Los debates electorales responden casi siempre a las estructura de las finales futbolísticas. La expectación resulta ser máxima y crece a medida que se acerca el pitido inicial. Los protagonistas y los espectadores ansían la gloria, aprovechar otra "oportunidad histórica" antes de la siguiente cita con los libros de texto, pero los nervios y la tensión suelen estropear esos anhelos. Los detalles finos no brillan, se impone el juego trabado y pocos jugadores ofrecen su mejor versión.

La cita electoral de ayer respondió a ese modelo, un debate encorsetado como solo puede ser en caso de un enfrentamiento de este tipo en una televisión pública, donde se miden tanto los minutos, los turnos y los atriles que todo se reduce a una retahíla de eslóganes.

Cada protagonista volvió a casa contento del resultado, jaleado por los suyos, pero sin desvelar qué sintieron realmente sobre su actuación, sus errores, las oportunidades que dejaron escapar o los argumentos que no explicaron con la claridad necesaria.

| Alberto Núñez Feijóo. El líder del PP gobierna desde 2009 y es el que más experiencia tenía ayer en los platós de la Televisión de Galicia. El formato de siete participantes le ayudaba, a priori, a apuntalar su mensaje habitual: el PP frente a una amalgama de partidos, cuestión favorecida por la sucesión de líderes que se han quemado durante la última década en la izquierda. Sin embargo, su voz tuvo que lidiar con el problema para hacerse hueco entre tantas críticas.

La sequedad de su garganta le hizo pasar malos momentos en el arranque del debate y sorprendió su falta de brío. Si algo caracteriza sus cara a cara con la oposición en el Parlamento es precisamente una defensa jugando al ataque, ejerciendo de oposición de la oposición. Aparentemente cansado, le faltó energía.

| Gonzalo Caballero. El líder socialista confía en que la ola estatal que aupó a Pedro Sánchez a la Moncloa lo arrastre a él, como sucedió con Zapatero en 2004 y Touriño en 2005. Tiró de un clásico en su corta carrera parlamentaria: reprocharle a Feijóo su falta de conocimientos económicos frente a sus dos décadas de docente universitario.

Perdió el tiempo, al enzarzarse do con el candidato de Vox, cuya ideología de "ultraderecha" rechazó de plano en varias ocasiones, logrando así contraponerse a la formación de Santiago Abascal, cuyo pasado trabajando en "chiringuitos del PP" recordó.

| Ana Pontón. Tras Feijóo, es la que más experiencia atesora y lo hizo valer, ajustándose al guion de los últimos tiempos de progresivo crecimiento electoral: colocar su mensaje. Galicia necesita autonomía para tomar las riendas de su futuro resumiría el mensaje.

Compitió con Caballero por liderar la alternativa al PP y aplomo no le faltó. "Si yo soy presidenta" fue la frase con que apuntaló esa postura, reforzando su personalismo frente a un socialista que puso las siglas ante todo..

| Antón Gómez-Reino. Tiró en demasía de apuntes, algo que siempre queda mal en cámara, pero fue ganando con el paso de los minutos. Atacó a Feijóo citando escándalos de corrupción y fue el primero en dejar claro que habría pacto de izquierdas si el 12-J lo permite.

| Pancho Casal. El candidato de Marea Galeguista, herederos de los restos de En Marea, sufrió en su primer debate, con demasiada lectura de apuntes y problemas con el gallego, como reconoció. El hueco de su partido frente a PSdeG, BNG y En Común es difícil de ver y probablemente contribuya a dificultar la victoria de la izquierda.

| Beatriz Pino. Ciudadanos apenas existe en Galicia, pero su candidata hizo valer su experiencia como periodista para hacerse un sitio en el debate. Insistió hasta la saciedad en el mensaje del centralismo y en la necesidad de sentarse a hablar, como si eso fuese un mérito por sí solo y no los logros que conlleve o las propuestas que se planteen.

| Ricardo Morado. El miembro de Vox trató de hacerse un hueco a base de diferenciarse de los políticos "que llevan años en esto". Propuso un PIN parental en las escuelas y reclamó condenas contra la "violencia" sufrida por su partido, que sus rivales criticaron.