La historia de la costa gallega se escribe a golpe de naufragios y accidentes. Entre los buques varados más peligrosos de los últimos años, destaca el Ostedijk. El 17 de febrero de 2007, las 6.000 toneladas de fertilizantes NPK triple 15 que transportaba empezaron a descomponerse a unas 16 millas de Viveiro. “¿Recuerdan la gravísima explosión de Beirut por la combustión en el puerto de casi 3.000 toneladas de fertilizantes —nitrato de amonio—? Pues el Ostedijk tenía más del doble, Salvamento Marítimo se encargó de la operación con enfriamiento de la carga para frenar esa reacción en cadena”, explica Marcos Riestra. Este asturiano ejerce de técnico superior de Operaciones Especiales en la Base Estratégica de Salvamento y Lucha contra la Contaminación Marina de A Coruña, ubicada en Fene y perteneciente a Salvamento Marítimo. Se cumplen diez años desde la creación de estas instalaciones en Vilar do Colo, aunque la base como tal funciona desde 2002.

Primero operó en A Coruña como respuesta al Prestige y después llegó a este polígono, tras pasar por Navantia. Sus misiones consisten en el rescate de buques de pesca y mercantes, recuperación de pecios, búsqueda de fallecidos y, por supuesto, la lucha contra la contaminación. En sus instalaciones, las únicas de España creadas a propósito para este fin, se encuentran las máquinas de extracción del hidrocarburos del pecio del Prestige. Y Riestra reflexiona: “Aquella operación fue única en el mundo, no se hizo algo similar ni antes ni después... si se realizase en Estados Unidos, harían tres películas y un documental de National Geographic”.

El robot Comanche baja a las profundidades. | // SASEMAR patricia hermida

Disponibles las 24 horas

Según Salvamento, esta Base Estratégica de Operaciones Especiales ha intervenido en más de 100 emergencias. La red estatal se completa con otros cinco centros similares en Santander, Castellón, Cartagena, Sevilla y Tenerife. Desde Fene operan 16 hombres: Marcos Riestra, Vicente Cobelo que también es técnico superior en Operaciones Especiales, Jaime Ponte como jefe de área de Inspección de Flota —los tres de Salvamento—; además de seis trabajadores de mantenimiento y lucha contra la contaminación de Urbaser, cinco buceadores de Ardentia Marine, y dos técnicos de ACSM para manejar al robot submarino. Este último se llama Comanche-ROV y puede considerarse una de las joyas de la corona en la base. Como equipo submarino controlado desde un buque, puede bajar a 1.000 metros de profundidad e inspeccionar los fondos o los pecios. Pesa dos toneladas y nació en 2007. Según Riestra, “los otros países contratan a empresas privadas, pero solo España tiene un robot como Comanche de propiedad pública”.

Único centro creado ‘ex profeso’  

La Base Estratégica de Lucha contra la Contaminación Marina ubicada en Fene es la única creada ex profeso para la lucha contra la contaminación. Las otras cinco de Salvamento en España para esta función se adaptaron a naves de polígonos industriales o puertos. La de la provincia de A Coruña ocupa 6.500 metros cuadrados en una parcela de 20.000. El servicio se prestó primero en unas instalaciones cedidas por la Armada en la ciudad de A Coruña, después se llevó a Navantia-Fene y en 2011 se inauguraron las instalaciones del polígono de Vilar do Colo. Creada a propósito tras el desastre del Prestige de 2002, es la base de España más especializada. 

En caso de emergencia marina como un hundimiento, la base moviliza un mínimo de cuatro trailers: el robot con su garaje, un contenedor con la sala de control del robot, los talleres, la campana húmeda o submarina con los equipos de buceo, y la cámara hiperbárica. Todo se puede montar sobre un buque como el Clara Campoamor, con base en Cartagena. Porque el equipo de Fene está disponible las 24 horas para cualquier emergencia en la costa española, salvo Canarias, para lucha contra la contaminación y rescate de cuerpos o pecios.

Enfriamiento de la carga del ‘Ostedijk’. | // SASEMAR patricia hermida

“Nosotros no salvamos vidas, pero sí que inspeccionamos buques hundidos, recuperamos sus restos y los cuerpos atrapados, y minimizamos los desastres que causan contaminación”, explica Riestra. Cada vez hay menos accidentes, “pero 2007 fue un año complicado”.

Estos equipos han intervenido en operativos como el hundimiento del Mar de Marín, la fermentación del Ostedijk, o el control del Blue Star en la ría de Ares. Pero en la mente de todos sigue el Prestige. Se realizó una operación de extracción a 4.000 metros de profundidad a los dos años del hundimiento: “Fue única en el mundo aunque no se trasladó su importancia a la opinión pública... incluso a pesar de la cultura marítima gallega, muchos aún discuten que hay hidrocarburos dentro”. Empresas privadas participantes en el proceso lo incluyen en sus catálogos y en sus webs, incluso Repsol YPF aplicó “la lección aprendida del Prestige” a la explotación de pozos de petróleo en Argentina.

