No será a la tercera, pero el PSdeG desea que a la cuarta vaya la vencida y encuentre la estabilidad y el liderazgo que perdió tras el adiós de Touriño en 2009 cuando el bipartito abandonó la Xunta por un diputado que perdió el BNG.

La idiosincrasia socialista aviva los poderes territoriales, aunque también revitaliza en ocasiones una organización que lleva once años de caída electoral -de 25 escaños a 17 y luego a 14- y cambios internos, a la busca de pulsar por fin la tecla adecuada, pero autoimponiéndose un cortoplacismo que no da tiempo a que germine nada.

En este tiempo, el timón del partido ha pasado por Pachi Vázquez, José Ramón Gómez Besteiro y una gestora, además de tener como punta de lanza electoral a Fernández Leiceaga, hasta el aterrizaje de Gonzalo Caballero, al que muchos miraban por encima del hombro en 2009 cuando trató de pugnar con Vázquez, el relevo de Touriño pactado por el aparato.

A Caballero le han ido sonriendo los días desde que se subió al coche con que Pedro Sánchez recorrió España tras ser defenestrado como líder del PSOE y recuperó el puesto. Luego llegaron la moción de censura y las elecciones que lo consolidaron como presidente del Gobierno, pese a tragarse su rechazo al pacto con Unidas Podemos.

Ese viento de cola insufló una energía en el PSdeG que contribuyó a recuperar tres ciudades en las municipales , tapar crisis internas e incluso a situarse como primera fuerza de Galicia en unas generales por primera vez en la historia, pese a que el 10-N el PP recuperó el puesto por un puñado de votos.

La pandemia, sin embargo, ha abierto un enorme interrogante sobre la participación y las encuestas han diluido el optimismo socialista, pese al brío de Caballero. Si logra presidir la Xunta dispondrá de una oportunidad histórica para impulsar un cambio y dará una victoria a Sánchez, pero si Feijóo mantiene el poder se abrirá la duda sobre su liderazgo. Su relevo será lo más probable si el BNG sorpassa al PSOE, aunque más cuestionable si este se diferencia como líder de la oposición.