Atesoraba el título de mejor enfermero del Reino Unido, entre otros méritos, por bajar la mortalidad por sepsis en su lugar de trabajo, el hospital público de Sheffield. Pero este 2020, Joan Pons (Barcelona, 1975) ha saltado a la misma división que el cosmonauta del programa Vostok y el liquidador de Chernóbil. Es uno de los 10.260 voluntarios de la vacuna de Oxford.

Dos de la tarde del 5 de junio. El día D.

Esa era la hora de la cita, pero la recepcionista me dijo que había un problema técnico y que me sentara en la sala de espera. Había otras cuatro personas. Nadie miraba a los ojos. El silencio era total. Fue como estar en el purgatorio. Varias veces se me pasó por la cabeza salir corriendo.

¿Qué le retuvo?

Me puse a escuchar música; pero no cualquier música, sino la de Mecano. Viajé a un mundo feliz, el de mi juventud. Me calmó. A las 16.30 me pusieron la vacuna y comenzó mi vida como cobaya humana.

No sabe si le tocó placebo o vacuna.

No lo sabré hasta el año que viene. He concluido que no me tocó placebo porque a los sanitarios de Sudáfrica les han puesto vacuna y, además, este agosto he ido de vacaciones a Menorca con mi hija pequeña y al volver, el 28 de agosto, ella dio positivo y yo, no.

Nota el microchip?

[Ríe] Iré a por el móvil 5G y pediré que me conecten a la antena. ¡Quiero ser manipulado por Bill Gates! Como guion de ciencia ficción es inmejorable, ¿no?

Lo es. ¿Y no siente nada raro?

Nada. Cada noche dedico 5 minutos a escuchar mi cuerpo. Todo está en orden.

¿Por qué lo ha hecho?

Mis padres -los dos profesores- y la escuela Orlandai me enseñaron el valor de la solidaridad. Me hice enfermero porque quería hacer un mundo mejor. Y este virus lo empeora.

Vio los estragos en la UCI, durante días.

No trabajo en primera línea, hago gestión de enfermería. Pero, a principios de marzo, decidimos triplicar el número de camas de cuidados intensivos y me ofrecí voluntario. He visto cómo la crueldad del virus se llevaba a los enfermos y diezmaba a los compañeros. Necesité asistencia psicológica.

¡Usted!

Vi los ojos de un paciente de mi edad que no tenía enfermedades crónicas. Me di cuenta de que yo también era mortal. Esa noche no dormí. Y al día siguiente, al volver al turno de 12 horas, me puse el EPI y mi cuerpo se paralizó. Tuve un ataque de pánico.

¿Y ser cobaya no le perturba?

¡Al revés! El día que a todos los sanitarios nos llegó un email de la Universidad de Oxford pidiendo voluntarios para la fase 3, no tardé ni cinco minutos en decidirme. Era la única manera de ver el futuro con esperanza. Mi odio al virus y mi amor a la vida pudieron más que cualquier cosa que me pudiera pasar.

Tiene tres hijos. Un freno razonable.

Salvo los fines de semana, no conviven conmigo. Pero también lo hice por ellos. Mi hijo de 18 años ha estado encerrado en casa, cuando yo a su edad no paraba de salir. El virus le roba la juventud, nos roba la libertad a todos.

¿Está pasando el trago solo, pues?

Vivo desde hace siete años con Karen. Ella sí se enfadó. No le había explicado el horror que veía cada día en el hospital. Cuando, de repente, le dije que iba a ser voluntario, me preguntó una sola cosa: "¿Qué es lo peor que te puede pasar?". Y yo, brutal, respondí: "Me puedo morir". No lo hice bien... Ya se le ha pasado, porque sabe que el altruismo está en mi ADN. Es lo que le enamoró de mí.

¿Algún otro arrepentimiento?

No haber cogido el teléfono de aquellas cuatro personas que estaban en la sala de espera. Es vital compartir.

¿En especial cuando paró el ensayo por una "enfermedad inexplicable"?

Me enfadé mucho. No recibí un comunicado de Oxford hasta 12 horas después de que me mandaran un titular alarmante. No pegué ojo. No ha sido nada, ¡pero eso no se hace! Al fin y al cabo, es mi salud y afecta a mi vida privada. Karen y yo dormimos en habitaciones separadas y nuestras relaciones íntimas han disminuido mucho.

¿Lo volvería a hacer?

Incluso sabiendo que podría desarrollar una enfermedad. Si quieres cambiar las cosas, hay que dar un paso adelante. Estaré tranquilo cuando toda la población mundial esté vacunada, a principios del 2022.