En 2019, Galicia rompió la racha de nueve años consecutivos en los que perdía población por lo que de nuevo volvió a superar los 2,7 millones de habitantes. Y el incremento se debió, sobre todo, a los ciudadanos extranjeros. Por una parte, se empadronaron más y por otra tuvieron más hijos. Durante 2019 se censaron en Galicia 11.150 personas más de otros países hasta un total de 112.022. El incremento fue del 11%, el más alto de todas las comunidades, por encima de Navarra y País Vasco, ambas con un 9,7%.

Como consecuencia, la mitad de los concellos ha aumentado el número de extranjeros en la última década. La comunidad gallega ha perdido 98.154 habitantes en diez años, que habrían sido 116.766 (un 18% más) si no se hubiese producido la llegada de 18.162 extranjeros entre 2010 y 2019. Esta es una de las claves de que la población gallega aumentase en 2019. La otra fue que las madres extranjeras tuvieron más descendencia. Por primera vez en la historia, el peso de los nacimientos foráneos en Galicia rozó el 10% (9,9%), cuando en 2015, por ejemplo, era del 6,2%. La explicación hay que buscarla no solo en un incremento de los alumbramientos de las progenitoras extranjeras, sino también en un acusado descenso de los partos de madres gallegas. De ahí, que el porcentaje de los nacimientos de madres foráneas no pare de crecer en los últimos años, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).

El peso de estos partos en Galicia en lo que va de siglo tiene varios dientes de sierra, siempre ligados a la economía, tanto cuando había una crisis como una recuperación. Entre 2000 y 2008, estos alumbramientos se multiplicaron por más de tres al pasar de 529 a 1.974. Por el contrario, el total cayó un 20% (de 19.418 a 23.175). La inmigración se convertía, por lo tanto, en uno de los motores demográficos de Galicia y los partos de madres que no tenían la nacionalidad española servían para aumentar las cifras de población en la comunidad.

Sin embargo, desde 2008, año del estallido de la recesión, hasta 2015, los nacimientos cayeron de forma abrupta. Pero no lo hicieron con la misma intensidad si la madre era española o de otro país. Los primeros se desplomaron casi un tercio (32%, de 23.175 a 19.427), mientras que los segundos lo hicieron la mitad (16%, de 1.794 a 1.207). A partir de 2015, con la llegada de la recuperación se vuelven a restablecer los índices positivos de natalidad en las madres extranjeras, que suman cinco años de crecimiento, pero no así en las gallegas que siguen en declive y encadenan 11 años de descenso. Por lo que, de nuevo, la inmigración se vuelve a convertir en el motor demográficos de la comunidad.

Entre 2015 y 2019, los partos de progenitoras de otros países se incrementaron un 28% (de 1.207 a 1.547), mientras que el total cayó un 19% (de 19.427 a 16.668). Pese al incremento de estos últimos años, el nivel de partos de madres extranjeras aún no se ha recuperado del descenso que sufrió durante la crisis y los 1.547 son una cifra similar a la que hubo en 2011. Lejos aún del récord de 1.831 de 2009.