El BNG vivió ayer su Día da Patria más distópico, marcado por la ilusión de haber alcanzado su techo histórico con 19 escaños gallegos en las elecciones del pasado día 12 y las medidas de seguridad para evitar contagios de Covid-19 que le impidieron abarrotar la plaza de A Quintana. Su líder, Ana Pontón, abogó por "seguir fortaleciendo" la organización y "sumar más gallegos y gallegas" para ser la alternativa al PP en 2024. Su mensaje pasa por incorporar a la ciudadanía opuesta al PP, no necesariamente nacionalista, convenciéndolos de que solo el Bloque ofrece una solución vinculada a la defensa de Galicia, en contra de la sumisión de las fuerzas políticas estatales. Su meta es convertir al BNG "en fuerza mayoritaria" en la comunidad.

Dentro de cuatro años, la portavoz nacional frentista cumplirá dos décadas como parlamentaria, período en el que ha vivido la efímera etapa del bipartito (2005-09) y el declive constante desde que la pérdida de un escaño nacionalista favoreciese la llegada del popular Alberto Núñez Feijóo a San Caetano. Desde entonces, acumula cuatro mayorías absolutas consecutivas. Sin embargo, ahora el BNG se siente fuerte y cohesionado, tras las crisis internas derivadas del cónclave de Amio, y fuerte, tras cosechar un éxito inédito: triplicar sus apoyos y pasar de 6 actas (cuarta fuerza) en 2016 a 19 (segunda fuerza).

La resiliencia fue reivindicada por Pontón ante los suyos como uno de los valores de su organización, que atravesó problemas económicos y políticos durante su travesía del desierto. "Estoy contenta por la capacidad que demostramos de rectificar el rumbo, de adoptar nuevas tácticas y nuevas políticas", proclamó ante alrededor de un millar de personas en la citada plaza compostelana. Sus palabras fueron retransmitidas por internet y conectaron con las otras seis ciudades gallegas, donde el BNG descentralizó una festividad que cumple un siglo, tras la decisión de las Irmandades da Fala en 1919 de fijar el 25 de julio como Día da Patria.

Sus palabras supusieron un reconocimiento del giro dado por el BNG, que huyó del "ideologismo estéril", que le achacaron los críticos que dejaron la casa común del nacionalismo la pasada década, ni el "pragmatismo asimilante" que haría del Bloque "una fuerza política inútil para la transformación de la realidad".

El renovado optimismo nacionalista resulta paradójico, pues se produce tras otro revés electoral de la izquierda frente al PP, al que no han desgastado más de una década de gestión, la crisis económica iniciada a finales de 2008 o la pandemia del coronavirus SARS-CoV-2.

Aun así, Pontón, clamada al grito de "¡Ana, presidenta!", quiso ver el vaso medio lleno y consideró el 12-J "no un punto de llegada, sino un punto de partido que lo cambia todo". El inicio de la última fase, prosiguió, antes de que el BNG logre la Presidencia de la Xunta, a pesar de que la formación nacionalista ya se encontró en posiciones similares en el pasado -tuvo 18 escaños frente a 15 del PSdeG en 1997 y empató con ellos a 17 en 2001-.

Para alcanzar ese Everest político, apeló a la necesidad de situar el nacionalismo como piedra angular frente al centralismo para superar la crisis económica causada por el Covid-19, que, por ejemplo, ha disparado la cifra de familias con problemas para llegar a fin de mes en 74.000 en solo tres meses hasta rozar las 589.000.

"Galicia tiene los recursos y la capacidad para poder salir adelante. Pero no valen las viejas recetas y hay que apostar por nuevas políticas y hay que apostar, con total decisión, por defender Galicia", expuso.