El pasado 7 de septiembre la Xunta recibió una llamada de un particular alertando de una mortandad masiva de aves en el entorno del embalse de Vilagudín, situado entre los municipios de Ordes, Tordoia y Cerceda. Desde entonces, más de dos meses después, la Xunta solo informó de que se habían recogido aves muertas y las vivas se habían llevado al Centro de Recuperación de Fauna de Santa Cruz (Oleiros) donde se les tomarían muestras para determinar la causa de estas muertes, semejantes a las ocurridas en 2016. A pesar de preguntar este diario en numerosas ocasiones por los resultados de las analíticas, sin éxito, la Asociación Amigos da Terra logró una respuesta tras reconocer el Gobierno gallego que su demanda de acceso a la información se apoyaba en la Ley de Transparencia. La Consellería de Medio Ambiente ha confirmado que las aves murieron por una neurotoxina, el botulismo.

Medio Ambiente destaca que tras el aviso de septiembre (aunque Amigos da Terra ya alertó de lo que ocurría el 20 de agosto) se realizó una inspección en la zona recogiendo 196 ejemplares muertos y 5 vivos. No obstante continuaron con el seguimiento y vigilancia del entorno, “con frecuencia diaria”, hasta el 15 de octubre pasado, “dando como resultado la recogida de 337 animales muertos y ocho vivos de gaviota patiamarilla”.

La consellería señala que tras las analíticas realizadas la mortandad masiva de las aves se debió a una “intoxicación por toxina botúlica”, confirmando así sus sospechas por los síntomas, condiciones ambientales y climatológicas. No se apunta, sin embargo, cómo estas aves cogieron esa toxina que les produce una muerte lenta y dolorosa, paralizándoles nervios y músculos hasta ahogarse y morir por fallo respiratorio. Esta toxina está producida por una bacteria, la Clostridium botulinum.