La lancha ‘Nahir’, que abordaron unos narcos. | // SASEMAR patricia hermida

¿Qué ocurriría hoy en día ante un accidente similar? “Probablemente no pase otro Prestige nunca y si pasa no ocurriría lo mismo, habría igual una gran contaminación pero se minimizaría todo lo posible porque nuestros medios son punteros a nivel mundial”, explica este técnico superior en Operaciones Especiales. “Ningún otro país logró bajar a 4.000 metros para una extracción similar, pero de todos modos enfrentarte con el mar puede ser frustrante”, añade.

Trabajos de alta precisión 

Los trabajos de precisión que realiza este equipo se ejemplifican en el robot Comanche. Permite el añadido de herramientas y su versatilidad ayuda en la toma de muestras, la limpieza o la medición de espesores. Con la Armada se colabora en los ejercicios de rescate de submarinos, con el robot trasladado a Cartagena para estos simulacros. Y ha participado en el rescate de aeronaves, helicópteros o avionetas caídos al mar, además de los fallecidos. Cuando los restos se encuentran a profundidades demasiado elevadas para los buceadores, Comanche baja hasta 1.000 metros, inspecciona lo que queda del naufragio y ayuda en la recuperación sobre todo de los cuerpos. Además, participa en misiones de lucha contra la contaminación, por ejemplo en el Mediterráneo, y analiza los pecios de pesqueros. 

Hace referencia así a la dureza del medio. Otro ejemplo, en la base se almacenan y mantienen las barreras anticontaminación: cada una tiene un largo de 300 metros y 2,2 de altura. En total, para Galicia hay 15 kilómetros de barreras —en España son 60—. “Pero no hay medio en el mundo que pueda proteger toda la costa, el mar puede mover los bloques de Punta Langosteira así que imagínate lo que hace con unas barreras que no pueden frenar olas de más de dos metros de altura... o en caso de que rompa un barco”, indican desde la base en un jarro de realidad.

Control en el naufragio del ‘Santa Ana’. | // SASEMAR patricia hermida

Navíos de la Guerra Civil

En el rescate de pecios o cuerpos, este equipo ha llegado a intervenir en la extracción de un buque de carga hundido durante la Guerra Civil (en 1937) ante el Parque Natural de Columbretes (Baleares). Torpedeado por un submarino italiano, llevaba 500 toneladas de hidrocarburos y el personal de Fene las extrajo a 90 metros de profundidad. El papel del robot Comanche resulta determinante, incluso solicitado por la Comisión Permanente de Investigación de Accidentes e Incidentes Marítimos. Si va solo el robot, puede transportarse en el buque Don Inda de Salvamento. Pero con toda la equipación de buceo se lleva sobre el Clara Campoamor. Hay excepciones: en el hundimiento del Mar de Marín en la ría de Vigo (2014) se montó todo sobre el Sar Gavia.

Una vez a bordo del barco en el lugar del accidente, el robot Comanche es controlado en remoto desde la cubierta por seis técnicos. Cuenta con cámaras móviles y brazos de trabajo para operar a 1.000 metros de profundidad. Y puede realizar trabajos tan delicados en las redes como desenganchar cuerpos: “Es como enhebrar una aguja con un ojo tapado”.

Operaciones de buceo con la campana húmeda. | // SALVAMENTO MARÍTIMO patricia hermida

Las operaciones de buceo se limitan a 90 metros, “no hay otro organismo con esta capacidad”. Y en la campana húmeda bajan tres buzos con suministro extra de oxígeno, comunicaciones y agua caliente para mantener la temperatura: todo esto se proporciona desde el buque a través del umbilical —una serie de cables o “línea de vida”—. De todos modos, si falla el umbilical la campana aporta un extra de seguridad: “Los buzos trabajan más tranquilos en su interior y más centrados, la política de Salvamento es que hay que cumplir el máximo estándar de seguridad y no empeorar la situación asumiendo más riesgos”. Desde el buque, otro equipo de control dirige la misión de la campana “en el medio tan hostil del mar que afecta mucho a los componentes electrónicos”.

Coordinación desde Madrid

Desde los Servicios Centrales de Salvamento Marítimo en Madrid, área de Operaciones Especiales, se coordinan los trabajos de las bases estratégicas de toda España.

Otro papel determinante juega la cámara hiperbárica, que viaja en su contenedor. Funciona como medida de seguridad en caso de accidente de los buceadores. “A unas profundidades, el buceador realiza su trabajo con una saturación y necesita un proceso de adaptación para salir poco a poco a superficie... pero si ocurre un accidente hay que sacarlo rápidamente sin dicha adaptación”, explica la base. Ya en el exterior se mete en la hiperbárica para respirar oxígeno puro en un ambiente presurizado y con control médico.

Al final, los equipos de Salvamento Marítimo cumplen fielmente con el significado de su propio nombre. Como guardianes entre el centeno, pero contra la fuerza indomable del mar.

Marcos Riestra, técnico superior de Operaciones Especiales.   | // SASEMAR

Marcos Riestra, técnico superior de Operaciones Especiales. | // SASEMAR patricia hermida