Si el astillero de Navantia Ferrol fuese un submarinista se les está acabando el oxígeno. Los talleres de la ría ferrolana llevan 19 meses, más de 650 días, sin recibir ningún pedido. El último fue cuando se anunció, el 3 de diciembre de 2018, la construcción de cinco fragatas para la Armada española. Pero su inicio no arrancará hasta 2022. Mientras, los astilleros ferrolanos agotan el último encargo que tienen: los dos buques logísticos que construye para la Armada australiana. El primero comenzó la pasada semana las pruebas de mar y abandonará Navantia a finales de este mes, y el segundo lo hará poco antes de las Navidades.

En estos momentos, la carga de trabajo es mínima, ya que las labores en los dos buques australianos son ya menores y de puesta a punto de las embarcaciones.

A las instalaciones de Ferrol llegan barcos para reparar o entran contratos como el de la Marina Noruega para adaptar una fragata para que opere en aguas más cálidas, pero son trabajos menores que no sirven para ocupar a la plantilla de Navantia y a las de las industrias auxiliares. "¿Carga de trabajo? Nos quedamos a cero", reconocen fuentes de los trabajadores, que insisten en que "toda la gente que está dedicada a estos trabajos en la industria auxiliar se va para casa". Son unas 1.500 personas.

Los empleados, recuerdan, habían solicitado al Ejecutivo de Pedro Sánchez la construcción de un buque-puente hasta que comenzasen los trabajos de las fragatas, que están previstos que arranquen a mediados de 2022. El contrato permitiría compensar ese vacío de casi dos años y medio entre el fin del programa para Australia y el inicio de las cinco fragatas F-110. Sería un AOR y todo el trabajo de ingeniería ya está realizado (no es el caso de las F-110 que tardará un par de años). Solo faltaría que se suministrase el material y el equipamiento para comenzar su construcción en un breve espacio de tiempo. Sería un barco que daría trabajo a toda la plantilla y a una gran parte de las empresas auxiliares. Sin embargo, el Gobierno ha decidido que no se construya.

También está paralizada la remodelación del astillero. Se había aprobado la construcción de un nuevo taller y de un nuevo dique, pero fuentes del comité de empresa aseguran que no tienen noticias de que se vaya a poner en marcha. El nuevo dique no solo daría carga de trabajo durante la construcción y luego para competir con otros astilleros, sino que serviría también para recibir encargos de obra civil, aseguran las mismas fuentes.

A partir de 2022, con la construcción de las cinco fragatas, el futuro es más halagüeño. Los astilleros tendrán carga de trabajo para una década. El anuncio del Gobierno aseguraba que en Ferrol se iban a construir cinco F-110 por un importe de 4.317 millones que "permitirán la creación de 7.000 puestos de trabajo en Ferrol y su comarca", según avanzó el Ejecutivo en su momento. La previsión es que la primera se entregue en 2026 y la última en 2031.

Pero hasta ese momento solo queda una larga travesía por el desierto, si no llegan pedidos. Ahora, en los astilleros ferrolanos no hay ningún barco en la grada. Y desde que el segundo de los AOR, que se construye para la Armada australiana, fue botado en agosto del año pasado, la carga de trabajo se ha reducido al mínimo y el personal, sobre todo de la industria auxiliar, que trabaja en la construcción propiamente dicha de un buque, está prácticamente parado.

La empresa ha buscado nuevos encargos hasta que se empiece con la primera de las F-110. Pero todas las tentativas han fracasado. Ni la llegada de la nueva presidenta de Navantia, Susana de Sarría, tras el cambio de Gobierno, ha supuesto la entrada de nuevos pedidos. El oxígeno se le acaba a Navantia.