Sin prisa y sin pausa, el bombeo continuó ayer a pesar de las dificultades inherentes a la mayor densidad del combustible mezclado „gasóleo y fuel„ para remitir este a las instalaciones de tierra y los camiones cisterna que han de trasladarlo. El buque se ha desplazado, visiblemente, de proa. Crecen las esperanzas sobre la posibilidad del reflotamiento gracias a la acción del mar y la aportación, que será definitiva, de los técnicos de Smit Salvage para recuperar el navío. Esto no quiere decir que sea seguro, ni mucho menos, el que se pueda recuperar el buque una vez este quede libre de elementos contaminantes como son el combustible y los residuos, pero esa esperanza existe. Basada exclusivamente en el momento actual en el deseo de una solución absoluta que ni siquiera excluye el desguace.

El trasvase del combustible se ha producido sin que, como ha dicho la subdelegada del Gobierno, Pilar López-Rioboo, se haya derramado una sola gota al mar. Ha primado la seguridad frente a la demanda de rapidez en la acción salvadora y con el conocimiento de que a bordo del buque no queda, en la práctica, materia contaminante que no pueda ser controlada.

A expensas de lo que en su momento dictamine la Comisión de Investigación de Accidentes e Incidentes Marítimos (CIAIM) sobre los hechos producidos, hay interés en conocer si, desde el primer momento existió control efectivo sobre lo que acontecía con y a bordo del Blue Star. Sí se ha determinado la existencia de comunicación entre el buque y Control de Tráfico Marítimo, lo que permite entender que en la torre de control se supo en todo momento lo que acontecía desde la constatación de que el quimiquero garreaba y que su capitán optaba claramente por abandonar el fondeadero para capear el temporal. No hay respuestas a la permanencia en su escobén del ancla de estribor del buque, perdida „nadie ha explicado cómo„ la de babor. Lo normal hubiera sido intentar corregir la situación mediante el uso de ambas anclas. Tampoco ha trascendido la causa del incendio registrado en la sala de máquinas. Todo ello incidió en la incapacidad de gobierno de un buque que ha perdido máquina y sale a relucir, una vez más, el número de grilletes arriados para corregir el problema de que el barco garree. El capitán de este no lo ha explicado o, si lo ha hecho, esa explicación no ha trascendido y sería importante que se hubiera producido.

El incidente, con la caída de máquina como elemento decisorio, no es menor; pero tal vez se está magnificando el suceso cuando se evalúan unos daños que „en buen momento„ no se han producido. Los peligros de la navegación no se pueden obviar, pero ir más allá de lo que realmente ha ocurrido hasta este momento es poner el carro delante de los bueyes.