María José Arcos desapareció hace 25 años, cuando tenía 35, y sin dejar más rastro que su coche, un Seat Ibiza de color rojo, aparcado en las inmediaciones del faro de Corrubedo. Su familia siempre defendió que había sido asesinada. Un amigo suyo estuvo imputado e, incluso, pisó la prisión, pero al final quedó en libertad por falta de pruebas.

El día previo a su desaparición, María José, que vivía y trabajaba en Santiago, había pasado el día en familia en una casa alquilada en Abelleira, núcleo de Muros, un pueblo con encanto que se caracteriza por la belleza de sus playas y la tranquilidad del entorno.

Su plan, recuerda su hermana Rosa en una carta que dedica a su memoria, era pasar el puente festivo (jueves y viernes) y el fin de semana, “los últimos cuatro días” de sus vacaciones, disfrutando del barco que acababa de comprar su pareja de entonces, un cámara de televisión.

Hacía días, según la versión que aporta Rosa, que María José se preparaba para esa escapada: “Ropa nueva, incluido bikini, pareo y toalla a juego; visita a la peluquería... Todo en orden”.

Al despedirse, María José, con un puesto relevante relacionado con el mundo agrario, le dijo a su hermana: “Hasta el lunes. Te llamo desde la oficina y hablamos de los equipos”.

Le había dejado el presupuesto de unos ordenadores para que los revisase Rosa, activista al frente de la Federación de Asociacións de Mulleres Rurais de Galicia (Fademur). “¡Pásalo bien!”, obtuvo por respuesta, con el encargo recibido.

María José, pegada a su bolso y a su cajetilla de tabaco, elementos de los que nunca se separaba, subió a su vehículo y jamás volvieron a verse. “Veinticinco años... toda una vida: la tuya”, sentencia Rosa.

Década y media después, la Justicia ordenó la detención de un varón y que se le tomase declaración en calidad de investigado. El día 8 de abril ingresó en un centro penitenciario, en Teixeiro, pero salió el 5 de mayo.

La Audiencia Provincial coruñesa basó la decisión en el hecho de que las “carencias” en la explicación dada por esta persona, “más allá de las sospechas existentes”, no resultaban “suficientes como para llegar a privar de libertad” a alguien.

La Guardia Civil llamó en el mes de autos —el sábado— a los parientes de María José interesándose por el turismo, que fue examinado dos veces, el lunes por la mañana, jornada en la que ella debía regresar, y meses después con equipos especiales traídos desde Madrid. Estaba impoluto y, dentro, la prenda de baño, documentación, dinero, cajetilla de cigarros y el bolso.