A medianoche de hoy expira el plazo para registrar coaliciones para las elecciones autonómicas del 5 de abril con la mayor parte del espacio de la confluencia sin haber logrado todavía un acuerdo. Podemos movió ayer ficha por sorpresa al habilitar una consulta exprés a sus bases para usar el apoyo de estas como método de presión sobre Anova, Marea Atlántica y Compostela Aberta para que acepten diluirse en la marca Galicia en Común, con la que Unidas Podemos se presentó a las dos últimas generales. De esa forma, impone a sus socios aceptar un nombre vinculado a Unidas Podemos de la misma forma que los de Beiras forzaron a los de Pablo Iglesias a enterrar sus siglas hace cuatro años en En Marea.

Podemos realizó ayer una consulta a sus bases entre las 10.00 y las 20.00 horas sobre la fórmula electoral para concurrir al 5-A, un movimiento que le permitirá blandir el apoyo orgánico en la negociación contrarreloj de hoy. Aunque el resultado no se conoce —al cierre de esta edición habían votado más de 3.000 de los 27.000 inscritos, según fuentes del partido—, se da por descontado el aval a la postura de la dirección para usar la marca Galicia en Común y usar la "referencia estatal de Unidas Podemos". "¿Crees que Podemos Galicia debemos concurrir a las elecciones gallegas con la fórmula de una coalición con las organizaciones con las que lleguemos a acuerdo bajo la forma de Galicia en Común y la referencia estatal de Unidas Podemos?", rezó la pregunta, si bien en un primer momento el partido anunció que sería otra, que potenciaba su protagonismo como actor principal del pacto, en contra del deseo de igualdad por parte de Anova y las mareas coruñesas. La formulación inicial era esta: "¿Crees que Podemos Galicia debemos concurrir a las elecciones gallegas con la fórmula de una coalición bajo la forma de Galicia en Común y la referencia estatal de Unidas Podemos asumiendo la iniciativa y sumando a otras fuerzas progresistas?".

Pese a rebajar algo la asunción del papel central de Podemos en una posible alianza, esta maniobra genera un déjà vu en el espacio de la confluencia, al centrar el acuerdo en la fórmula electoral, como sucedió en 2015 y 2016. Se produjo, además, el día después del adiós a la política de Luís Villares, al que pidieron ser cabeza de cartel de En Marea en las autonómicas de hace cuatro años. Ese proyecto estalló por rencillas internas y luchas de poderes.

Las tornas, sin embargo, son diferentes a hace cuatro años. En 2016, Podemos estaba en posición de debilidad ante Anova y las mareas locales, lideradas por los alcaldes del cambio de A Coruña, Santiago y Ferrol —ninguno gobierna hoy—, y tuvo que tragar el sapo de diluir su marca en el partido instrumental En Marea, hoy roto y del que se han desvinculado Podemos, Esquerda Unida, Anova y las citadas mareas.

El plazo para el acuerdo se acerca y ambos bandos parecen haber dejado para última hora la resolución de esta cuestión, como hace cuatro años. Una vez formalizado, deberían encajar las piezas de las listas, que constituye uno de los problemas, pues Anova y las mareas quieren un reparto equitativo en los puestos de salida, mientras Podemos considera que debe tener mayor presencia. Además, no contempla otro escenario que no sea el de que Antón Gómez-Reino, su secretario xeral en Galicia, sea el candidato a presidir la Xunta, si bien este no ha renunciado a su acta de diputado en el Congreso, manteniendo hasta última hora las opciones de seguir en Madrid si el resultado el 5-A es negativo.

De no sellar un acuerdo, cada bando concurrirá por separado el 5-A, elevando la fragmentación del voto de izquierdas —el partido En Marea también desea concurrir— y las opciones del PP de Alberto Núñez Feijóo de retener la Xunta por cuarta legislatura consecutiva.

Anova, Marea Atlántica y Compostela Aberta desean una coalición en pie de igualdad y no con Podemos como motor central. El partido de Xosé Manuel Beiras se arriesga a quedar fuera del mapa político si recurre a esta vía y no accede a O Hórreo.