La Opinión de A Coruña

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El lamento del maquinista tras el siniestro: “La he jodido; madre mía, lo que he hecho”

Garzón se “culpabilizó” del descarrilamiento ante los primeros policías que lo asistieron, confesando un “despiste”, pero también se quejó de la falta de seguridad en la vía

El maquinista del Alvia, malherido y asistido por un policía el día del trágico descarrilamiento en la curva de Angrois. | // ÓSCAR CORRAL

“La he jodido, la he jodido, la he jodido”. En shock, con la cara ensangrentada y sin ser todavía consciente de la magnitud del accidente ferroviario que se acababa de producir en la curva de Angrois, el maquinista del tren Alvia pronunció estas palabras ante el primer mando policial que se dirigió a él justo tras el descarrilamiento. Los lamentos de Francisco José Garzón Amo continuaron durante su traslado al hospital, del que se hicieron cargo dos agentes de paisano. “¡Madre mía, lo que he hecho!”, exclamó ante ellos. En ese viaje se culpabilizó del accidente, confesando que había sufrido un “despiste”, pero también se quejó de la falta de seguridad en la vía. De la falta de señalización que, en definitiva, dejaba todo “en manos” y “a expensas” del maquinista. Sigue el juicio aquí en directo.

El juicio por la tragedia del 24 de julio de 2013, que se saldó con 80 muertos y 145 heridos, encara una nueva fase que durará hasta febrero. Tras los interrogatorios al maquinista y al exdirectivo de Adif Andrés Cortabitarte, los dos acusados en este macroproceso, ayer arrancó la prueba testifical con la toma de declaración a nueve policías nacionales que jugaron un papel clave en la investigación del siniestro y/o en la asistencia a las víctimas. Uno de esos agentes era un mando policial de A Coruña que estaba en Santiago con motivo del dispositivo de seguridad del Día de Santiago Apóstol y que, a raíz de la tragedia, pasó aquella fatídica noche en Angrois. Este comisario fue uno de los primeros agentes que habló con el maquinista una vez fue rescatado malherido del tren. “¿Qué ha pasado?”, le preguntó a Garzón. En aquellos primeros momentos había mucha confusión sobre las causas del descarrilamiento. Las primeras llamadas al 091 hablaban de una “explosión” y el fuerte olor a quemado y aparentemente a amonal —sustancia explosiva— hacían dudar de si estaban ante un accidente o si aquello había sido provocado por un “artefacto colocado en la vía”. Pero la contestación del maquinista disipó cualquier vacilación al respecto. “La he jodido, la he jodido, la he jodido; venía a 190 km/h”, dijo el conductor, que, preguntaba nervioso si había “algún herido”. El mando policial trató de tranquilizarlo. Fue en vano. “¿Cómo no voy a estar preocupado”, le contestó.

Debido a las heridas que presentaba, el maquinista debía ser trasladado al hospital. Con el consentimiento de los servicios sanitarios, su evacuación se hizo en un vehículo policial camuflado con dos agentes de paisano. Se decidió así por motivos de seguridad, para evitar posibles incidentes o agresiones hacia su persona ya que en el centro sanitario iba a coincidir con los heridos y los familiares. Aquel fatídico día 24 de julio aún no estaba detenido —el arresto se formalizó en la jornada siguiente, la del 25—. Los policías que acompañaron a Garzón en ese trayecto al hospital también comparecieron ayer como testigos. Ambos coincidieron en que, de forma espontánea y en el transcurso de una “conversación” con ellos, fue profiriendo expresiones en las que se lamentaba sobre lo ocurrido. “¡Madre mía, lo que he hecho!”, “Ojalá me pasara a mí”, afirmó, verbalizando que hubiese “preferido” no estar entre los supervivientes.

“En shock y triste”

Garzón, recuerdan, atribuyó en esos primeros momentos lo ocurrido a un “despiste”. “Hacía ese trayecto tres veces a la semana y lo conocía, pero nos contó que perdió las referencias, que pensaba que estaba en un punto ubicado dos túneles antes y que cuando quiso reaccionar ya no pudo hacer nada”, concretó uno de los agentes. “Estaba en shock, triste, preocupado... Hablaba como para el infinito, se culpabilizaba de lo ocurrido”, dijo el otro policía. Pero el conductor no solo descargó la culpa en él. Porque ante estos agentes también reflexionó y se “quejó” sobre la falta de seguridad en dicha vía. “Nos dijo que [la vía] carecía de señalización, que era una vía preparada para ir a 200 km/h y él tenía el punto memorizado [para frenar], que no había señales ni balizas, que recaía en él la responsabilidad, que todo el peso se situaba en la pericia del conductor”, refirió uno de estos testigos policiales, añadiendo que llegó a expresar que por este motivo algo así tenía que pasar “algún día”.

“Decía que la culpa era suya, pero que la seguridad de la vía no era la adecuada al dejar todo en manos del maquinista”, coincidió el otro policía, recordando como el teléfono móvil de Garzón “no dejó de sonar” durante ese viaje hacia el centro hospitalario. En una de las llamada recibidas se quejó a alguien, no supieron especificar los policías si de Adif o Renfe, de las deficientes medidas de protección existentes entonces en una vía en la que, a raíz del accidente, se implantó una seguridad que se extendió además a otros puntos de la línea ferroviaria española en la que, como en Angrois, es necesario realizar una significativa reducción de velocidad para encarar con garantías el trayecto.

