Arranca la misión: el ‘Ártabro’ ya mapea la zona del naufragio del ‘Villa de Pitanxo’

El 'Artabro', a su salida del puerto de Vigo.

El 'Artabro', a su salida del puerto de Vigo. / Javier Vázquez

Lara Graña

Antes de las 7 horas de la mañana UTC de ayer, el buque offshore Ártabro, de la compañía viguesa ACSM, empezó con los trabajos de localización del Villa de Pitanxo, el pesquero de Marín hundido el 15 de febrero de 2022 en aguas de Terranova. Desde esa hora, el equipo contratado por el Ministerio de Transportes navegaba a unos cuatro nudos de velocidad, con rumbo norte a sur y cubriendo una ruta de unas siete millas.

Toda la atención está puesta en la sonda Furuno FE-700, que emite ráfagas de pulsos ultrasónicos para dibujar gráficamente el fondo del mar. Detectará previsiblemente múltiples puntos de interés —restos de puertas de arrastre, otros elementos hundidos con el tiempo o montañas del fondo marino— que deberá ir descartando una a una hasta verificar que ha encontrado los restos del pecio.

El Ártabro peinará 25 kilómetros cuadrados diarios con barridos laterales, hasta localizar el pesquero. Una representación gráfica de su silueta, como quiera que esté la estructura —doblada, de costado, partida...— se verá en la cubierta del offshore.

Se conoce la posición exacta de la posición emitida por la radiobaliza: latitud 46º, 49, 85’N y longitud 046º, 40, 67’ W. Es un punto casi idéntico al marcado por la caja azul del barco, que es un dispositivo de control pesquero. Eso no significa que el Pitanxo está justo debajo de esas coordenadas en concreto: es preciso tener en cuenta tanto la denominada curva loxodrómica —el planeta tierra es redondo— como el modo en que el pesquero se hundió y las corrientes. No se sabe, además, si la estructura se partió tras quedar por debajo del agua. El pesquero quedó sin gobierno en algún momento, a partir de las 04.00 horas de aquella madrugada gélida, y terminó devorado por el mar. Según la versión del capitán, Juan Enrique Padín, el motor Wärtsilä dejó de funcionar de forma súbita y sin motivo aparente, lo que convirtió la embarcación en un juguete a merced de las olas, que precipitaron una escora a babor y, a la postre, su hundimiento.

La del marinero Samuel Kwesie Koufie, respaldada por la tripulación del Playa Menduiña Dos —rescató a los únicos tres supervivientes y varios cadáveres— descarta ese factor sorpresivo: incide en que el aparejo sufrió un embarre o espichada, un enganchón con algún elemento del fondo del mar, que fue fatal debido a la negativa de Padín de corregir la maniobra, cortar los cables y perder la pesca de aquellas últimas horas.

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