795 presos republicanos, entre ellos 185 gallegos, protagonizaron la mayor fuga penitenciaria de España. Fue el 22 de mayo de 1938, en el fuerte navarro de San Cristóbal. De los casi 2.500 reclusos, solo 20 estaban al corriente de la huida, planificada durante meses entre un pequeño grupo —un gallego entre ellos—. Pero el sueño de libertad apenas duró unas horas. Solo tres lograron el objetivo de cruzar la frontera francesa, 221 fueron ejecutados en las faldas del monte Ezkaba y cerca de 600 fueron encarcelados de nuevo.

Sus cuerpos, sepultados en el fuerte y sus alrededores (615.000 metros cuadrados), esperan desde hace más de ocho décadas a ser desenterrados y devueltos a sus familiares. Tras años en las tinieblas del miedo y el silencio impuestos por el franquismo, la familia del coruñés Vicente Mejuto Leis, natural de Cee, ya puede cerrar este negro capítulo de las fosas de la Guerra Civil y la postguerra. Sus restos han sido identificados por el equipo del Navarro de la Memoria, según informó ayer el Gobierno foral.

Se trata del quinto fugado reconocido y el primero de los 55 gallegos muertos durante la fuga. Con la identificación de los restos de Vicente Mejuto son ya 29 los presos ejecutados a los que los forenses ya han puesto nombre desde la creación del banco de ADN de Nafarroa sobre un total de 268 expedientes abiertos durante este tiempo.

Exhumación realizada en 2015 en Navarra. L.O.

La mayoría de los prisioneros en San Cristóbal se enteraron de los planes de fuga una vez que ya estaba en marcha, después de que una veinte de reclusos lograran hacerse con el control del fuerte tras reducir a los guardias del penal y a los cerca de 100 soldados del exterior. Los presos cogieron las armas de los militares y atacaron las garitas de vigilancia. Pero la aventura fracasó. Más de 200 fueron ejecutados a tiros.

Vicente Mejuto Leis, nacido el 24 de enero de 1913 en la localidad coruñesa de Cee, fue una de las víctimas de la fuga de San Cristóbal.

Monolito en recuerdo a los presos republicanos. L.O.

Estaba soltero y era chófer. Había sido detenido junto a su hermano Teófilo y otros sindicalistas de la comarca, que fueron condenados a muerte. Tras ser procesado y juzgado por rebelión militar y condenado a doce años y un día de prisión, el 17 de junio de 1937 fue trasladado desde la prisión provincial de A Coruña al penal del fuerte de San Cristóbal, en el monte Ezkaba, donde permaneció encerrado hasta el día de la fuga.

La identificada como fosa de la Esparceta fue exhumada por la Sociedad de Ciencias Aranzadi a iniciativa del Ayuntamiento de Berriozar el 18 de abril de 2015. El Gobierno navarro detalla que para su localización fueron de gran relevancia las investigaciones de Fermín Ezkieta y los testimonios de vecinos de la localidad, que relataron el movimiento de militares y guardias civiles tras conocerse la noticia de la huida, y la detención de cuatro presos, conducidos por el llamado Camino del Agua hasta el paraje de la Esparceta, donde los mataron.

Para el proceso de identificación se hace necesaria la aportación de muestras genéticas por parte de familiares. “Para contactar con ellos es fundamental el trabajo de las asociaciones”, apunta el Ejecutivo foral. En el caso de Vicente Mejuto, un familiar se puso en contacto con Txinparta-Fuerte de San Cristóbal, que a su vez lo puso en conocimiento del Instituto Navarro de la Memoria.

Vista aérea del fuerte de San Cristóbal. L.O.

Aunque todavía no han podido producirse más identificaciones, de presos gallegos, el banco de ADN cuenta con muestras de varios familiares de asesinados en la fuga gracias a la colaboración de asociaciones memorialistas de Galicia, que se han implicado en la búsqueda. Desde el Instituto Navarro de la Memoria confían en que esta identificación estimule nuevos contactos para seguir poniendo nombre a los reclusos ejecutados y poder devolver los restos a sus familiares.