"1.Controversia (discusión) .2. Contienda, lucha, combate". Así define la Real Academia de Española (RAE) la palabra debate. Nada de esto pasó ayer en Televisión de Galicia en el careo de los siete candidatos a la Xunta. Tampoco era cuestión de que la liaran parda, tirándose los trastos a la cabeza, pero si el intercambio de ideas no resulta ingenioso, no tiene chispa, y se reduce a una sucesión de mensajes deslabazados, confusos y atropellados, el especador desconecta.

El pretendido debate fue tan encorsetado, sobre todo en la primera mitad, que animaba a cambiar de canal. Las pocas ocasiones en que los candidatos dialogaban entre sí se enrocaron en una controversia de cifras (sobre empleo) imposible de seguir desde el sillón de casa. Solo apta para expertos.

El formato elegido no ayudó en absoluto a enganchar al espectador. Los ciudadanos tienen derecho a ver a los candidatos confrontando sus proyectos de gobierno, pero no así. Los debates alimentan y refuerzan la democracia, pero los gallegos con este formato desertarán. Se merecen un debate de verdad, más ágil, más dinámico, con más garra, donde los cabezas de cartel pueden contraponer de verdad sus ideas. Donde se interpelen los unos a los otros, donde haya un diálogo real.

Un debate con siete candidatos hace imposible el debate. Muchos gallegos no entienden por qué partidos, casi o sin representación institucional en Galicia, participaban en el careo. Demasiado ruido, que no ayuda a esclarecer la escena electoral.

Los candidatos tenían intervenciones pautadas de un minuto, donde poco se puede decir o exponer y el resultado fue tirar de esloganes, propuestas genéricas, titulares de tinta gruesa. Los presentadores estaban demasiados obsesionados con que los candidatos no se excedieran de tiempo y cuando la cuestión se ponía interesante, allí estaban raudos para cortar, pero ellos en sus exposiciones sobrepasaban el minuto de largo.

El formato no ayudó y los candidatos tampoco. ¡Algunos leían los apuntes! .... muestra de que no se sabían la lección. Todos iban a lo suyo. A vender su libro. Feijóo, que es el máximo exponente de la experiencia, la gestión y la estabilidad. Gonzalo Caballero, que tiene un proyecto para que el país salga de la crisis por la izquierda. Ana Pontón, que se postula para quitarle el puesto a Gonzalo Caballero y ser la presidenta de la alternativa. Antón Gómez-Reino, a visualizar una alternativa tripartita donde él pueda pillar cacho. Beatriz Pino, a presentarse como el partido de las clases medias, y Ricardo Morodo, a lanzar su discurso victimista. Y poco más.