De igual modo que en Japón la población sabe cómo actuar cuando se produce un terremoto, Galicia debe aprender a comportarse ante un incendio forestal. Es uno de los retos pendientes que tiene la comunidad para combatir una de sus principales lacras: las llamas que cada año reducen a ceniza miles de hectáreas. Expertos forestales se reunieron ayer en A Coruña en una jornada organizada por el Centro Tecnológico de Investigación Multisectorial (Cetim) en la que debatieron sobre nuevas biosoluciones para acelerar y abaratar la recuperación de suelos quemados.

Francisco Dans, ingeniero de montes y director de la Asociación Forestal de Galicia, advierte de que los gallegos que residen en entornos forestales "tienen que tener un aprendizaje" para saber comportarse en relación con el bosque y reaccionar frente a un eventual incendio. "No estamos preparados", cuestiona. El nuevo escenario, con fuegos cada vez más virulentos y en entornos urbanos, no permite "improvisación". Por ello „añade„ hay que centrarse en "prevención, defensa y restauración". En consecuencia, los gallegos deben saber qué es un bosque, cómo funciona, cómo se comporta un incendio o qué se debe tener en casa si se está rodeado de monte. "El problema ya no es estrictamente forestal, sino social, urbano, de planificación municipal; y todo necesita una nueva reflexión", urge.

Durante el encuentro, Julio Fierro, doctor ingeniero agrónomo e investigador sénior del Cetim, presentó el proyecto europeo Life Reforest sobre la regeneración del suelo quemado mediante una innovadora solución que combina residuos orgánicos estabilizados e inoculados con hongos contenidos en mangas tubulares de material biodegradable.

Por su parte, el director xeral de Defensa do Monte, Tomás Fernández-Couto, destacó durante su intervención en la jornada que la Xunta es "pionera" en la aplicación de técnicas de estabilización de los terrenos afectados por los incendios. Para tratar de minimizar el impacto de las llamas y potenciar la regeneración del suelo quemado, Medio Rural crea en un primer lugar una mesa de coordinación para, a continuación, recabar información para determinar las zonas más vulnerables desde el punto de vista del suelo y de la vegetación. Y finalmente en una tercera fase se evalúa y se cartografía la gravedad del incendio para así determinar el riesgo erosivo-hidrológico, la valoración de los bienes y recursos amenazados, así como la delimitación de las áreas donde se debe actuar y la aplicación de los tratamientos más adecuados.