales de la Fundación BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie). A nivel estatal, solo obtuvo un peor balance Zamora, donde la caída fue del 14,2% pese a que en números absolutos el descenso de 28.920 residentes es menor que en otras zonas como Ourense, Lugo, León y sobre todo Asturias, que en menos de dos décadas ha visto mermada su población en más de 48.300 personas. Después de Zamora y Ourense, la tercera provincia más afectada por el declive demográfico en lo que va de siglo también es gallega. Se trata de Lugo, cuyo censo se redujo en 34.292 vecinos desde el 2000, lo que representa una bajada de casi el 10%.

El declive poblacional en Galicia sería todavía más grave si no fuese por la buena evolución en las provincias atlánticas. A Coruña registró 10.932 habitantes más en los últimos 18 años. De todas formas, en números relativos es una evolución poco significativa que no llega al 1% y prácticamente su población se mantiene en los 1,1 millones de vecinos. En Pontevedra, el aumento es más acusado y supera el 3% al ganar la provincia desde principios de siglo más de 29.200 habitantes hasta alcanzar el año pasado los 941.772. Por tanto, si en casi veinte años la provincia coruñesa creció a un ritmo de un millar de vecinos por año y la pontevedresa más de 1.600, en el interior gallego perdieron casi 2.000 personas anuales, tanto en Lugo como en Ourense.

El estudio vincula la despoblación con el tamaño de los municipios. A lo largo de este siglo, el número de concellos españoles de 1.000 o menos habitantes creció hasta rozar los 5.000 el año pasado, es decir, seis de cada diez del total, el valor más alto desde el año 2000. "La despoblación hace que crezca el número de ayuntamientos más pequeños y que, al mismo tiempo, en su conjunto, pierdan habitantes", aclara el informe. Por otro lado, precisa que la pérdida de población en muchas provincias tiene que ver con la baja natalidad y el elevado envejecimiento. Por eso, cada vez son más las provincias en las que las defunciones superan a los nacimientos. En Galicia, por primera vez el año pasado los fallecimientos (32.404) casi duplicaron a los alumbramientos (16.550). La brecha entre ambos se agranda cada vez más en la comunidad y nunca el saldo vegetativo „la diferencia entre ambas variables„ fue tan negativo como el del ejercicio pasado: 15.854 fallecimientos más que nacimientos.

Los municipios de 10.000 o menos habitantes presentaron crecimiento vegetativo negativo en 48 de las 50 provincias españolas. Zamora lidera el crecimiento vegetativo negativo por tercer año consecutivo, con 10 personas menos por cada 1.000 habitantes, situándose Ourense en el segundo lugar. Esenciales también pone de manifiesto que el índice de recambio generacional „la proporción de personas entre 15 y 19 años que entrarían al mercado laboral respecto a las que se jubilarían„ cayó un 41% desde el 2000, ya que las personas que abandonan son jóvenes en edad de trabajar y reproductiva. I

El estudio indica además que la llegada de extranjeros ha amortiguado en cierta manera el saldo negativo de los españoles en las provincias más castigadas por la despoblación. No obstante, puntualiza que esa contribución "se ha ido reduciendo" en los últimos años, porque ante la falta de oportunidades laborales durante la crisis los extranjeros también dejan estas zonas "siguiendo el patrón marcado por la población local". En concreto, el porcentaje de residentes extranjeros en los municipios de menos de un millar de habitantes sobre el total de población provincial no supera el 5%, salvo en Soria (5,6%) y Teruel (9%). "En consecuencia, el impacto del colectivo extranjero, si bien es positivo, no ha tenido la suficiente fuerza como para modificar la tendencia de despoblación que caracteriza a estas regiones", apuntan los autores. Lo mismo ocurre en las provincias gallegas. Los efectos de la despoblación en Galicia aún podrían ser peores si no fuese por la inmigración, que ayuda a frenar la sangría demográfica. De hecho, el año pasado el saldo migratorio con el extranjero„la variación entre los foráneos que llegaron a la comunidad y los que hicieron las maletas y emigraron a otros países„ no solo fue positivo, sino que marcó récord con 12.884 personas, la cifra más alta de la década y el doble que las 6.882 de 2017.