Los resultados del domingo dejan claro que a veces del éxito al fiasco, del fiasco al éxito, hay una línea muy fina, tanto en el tiempo como en el resultado; y que los que hoy celebran mañana lloran, o que tantas veces celebrar o desaparecer depende de unos pocos votos.

Estas elecciones nos dejaron claro un principio fundamental de la Ciencia Política, a saber, "los experimentos (la supuesta nueva política) mejor con gaseosa", y que pocas veces la efervescencia del consolidado refresco duró tan poco como en manos de tanto instrumentalismo político de aluvión. Las Mareas construyeron su éxito como oportuno encuentro de intereses e interesados y se destruyeron (fiasco), precisamente, por no poder acomodar los intereses de tanto interesado. Y es que a veces, en la política, el "encuentro" en los principios es tan importante como el "encuentro" en el instrumento, sobre todo cuando toca salvar el desencuentro en los intereses.

Y nos dejaron claro, por si no lo habíamos comprendido en los últimos 40 años, que al PPdeG le llegaba con recurrir a lo de siempre, Galicia, para sacar el exitoso resultado de siempre. Con un pequeño matiz que no les voy a ocultar: algo pasó al final de la campaña que llevó al Presidente de la Xunta a asegurar que esta sería su última elección, un gesto estratégico inusual que llama a la clemencia del electorado para la última singladura, y del que Feijóo, esta vez ya no podrá despegarse. Han sido sus últimas elecciones en Galicia y esta vez les aseguro que va en serio.

Lo cierto también es que el resultado, incluido el susto final, ha catapultado a Feijóo a la cúspide del Olimpo Popular y le ha abierto de par en par, si antes no las tenía, las puertas del Gobierno de España. Ahora el problema es para Casado, subido de lleno a la táctica de la SUMA, fracasada en el País Vasco, y al que se le puede hacer muy larga la legislatura de Sánchez. Ahora, los tiempos de Casado y Feijóo se cruzan irremediablemente; el éxito de Feijóo es una amenaza para Casado, pero un éxito de Casado bloquearía el horizonte de Feijóo.

Feijóo se lo jugaba a todo o nada, de ahí el regular debate (también es humano), el "aprovechamiento" excesivo de las circunstancias del Covid-19, e incluso los ligeros excesos emocionales de la victoria, impropios todos ellos de la seguridad y de la parquedad emocional que otras veces he comentado. Se la jugó y, UFFF!, le salió bien.

Y todo porque el botín de sufragios era tan grande por la izquierda que todos se olvidaron de mirar al centro, donde estaba la verdadera competición que definía la Presidencia de Galicia. Los exvotantes de las Mareas no ponían Presidente, solo decidían quién era segundo, el Presidente se jugaba en el centro; pero la anunciada orfandad en que las Mareas dejaban a sus votantes sirvió para que BNG y PSdeG pusieran sus ojos "tácticos" en ellos creyendo, una vez más, que quien se ponga delante en el camino será el que alcance primero la meta. Pero esta historia ya la vivimos hace 20 años, ahora toca ver si todo sigue el mismo libreto que entonces.

Lo cierto es que Feijoo solo tuvo un rival en el centro, el brote de A Mariña, el miedo, igual que siempre, los éxitos de uno, los fiascos de otros? ¿me estaré haciendo mayor?

Profesora Titular da USC

Equipo de Investigacións Políticas