“En un negocio pequeño como éste los clientes que llevan mucho tiempo viniendo son amigos, entonces tenemos mucha confianza con él”, explica Adrián González desde la barra del bar Canón de Pau, donde desayuna a diario Alfonso Rueda. Es uno de los allegados que traza un perfil de cliente “normal”, la palabra más repetida por los amigos y colaboradores cuando se les pregunta por el primer pontevedrés que será presidente de la Xunta.

Canón de Pau abrió en la plaza de Barcelos, en las inmediaciones de la vivienda de Rueda, en el año 1984. Es un bar familiar que el político frecuenta. “Suele venir a desayunar, con su equipo o solo”, detalla Adrián González, “y normalmente también viene después de trabajar; incluso a veces si está la puerta cerrada llama para tomar algo, porque es de la casa”.

Entre los colaboradores que lo acompañan en estos desayunos (siempre pide café con leche templado), está el presidente del PP local, Rafa Domínguez, que conoció a Alfonso Rueda en 2014. Si tuviese que destacar una característica de él diría “sobre todo, que es una persona muy normal, humana, exigente, pero muy normal, con la que un día podrías estar tomando un vino en un furancho”. Y es que, explica, “le gusta la gente, tanto como la vida activa”.

Es el mismo mensaje que repiten otros de sus colaboradores. “No es de rollo PTV (pontevedrés de toda la vida)”, relatan, “nunca ha participado en camarillas porque no va con él. Es que es muy normal, si tiene que elegir no escoge el gran restaurante, sino el pincho de tortilla y la caña 1906”.

Tras su jornada política, frecuenta locales cercanos a su casa (la cafetería Don José, la panadería Xeve...) y también varios situados en las inmediaciones del Concello, como La Cata. “Le gusta bromear y, sobre todo, te das cuenta de que está muy atento a todo lo que sucede alrededor y presta atención, tiene mucha capacidad de escucha y le interesa mucho lo que pasa en Pontevedra”, dicen.

El deporte es la gran afición de Rueda y la principal excusa (con perdón de las cañas) para quedar con los amigos. Es el caso del concejal Pablo Fernández, que reconoce que en su primer contacto con el futuro presidente gallego le daba la impresión de distante. “Cuando entré en el partido, estaba impresionado, pero después comprobé que es una persona humilde. Lo cierto es que gana mucho en la distancia corta”, asegura.

Siempre que se lo permite la agenda sale a correr a las 7.15 de la mañana. Sus acompañantes en estas salidas (entre ellos, el fiscal jefe de la Audiencia de Pontevedra, Juan Carlos Aladro) detallan que “le gusta superarse, es competitivo” y ha convertido al deporte, especialmente el running y la bici, en su gran vía de escape.

Cuenta con un grupo de amigos con los que sale habitualmente con las bicis de carretera y montaña, pero “nunca desconecta”, explica Pablo Fernández. “Siempre está trabajando, es algo que me parece también muy reseñable de él”.

Alfonso Rueda nació el 8 de julio de 1968 en el extinto sanatorio Santa Rita. Estudió en los colegios Sagrado Corazón de Placeres, Hermanitas de las Discípulas de Jesús (actual Elcano), Paúles de Marín y el instituto Valle Inclán antes de cursar la licenciatura de Derecho en Santiago. De pequeño no era el entusiasta deportista en el que se ha convertido.

La que sí fue muy precoz es su vocación política, desoyendo el consejo de su padre, también político, José Antonio Rueda Crespo, y en 1993, con solo 25 años, ya era presidente de Nuevas Generaciones de Pontevedra.

Es de los que disfruta de una caña bien tirada. Sus amigos más cercanos hablan siempre del mismo plan de ocio: carrera a pie o en bici y, después, una parada en el bar para reponer fuerzas, charlar y bromear.

Marido de una profesional de la banca, Marta Coloret, y padre de dos adolescentes (Marta y Beatriz) Alfonso Rueda lamenta en la intimidad que no dedica el tiempo que desearía a la familia. Lo reconoce Rafa Domínguez, que apunta a que “siempre repite que la política son demasiadas horas, que pierdes tiempo para dar a la familia”.

El futuro sexto presidente de la Xunta ha hecho varias veces el Camino de Santiago, una ruta que conoce bien desde hace décadas, como explica el procurador Carlos Vila, uno de sus íntimos y padrino de una de sus hijas. “Le encanta”, destaca, de la que ha realizado múltiples etapas caminando y en bici.

Es uno de los pontevedreses que retrata en general a un enamorado de la vida activa y también de los animales. La muerte en los años noventa de la mascota que había comprado su padre, el labrador Tau, lo entristeció profundamente.

“Lo conozco desde la infancia y es muy inteligente y amigo de sus amigos”, señala el procurador.

Comprensiblemente, sus amigos le reconocen escasos defectos. Entre los pocos, la impuntualidad, que viene de largo: en su boda sus allegados bromeaban con si llegaría más tarde que la novia, “pero al final cumplió y fue puntual”, explican.

Lo corrobora Rafa Domínguez. “Es el único defecto que tiene Alfonso, que llega siempre 10 minutos tarde. La primera vez que quedé con él llegué diez minutos antes y él diez minutos tarde. Me tuvo esperando 20 minutos a las 7 de la mañana para ir a correr. Cogí un catarro y le eché la culpa a él”.

“La única vez que fui yo quien llegué tarde”, añade entre risas, “él había llegado puntual, con lo cual le sentó fatal”.