El ourensano José Alberto Barja Navarro es teniente coronel de Infantería y, desde el pasado 5 de septiembre, jefe del Quinto Batallón de la Unidad Militar de Emergencias (UME). Ha participado en misiones en Irán, Afganistán, Líbano, Centroáfrica, Mali... Asimismo, ha trabajado tres años en Bruselas bajo el paraguas de la OTAN. Afronta ahora un mandato de tres años al frente de un colectivo de unos 500 militares que ayer recibió en su base de El Ferral del Bernesga (León), la corbata de la Orden del Mérito Civil. La Unidad Militar de Emergencias cumple hoy 14 años de andadura.

La UME celebra su cumpleaños en una especie de luna de miel con una sociedad que aplaude muchas de sus intervenciones.

La UME nació como una necesidad de apoyo a la sociedad civil, y como una herramienta del Estado para apoyar a los dispositivos de emergencias de las comunidades autónomas.

Hay cinco batallones distribuidos por España. Cuando entra en acción más de un batallón, ¿cambian las cosas?

No. Eso ha sucedido en las inundaciones de este pasado verano en Alicante y Murcia. El sistema de protección civil no cambia. La UME apoya y utiliza todos los recursos nacionales. Eso ocurrió también en los incendios Galicia en 2017, en los que nuestro batallón, con sus 500 militares, no era suficiente. Existe un procedimiento por el que otros batallones nos suministran unidades. Pero eso no es perceptible para la población.

¿Cómo están organizados los batallones?

Una de las ventajas de la UME es que disponemos de un personal con la misma formación, que recibe los mismos cursos, hacemos jornadas de instrucción e intercambio... Por eso tenemos la capacidad de movilizar más de 3.000 efectivos en cualquier emergencia que lo precise.

¿Cuál es la estructura de los recursos humanos?

En nuestro batallón rondamos los 500 militares. Los cinco batallones suman unos 3.500. Hay dos bloques fundamentales: intervinientes y apoyo. Cuando en Orihuela y Murcia se ve a alguien echando una mano, eso requiere detrás mucha gente para suministros de alimentación, de medios, de reparaciones...

¿Funciones principales?

Los cinco batallones están orientados a riesgos naturales. Trabajamos cuatro áreas: incendios, inundaciones, nevadas y terremotos. Además, en Madrid, la UME dispone de unas capacidades centralizadas para dar respuesta a riesgos tecnológicos, que apoyarían a cualquier batallón en situaciones de instalaciones industriales, catástrofes ambientales, centrales energéticas...

¿Cuáles son los principales riesgos que tienen identificados en el noroeste de España?

Por una parte, una masa forestal importante en la que hay riesgos de incendios, además de inundaciones y nevadas.

Siempre es clave la rapidez...

La inmediatez es fundamental. Tenemos permanentemente activado un centro de operaciones que está en contacto continuo con las comunidades autónomas. Vamos viendo las alertas que se producen. Y después tenemos siempre gente dispuesta para salir en 15 minutos en labores de reconocimiento y, en una hora, el primer elemento de intervención. Tenemos la premisa de ser capaces de intervenir en un margen máximo de cuatro horas, y para llegar a algunas zonas de Galicia estamos en el límite. En consecuencia, durante el verano enviamos un destacamento a Pontevedra para ser capaces de reaccionar con más rapidez.

¿Cuál es el tipo de contingencia que más temen?

Lo más complejo que puede suceder es que se dé un cúmulo de emergencias. Imaginemos que un terremoto o una inundación afectan a su vez a instalaciones tecnológicas. Tener que intervenir en varias modalidades complica mucho las cosas. Las situaciones de Orihuela y Murcia han servido a la UME para ir un poquito más allá y hacer algunas cosas que hasta ahora no había hecho. Lo mismo ha pasado en los incendios de Canarias. Se ha podido evidenciar el valor añadido que ha adquirido la UME en estos 14 años. Esa capacidad para integrar capacidades: unas que son propias de las Fuerzas Armadas y otras ajenas. Y esto dentro del nivel 2, sin llegar al nivel 3, en el que el Gobierno central asumiría el mando. Para avanzar en esta línea, el teniente general que dirige la UME tiene el empeño de que todos los años se haga un ejercicio conjunto combinado que vaya rotando por comunidades. Lo que se ensaya es un supuesto de una catástrofe que pudiera ser de nivel 3.

La UME nació en medio de un clima de reticencias..

Es cierto, pero en estos 14 años se ha visto que la UME ha facilitado que todos los sistemas de emergencias del país nos pongamos al día. Estamos más coordinados y mejor equipados, y tenemos más capacidad de reacción. Y en cada intervención siempre se aprende. Las inundaciones del noroeste son muy distintas a las de Levante. La UME vive de la experiencia de las Fuerzas Armadas. La clave es la preparación continuada para cualquier situación. Y un rasgo importante de nuestro personal es la madurez.

¿Por qué?

Porque el tipo de trabajo que desarrollamos exige estar en primera línea de emergencia. Esa es la mentalidad con la que seleccionamos al personal. La UME selecciona a lo mejor de las Fuerzas Armadas. Las Fuerzas Armadas tienen unidades de élite, y la UME es una de ellas.

O sea, que esas reticencias están superadas.

Sí, absolutamente. No hay más que seguir lo sucedido este verano con los reconocimientos que nos ha manifestado la sociedad civil.

Existe la percepción de que la UME se ha convertido en la cara amable del Ejército.

Ya hace años que las Fuerzas Armadas gozan de una alta valoración por parte de la sociedad. Es cierto que hasta ahora lo más visible era, paradójicamente, la intervención en el exterior, y no teníamos esa visibilidad en España. Ahora, las Fuerzas Armadas seguimos haciendo lo que siempre hemos hecho, pero con una unidad especializada y equipada que hace que la gente sea más consciente de nuestro papel. En su día, intervinimos en el desastre del chapapote en Galicia. Si hoy volviera a ocurrir, daríamos una respuesta mucho más eficiente y con más recursos.