Hace cincuenta años que el Dique de Abrigo sirve como método de perfeccionamiento para los escaladores de la ciudad. El Covid-19 se llevó la fiesta de aniversario que los deportistas le estaban preparando, a la espera de que se pueda celebrar en los próximos meses. Porque ha ayudado a muchos. "Todos hemos pasado por allí, desde los pioneros como puede ser Finuco Martínez, hasta los niños de ahora", explica Fausto Blanco, uno de los monitores de la Escuela de la Agrupación de Montañeros Independientes (AMI). Al principio, en los años 80, cuando se descubrió su utilidad para la escalada casi por casualidad, era una necesidad. "Era el único sitio que teníamos para entrenar", recuerda el que es otro de los precursores de la escalada en A Coruña y que ha subido varios ochomiles a lo largo de su carrera. Ahora, el Dique de Abrigo ofrece un extra para los escaladores coruñeses, una alternativa inmejorable para lo que es el deporte después del coronavirus: cerca de casa, al aire libre y sin contacto. Una montaña dentro de la ciudad. "Es una gozada porque cuando pasas la Torre de Control y te adentras un poco, la sensación es de estar en plena naturaleza".

Así que cuando empezó el proceso de desescalada, la Escuela de AMI, que ha recuperado su plena actividad, tuvo vía libre para ir al contrario que el resto: escalar. "Había muchas ganas. El confinamiento hizo que a la gente le subiera la motivación", confirma Blanco. Mientras no se podían utilizar espacios cerrados, como la sala que posee AMI al lado del parque de Santa Margarita, el Dique de Abrigo era la mejor opción. Eso sí, para aquellos que ya están un poco avanzados. "La roca es natural, el agarre es pequeño, tiene que ser muy preciso y se necesita mucha fuerza en los dedos... es dificilillo, pero hay niños de 10 o 12 años que ya lo están haciendo muy bien", reconoce y por eso para los que se inician recomienda otra alternativa cerca: la muralla del hospital Abente y Lago. "Allí no molestamos a nadie", continúa el experimentado escalador. Lo único negativo del Dique es que "siempre tiene la misma inclinación" y que la climatología, como el día de ayer, lluvioso, no siempre permite esta práctica al aire libre.

Para eso están las salas. Los escaladores son expertos en seguridad. Y también han sabido adaptarse a los tiempos del coronavirus. "Ya hemos puesto en marcha todas las medidas que nos ha impuesto nuestra federación, como limitar el aforo, la obligación de limpiar las zapatillas es una alfombra especial, el uso de mascarilla en los espacios cerrados e instaurar la utilización del magnesio líquido, porque es una modalidad que lleva bastante alcohol y así todo lo que vas tocando ya queda impregnado de esa sustancia", explica. Las salas de escalada en bloque tienen también otra ventaja. Puede estar el alumno solo mientras el profesor le vigila desde abajo. Además de que en un espacio se pueden hacer 80 itinerarios diferentes y que abajo, en el suelo, te espera una colchoneta de 30 centímetros de grosor si algo sale mal mientras estás arriba.

El problema sigue siendo el espacio. A la creciente demanda se suma ahora que es obligatorio reducir los grupos para que haya más espacio entre personas. "Y todavía no han abierto las instalaciones de cuerda como el rocódromo municipal de Riazor", apunta Blanco, que hace hincapié en este punto para recordar que están pendientes de la ampliación aprobada por el Concello de dicha instalación. "Es necesario para poder mantener las distancias", matiza, "pero también nos gustaría que, puestos a invertir, porque ya tiene una partida de presupuesto reservada, se hiciera bien y que se convirtiera en una instalación homologada para competiciones internacionales, sería un puntazo".

Esperan una gran demanda en los próximos meses. Por una parte por la seguridad de un deporte ideal en la era poscovid, pero también por el impulso que supondrá su estreno en Tokio en los Juegos Olímpicos. "Va a ser un antes y un después", dice. Ya es uno de los deportes de moda por todo lo que aporta tanto a los niños ("confianza, velocidad, elasticidad, concentración") como a los adultos: "Es una desconexión total porque mientras estás allí arriba no puedes pensar en nada más que en lo que estás haciendo y en no caerte. Exige superación, no solo una mecánica física. Aunque físicamente también es muy duro. Hay alumnos que cuando se marchan me dicen que no se pueden ni atar los cordones".