La Medalla de Oro de Galicia es la mayor distinción que concede la comunidad. Y se entrega en un acto solemne y multitudinario. Ayer bajo los techos del Museo de la Cidade da Cultura había 800 personas, pero eso no quiere decir que estuvieran todos. No hubo representantes ni del Bloque, ni de los partidos que conforman el grupo parlamentario de En Marea (En Marea, Anova o Podemos) ni tampoco de los que ahora son el partido En Marea pero están en el grupo mixto del Parlamento tras la división de la formación. Sí había, como era de esperar, una alta presencia de cargos del PP: conselleiros, diputados, senadores, alcaldes, delegados de la Xunta, exconselleiros, concejales.... entre ellos José Manuel Romay, Corina Porro, José Crespo, Pedro Puy, Miguel Tellado o la vicepresidenta tercera del Congreso, Ana Pastor, que muy pocos actos institucionales se pierde en Galicia.

Y también se dio cita una nutrida representación del PSOE, apoyando al galardonado Javier Fernández y el nuevo presidente del Principado. Fue además el primer acto institucional como diputado del secretario xeral del PSdeG, Gonzalo Caballero, que aún recogió la pasada semana sus credenciales como parlamentario autonómico. Con él estaban además la alcaldesa de Lugo, Lara Méndez, o el nuevo presidente de la Diputación de Lugo, José Tomé.

El acto fue también el estreno en un acto autonómico del nuevo alcalde de Ourense, Gonzalo Pérez Jácome. De guiarlo, al menos en los primeros instantes, se encargó el presidente de la Diputación de Ourense, José Manuel Baltar, enemigos irreconciliables hasta hace dos días, pero que ahora se profesan empatía tras repartirse entre ellos la alcaldía de Ourense y la presidencia de la corporación provincial.

Empresarios, mandos militares y policiales, rectores y una representación de la Iglesia completaban el aforo. El acto arrancó con canciones interpretadas por el leonés Amancio Prada, que fue también el encargado de cerrarlo. Poemas de Rosalía de Castro, en su mayoría.

Pero la clausura real fue el himno gallego, interrumpido con aplausos al concluir la primera parte pensando la gente que ya había terminado. Pero no era así. Risas flojas y a por la siguiente parte que al tratarse de un acto solemne se interpreta entero.