La sesión de ayer fue la cuarta desde que el 5 de octubre arrancó este juicio en la Cidade da Cultura compostelana. Una jornada en la que la gran sala de vistas estuvo más vacía que nunca ya que faltaban la mayoría de los abogados que ejercen la acusación particular, aunque sí estaban los que representan a las plataformas de víctimas que, junto al fiscal y los letrados de la defensa, tuvieron un papel activo en las tomas de declaraciones de los primeros testigos que han comparecido para arrojar luz sobre este accidente. Tampoco asistieron los dos acusados, una ausencia que autorizó la jueza.

El conductor fue trasladado a comisaría “tras recibir el alta”

En su comparecencia del 6 de octubre Francisco José Garzón denunció el trato recibido por las autoridades en las jornadas posteriores al siniestro. “Es criminal que me saquen del hospital con tres costillas rotas; no estaba recuperado para ir al calabozo”, declaró entonces el maquinista, añadiendo que en los calabozos de la Policía Nacional, como sus lesiones le impedían tumbarse, se pasó la noche sentado en el suelo ya que no podía usar el catre y no le facilitaron una silla. Pues bien, en la comparecencia de ayer del agente que ejerció como secretario del atestado policial, el fiscal le preguntó sobre esta cuestión. El policía relató que Garzón adquirió la condición de detenido el 25 de julio —el accidente fue el 24— y que fue trasladado a comisaría “cuando recibió el alta hospitalaria” por parte de los médicos, sin que la Policía Nacional tuviese intervención en dicha decisión sanitaria. A este policía no le consta, declaró, que el maquinista se quejase en calabozos sobre su estado físico. El testigo explicó que lo que se activó en dependencias policiales —en las que el arrestado se acogió a su derecho a no declarar— fue el protocolo para evitar alguna hipotética intención autolítica. Se hizo con “vigilancia directa” mediante cámaras que lo enfocaban y un agente que estaba atento por si se producía alguna incidencia de esta índole que le obligase a intervenir.

Los toques de atención de la jueza

Hasta el momento, el juicio se mueve en un clima se sosiego, pero no ha impedido que la jueza, Elena Fernández Currás, diera ayer cuatro toques de atención para centrar la intervención de los letrados y evitar desviaciones. El primero fue cuando el abogado de la aseguradora de Renfe preguntó por el proceso de la detención de Garzón y la toma de huellas. “Cuestionar ahora eso es cambiar el objeto del juicio”, le advirtió, para reprocharle que si tenía quejas por el trato del detenido tenía que haberlas aportado en su día. El segundo aviso fue para el letrado del maquinista, quien preguntaba al policía que estaba declarando si además de a Renfe y a Adif no habían pedido informes a órganos independientes. “La investigación la llevó el juzgado de instrucción, ¿no le parece suficientemente independiente? Es una pregunta impertinente”. Otro toque de atención se lo dio a un abogado de las víctimas, que quería saber cómo de afectado estaba el policía aún ahora tras estar en el escenario del accidente. La juez le soltó que aún agradeciendo el trato, eso no eran preguntas porque no se podían hacer calificaciones del estado de las víctimas y que todos se podían imaginar cómo estaban. El último llegó cuando un letrado pidió agrupar en un solo día los testigos citados en tres jornadas. Fernández Currás le respondió que ella no lo iba a hacer por las molestias que generaría y les recordó que fueron los abogados quienes se opusieron a las videoconferencias para declarar.

AGENDA DEL JUICIO ESTA SEMANA

El miércoles 26 será el turno del interventor del tren que hablaba con el maquinista, con el que estuvo al teléfono durante 100 segundos para intercambiar información sobre la entrada en Pontedeume, localidad en la que se bajaba una familia. Esta conversación no fue comunicada en un primer momento al juez ni a la policía, pero fue clave porque el propio maquinista admitió que le hizo perder la “conciencia situacional” y no frenó para afrontar la fatídica curva, por lo que el tren la inició a 180 kilómetros por hora cuando el límite era de 80. Junto al interventor viajaba un empleado de Prosegur como personal de seguridad que también está citado ese día, al igual que otro empleado de Renfe y el maquinista que llevó el tren desde Medina del Campo hasta Ourense.

El jueves 27 comparecerán ante la jueza dos vecinos que fueron los que auxiliaron en un primer momento al maquinista Francisco Garzón, quien se sienta en el banquillo de los acusados junto al exdirector de Seguridad en la Circulación de Adif Andrés Cortabitarte.

La jornada del jueves se completará con el jefe de circulación de la estación de Santiago y con las de José Ramón Iglesias Mazaira, el jefe de maquinistas de la gerencia de Galicia de Renfe que trasladó un aviso a sus superiores sobre la peligrosidad de la curva de A Grandeira. Mazaira declaró en su día (en 2014) ante el juez instructor y también lo hizo en la comisión de investigación sobre el siniestro en el Congreso de los Diputados (en 2018), donde aseguró que tramitó “de forma impecable” el informe que redactó un año y medio antes de que ocurriera el accidente, en el que hablaba de una serie de anomalías en la vía.

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