"Como todo lo que sucede con Jorge Cabezas, ocurrió de noche y hace muchos años". Fue en un garito coruñés que Xoel López ya no recuerda, aunque sí sus luces y que, en medio de la música, se había colado alguna que otra copa. El pintor se había dejado conocer ya en su ciudad natal, A Coruña, pero todavía no ante el cantante, destinado a ser otra referencia artística de la urbe. "Me acuerdo de que se acercó a mí, y me dijo: 'Quiero ser tu Klaus Voormann', un existencialista que los Beatles conocieron en Hamburgo y que les hizo la portada de su disco Revolver", rememora el músico.

Su respuesta fue un escueto "ya lo veremos", pero López se rindió pronto a los encantos de Cabezas. Aquel sería, confiesa el compositor, el primer disparo de una larga amistad, que acumula un sinfín de transacciones artísticas como vasos comunicantes. El cantautor le acabó dedicando dos canciones, y Cabezas logró convertirse en su Voormann con la autoría de la carátula de Fin de un viaje infinito (2007), uno de los discos de su etapa con Deluxe. Como pago, las paredes de la casa de López se fueron llenando de cuadros -actualmente tiene media docena--, así como de esculturas de su hermano Diego, e incluso de una guitarra customizada.

Una de esas pinturas, un pequeño elefante blanco sobre un fondo azul, ha dejado recientemente la intimidad del hogar para brillar con luz propia. El cantante ha querido rescatarla como homenaje a su compañero, que sufrió hace seis años un accidente cerebrovascular, en el último videoclip que lanzaba en redes el 21 de mayo. El cuadro forma parte de un pequeño collage de imágenes que arman el fondo de la grabación, guiños a distintas experiencias y recuerdos de su vida. Igual que Tigre de bengala "resume muchas sensaciones" del que será su próximo disco, el vídeo resume al propio Xoel López, y recoge conciertos alocados, noches de fiesta y largas estadías en Nueva York con el artista.

"Estuvimos viviendo juntos en Brooklyn durante tres años, en la época en la que empiezo a hacer cosas solo sin Deluxe y comienza mi aventura americana. Jorge me llevaba a muchas exposiciones, y yo a los conciertos que me ofrecían en San Francisco y Colombia", cuenta. El músico les cogió gusto a esos lares, y decidió mudarse a Latinoamérica para crear la trilogía de Atlántico, Paramales y Sueños y Pan. Reconoce que Tigre de bengala rima con la zona -"es un merengue, con respeto al género", apunta-, pero es que, desde la niñez, no ha dejado de escuchar el canto de la otra orilla.

Parte de su infancia transcurrió a caballo entre A Coruña y Santo Domingo, dos urbes que sus padres llamaron casa durante algo más de 20 años. Su último videoclip brinda con ese tiempo en el que pudo "conocer sus músicas" a través de un cuadro de estilo tahitiano habitual en los comercios de la República Dominicana. Argentina también tiene un hueco entre la pared blanca y su camisa de flores, con la que canta sobre estrellas, anhelos y -citando a Miguel Hernández--, de "el rayo que no cesa". La representa El puro, del nativo Alejandro Marcos, "una imagen que estuvo toda mi vida en mi casa y por la que siempre sentí atracción".

Entre una y otra, saltan los dibujos del animador Pedro Perles. Es el formato por el que Xoel López decidió apostar porque las circunstancias -marzo, pleno confinamiento- no le dejaron más salida. Tuvo que renunciar a reunir en una fiesta a los coristas de su tema -Adrián Seijas, Ulises Hadjis, David Aguilar, Cynthia Blanco?- y rodar con ellos. "Fue el caos hasta que decidimos hacer esto. Me sentí como volviendo a los 17, haciéndolo todo yo", cuenta.

En su hogar, mientras fuera todo se desmoronaba, montó un trípode, se conectó con la directora Maral Kekejian y ultimó a distancia los pasos de baile y el escenario. "Lo hicimos divertido, pero fue un coñazo. A la directora le mandaba fotos y me iba diciendo", recuerda López. El último acorde de la canción lo había dibujado cinco meses atrás, pero, de repente, su optimista grito de salvación encajó con la pandemia. Para el coruñés eso fue "magia", porque "nunca pensé que me tuviera que salvar de algo como esto", aunque sí "de uno mismo, de las apuestas arriesgadas que hacemos en la vida porque sabemos que a la larga nos van a salvar".

Xoel López pronuncia la frase, y parece entonces sorprenderse de su propia reflexión. "A veces me encuentro descifrándome", confiesa el músico, que alza con Tigre de bengala el tercer pie de Si mi rayo te alcanzara, su decimoquinto disco. El próximo martes, el coruñés retomará su grabación, bajo la producción de Carles Campi Campón y la coautoría de David Quinzán. Los singles ya lanzados eran los únicos que le había dado tiempo a capturar antes de la epidemia, Joana y Alma de oro, una extraña pareja que da pocas pistas sobre lo que ofrecerá en el próximo álbum.

Si los estilos de ambas no tienen nada que ver es porque López se encuentra en un momento de plena libertad. "Estoy haciendo lo que me da la gana, pintándome de todos los colores. Sigo abriendo los brazos y abrazando cada vez más cosas", apunta el cantautor. Revela que tiene ganas de meterse en el estudio y tocar en físico el resultado, ver por fin la imagen de ese puzle que se iba a lanzar en primavera. Octubre es la nueva fecha que valora su equipo, aunque para el músico, dice, tardará en llegar.

Arte como salvoconducto

En su videoclip, Xoel López recorre distintos paisajes ilustrados, en un guiño al poder de la inventiva para evadirse de la vida cotidiana. "Es un homenaje a las artes que te permiten viajar. Puedes soñar con una canción, aunque luego siempre tienes que volver", dice el cantante. Desde la adolescencia en la que comenzó a jugar con la guitarra, él siempre ha bebido de esos salvoconductos, e incluso se ha atrevido a hibridarlos. Entre cuadros con la firma de Cabezas estampada, López guarda aún -13 años después- los monos con los que vistió a los miembros de Deluxe para un concierto en A Coruña, para el que se sirvió tanto de su música como del pincel del coruñés.

"Fuimos a una tienda antigua de Cuatro Caminos, y compramos trajes baratos para que Jorge los pintara. Los puso en el balcón de su casa de María Pita, y la gente los veía desde la calle", recuerda. Esa fue la vestimenta para su actuación de aquella noche, y una forma de rendir honores a un pintor que, para López, merece placa. "Todavía no sé cómo no le han puesto una calle con su nombre. Pero si nadie lo hace, yo al menos le dedico una canción", indica.