María de los Ángeles Sousa tiene 50 años, sufre artritis degenerativa desde joven y desde hace 19 años va en silla de ruedas. Su vida es cuesta arriba. No solo porque tenga que cuadrar las cuentas y subsistir con 589 euros al mes de pensión, sino porque además para tener la independencia que ella desea debe sortear cada día un desnivel para entrar a su edificio y lograr meterse en un pequeño ascensor para acceder a su vivienda.

No podría hacerlo sin la ayuda de su hijo y de una asistenta, pero ahora ve peligrar esta ayuda a domicilio que le presta el Concello de Ourense y está preocupada. "El Ayuntamiento ha cambiado la concesión a otra empresa. Si me quitan la asistenta, yo no puedo pagarme una y ¿cómo voy a salir de casa así?", se pregunta.

Ángeles no puede encerrarse en casa todo el día. "A mí me gusta estar entretenida, porque así no pienso tanto que voy en silla de ruedas y en que la enfermedad va a peor", explica. Por eso, va a manualidades, a calceta... Y para ello, tiene que salvar obstáculos cada día. "En el portal hay un desnivel, tengo que pedir ayuda. Es horrible. Y el ascensor es solo para cuatro personas y la sillas las hacen cada vez más grandes", lamenta. Vive en un piso de alquiler en Ourense. Podría buscarse uno sin barreras arquitectónicas, pero son más caros. "Hacen falta pisos de protección oficial adaptados y baratos para personas con discapacidad", reclama.