La conversación telefónica de 100 segundos mantenida entre el maquinista Francisco José Garzón Amo y Antonio Martín Marugán, el interventor del Alvia accidentado el 24 de julio de 2013 en Santiago, con 80 fallecidos, 11 de Castilla y León, ha pasado a ser una de las claves del juicio al ser ocultada, negada, e incluso tachada como "ilegal".

El conductor del tren que en esa jornada festiva de hace algo más de nueve años descarriló a la altura del barrio compostelano de Angrois habló en sus primeras manifestaciones, con congoja, de culpabilidad y de falta de señalización, pero no aludió a esa comunicación, según los policías nacionales que tuvieron acceso a él.

El revisor, en base a las explicaciones de estos mismos agentes que han comparecido este martes en la vista oral, se refirió a una llamada "breve" en Ourense, pero a ninguna otra. En su caso fue preguntado una primera vez. Y otra segunda, con idéntico resultado.

Este miércoles volverá a ser cuestionado Marugán al respecto, pues está citado.

Andrés Cortabitarte, responsable en su momento de la seguridad en la circulación de Adif, y uno de los acusados, junto a Garzón Amo, llegó a decir en sala, en su testifical, que esta llamada era ilícita, al no tener carácter de urgencia, y que no tendría que haber sido atendida. Ni siquiera existido.

Y en la vista oral el chófer ha declarado que tenía obligación inexcusable de responder al agente ferroviario de a bordo, el cual iba en el tercer vagón.

El diálogo era para preguntar a Garzón Amo si en Pontedeume (A Coruña) podía estacionar en la vía más cercana a la estación para facilitar la salida de una familia.

  • GARZÓN AMO NO HABLÓ DE LA LLAMADA EN SUS PRIMERAS MANIFESTACIONES: El secretario del atestado ha desvelado en esta jornada que Garzón Amo, que entró en el túnel que precede a la curva de A Grandeira a más del doble de la velocidad permitida (80 km/h), no mentó esa llamada.
  • Los investigadores no pudieron constatar su existencia hasta el día 31 después de analizar las entradas y salidas de los teléfonos del maquinista, que llevaba tres consigo, uno corporativo y los otros dos privados. "Desde el principio intentamos determinar si hubo algún tipo de distracción".
  • EL INTERVENTOR LA NEGÓ: Antonio Martín Marugán directamente, en base a este mismo testigo, negó su existencia. "Preguntamos al interventor y nos dijo que no se había comunicado con el maquinista, salvo una llamada breve en Ourense. Le preguntamos dos veces. Él lo negó. Una vez que se hace palpable esa llamada, el órgano judicial decidió pedirle declaración directamente. Ni el maquinista ni el interventor nos dieron información sobre la llamada. Lo descubrimos cuando indagamos".
  • EL VIGILANTE DE RENFE NO HABLA: El vigilante de Renfe, César Castor González, que viajaba junto al interventor, comentó que no iba a contestar pregunta alguna hasta no hablar con sus superiores. Se contactó con él porque hubo testificales variadas, ha manifestado el agente y testigo, con el personal que iba dentro. Cuando se descubrió la existencia de la llamada, fueron llamados a declarar, todos ellos, en sede judicial ante el instructor.
  • LLAMADA DE "OBLIGADA RESPUESTA": Ya con la vista oral en marcha, Garzón Amo ha relatado que a Martín Marugán, como jefe del tren, debía contestarle. Su llamada de servicio tenía que cogerla, fue su argumentación. "Es obligación y tenemos que atenderla". De lo contrario "puede resultar una sanción grave". "El teléfono es una herramienta de trabajo. Estoy obligado a cogerlo".
  • UN DIÁLOGO "IMPENSABLE": Andrés Cortabitarte, en cambio, afirmó en su interrogatorio que Garzón Amo iba hablando por teléfono en el "sitio más importante" de la línea, antes de la curva de A Grandeira que obliga a una reducción drástica de velocidad. El excargo de Adif llegó a calificar de "impensable" e "ilegal" el hecho de haber atendido esa comunicación sobre algo que iba a producirse "hora y media después".
  • "Es como si un conductor de autobús bajase por Despeñaperros hablando por el móvil o como si los pilotos de un avión se ponen a conversar cuando tienen que aterrizar", fue el símil por él empleado.