Salvador Sobral (Lisboa, 1989) llega a Ferrol el 24 de octubre con la gira de presentación de su proyecto y disco homónimo Alma Nuestra. Con su primer trabajo íntegro en castellano, el portugués se adentra en esa mezcla de armonías de jazz y letras "más reales", de bolero, que reúne, asegura, la música cubana.

Con Alma Nuestra

La música sobre todo cubana fue muy influenciada por el jazz, cuando los americanos hacían de Cuba su Disneylandia en los años 40 y 50; llegaban y llevaban su música. Había los piano man, como Bola de Nieve, piano man que cantaba. A la hora de escribir boleros, estaba muy influenciado por la armonía del jazz, pero afortunadamente no por las letras del jazz, que son pésimas. Los boleros tienen letras mucho más bonitas, más humanas, más desgarradas, más literarias. Eso es lo que me apasiona de la música cubana: tiene lo bueno de la música americana del norte pero con letras más reales. También se pueden dramatizar mucho las letras del desamor, me encanta teatralizarlas; me encanta el teatro.

Decía hace poco más de un año que la gente iba a verle y esperaba encontrase "al niño enfermo cantando". ¿Se ha librado de esa imagen?

Sí, creo que sí. Ahora la gente a lo que tiene miedo es a estar ella misma enferma.

Con su historial de salud, ¿ha estado preocupado por el virus?

Tuve mi fase de paranoia, pero como todos. Ya me acostumbré a vivir con esto. Hay días en que estoy seguro de que tengo el virus.

¿Sí?

Sí, hay la paranoia, pero ya es mi compañera de hace tiempo, de otras aventuras. Ya la reconoces: "estás aquí". Como el miedo: uno tiene que reconocerlo, abrazarlo y ver que es parte también. El miedo es gratitud por estar vivo y no querer morirse.

Habrá pasado mucho miedo.

Sí, obviamente, con todo.

¿Qué se encuentra ahora el público en sus conciertos?

A una persona que tiene muchas ganas de cantar porque en estos días no es común. Creo que pueden encontrar a alguien con muchas ganas de cantar y vivir y expresarme. A veces, casi una histeria por estar en el escenario.

Lo habrá echado de menos.

Sí, pero felizmente estoy tocando bastante, consideran do el contexto. Lituania, Italia... estamos tocando bastante.

Es de los pocos que con su edad y proyección televisiva se descuelga de las tendencias y opta por músicas menos comerciales. ¿Siempre le ha interesado el jazz?

No. Solo desde que tengo 20 años, que descubrí el jazz. Pero no es que por ser popular no me gustan otras músicas; me encanta música comercial cuando es buena. Hay cosas que hace Rosalía que me flipan. Tiene una canción con James Blake que me encanta. Y mucha gente que está ahí... Hay cosas que puede hacer Beyoncé que me gustan. A mí me gusta la música que me toca en el alma, da igual que sea muy conocida o nunca la haya oído nadie.

Y renuncia a la moda y a lo que puede reportar.

Yo quiero que a la gente le guste mi música y quiero llegar al público. No es que me dé igual. Hago la música en que creo pero quiero que la gente la escuche y vaya a los conciertos.

El ámbito del jazz y Eurovisión no suelen acercarse. ¿Qué le dio y qué le quitó el certamen?

Ahora ya no me quitó nada, ya pasó tanto tiempo que solo quedaron las cosas buenas de Eurovisión: popularidad y poder llegar a un público más amplio. Si estamos yendo a Europa ahora, una primera vez que vamos es por Eurovisión. Después hay que agarrar al público por segunda vez, ya pasaron tres años de Eurovisión. Al final tenemos que confirmarnos como artistas independientemente del festival. Ahora solo vivo las cosas buenas que me trajo. Claro que después de aquel momento fue duro porque yo estaba enfermo y los medios de comunicación son horribles, pero ahora solo tengo la buena cosecha.

¿Con qué artista de cualquier época le gustaría colaborar?

Ahmad Jamal, un pianista de jazz muy conocido. Es vacilón. A mí me encanta la gente prodigiosa que no se toma demasiado en serio. Tengo músicos que son virtuosos y les da absolutamente igual, y otros que no y se toman muy en serio. Al final el secreto es no tomarse demasiado en serio, es una manera de estar en la vida. Tomarse demasiado en serio es peligroso, caer ahí del pedestal en que te pones.

Y de artistas vivos, ¿con cuáles le gustaría colaborar?

Ya colaboré con todos mis ídolos vivos.

¿En serio?

Sí. Silvia Pérez Cruz, Jorge Drexler, Caetano Veloso... Solo me falta Stevie Wonder.

¿Y será posible?

No sé. ¿Quién sabe?

Hay que intentarlo, ¿no?

¡Claro! Un día que venga.

¿Cómo es tocar para un público distanciado y con mascarilla?

Como todo. La primera vez fue rara y después uno se acostumbra. El ser humano se adapta a todo. En el inicio de la mascarilla había ido al teatro y me di cuenta de que era más difícil mantener la atención, porque te quedas harto, con dolor de cabeza, y pensé que cuando hiciera un concierto tenía que hacerlo más corto. Pero al final llegué al escenario y estuve dos horas porque no quiero salir nunca.

No se cansa del escenario.

No.

¿Cuántos años hace que da conciertos?

Empecé cuando tenía 21 en Mallorca.

Y ahora tiene casi 31 [cumple en diciembre].

Diría todavía 30... ¡Es verdad, casi 31, estamos en octubre! O sea, yo siempre fui cantante, desde los cinco años que canté por primera vez en la escuela, pero dar conciertos, los 21.

¿Próximos proyectos?

Sí, estoy ensayando para grabar en enero mi próximo disco.