Año I de Rueda

Alfonso Rueda en la celebración este sábado del primer año de su victoria electoral / Álvaro Ballesteros / Europa Press
Irene Bascoy
El “tímido con tablas”, en palabras de su madre, celebrará el martes que hace un año lograba su primera mayoría absoluta. En mayo de 2022, Alfonso Rueda heredaba el cargo en la Xunta y en el PPdeG por designación de Alberto Núñez Feijóo, previo acuerdo no exento de ciertas tensiones con algún barón que ya no lo es. El 18 de febrero de 2024 se sacudía las tutelas al lograr 40 escaños y casi el 48% de los votos. Casi un año después, cabe preguntarse: ¿se nota que hay jefe nuevo? Rueda, libre de ataduras tras la victoria electoral, se sacude la sombra de Feijóo.
Cuando en la primavera de 2022, el choque de Pablo Casado e Isabel Ayuso coloca a Feijóo de rebote en Génova y a Rueda en San Caetano, las expectativas, incluso dentro del propio PP, eran óptimas para el primero, muchos ya lo veían con un pie en la Moncloa, y menos halagüeñas para el segundo. Con él, había más incógnitas. ¿Tendrá madera de líder?, ¿será capaz de lograr una mayoría absoluta?, se preguntaban los más escépticos. Tres años después, así es la política, Feijóo sigue en Génova con la presidenta de Madrid marcándole de cerca, y en Galicia, ya nadie discute que ha arrancado la era Rueda, y que ésta tiene visos de durabilidad. Por los aciertos del propio PP y los errores de la oposición. Aciertos porque los populares llevan 16 años al frente de la Xunta y no hay atisbos de cansancio en la ciudadanía y errores porque BNG y PSdeG han sido incapaces de construir una alternativa. Desde el 18-F, además han surgido grietas en el liderazgo de Ana Pontón y los socialistas, con José Ramón Gómez Besteiro al frente, todavía se lamen las heridas de la debacle electoral. Su deterioro no mengua y la crisis del PSOE de Santiago lo evidencia.
Pero volvamos a Rueda. A diferencia de Feijóo, Galicia parece que es su destino final. Al ahora líder nacional del PP lo veíamos siempre pendiente de Madrid. Sopesó hacer las maletas cuando Mariano Rajoy dejó paso libre, pero lo descartó al no ser el único aspirante. Y encontró su momento en 2022, tras el pulso perdido de Casado con Ayuso. Rueda, en cambio, es tajante sobre sus aspiraciones: “Ya tengo una edad y una situación para pensar que sí que están colmadas mis aspiraciones. Aparte, es que no me apetece nada Madrid. Estoy muy bien aquí”.
El equipo de Rueda
El líder popular sorprendió con la remodelación de su Gobierno. Apostó por «la horizontalidad», un gabinete presidencialista, pues eliminó las Vicepresidencias heredadas de Feijóo, y así degradó a Diego Calvo y Ángeles Vázquez a solo conselleiros. La autoridad que ganó con más de 700.000 votos en las urnas le permitieron este golpe de mano. Hay malestar, pero se rumia en silencio porque “el jefe es el jefe”.
En la conformación de su nuevo Gabinete, hubo otra decisión que sus ahora conselleiros no olvidan. Rueda prescindió de Elena Rivo, a quien él mismo había nombrado solo nueve meses antes conselleira de Emprego. No le dolió reconocer, aunque indirectamente que se había equivocado, y mandó un mensaje a los suyos: espabilaos que no firmáis un contrato por cuatro años con posibilidad de ampliación. Y este apercibimiento caló tanto, que pese a que solo hace un año que hubo elecciones, se especula ya sobre cuándo será la primera crisis de gobierno. Y aunque lo habitual es mediada la legislatura, o tras las elecciones municipales, hay quien la ve más próxima. Cabe apuntar además que este Gobierno no es 100% Rueda todavía. Aún hay muchos conselleiros heredados de Feijóo.
El relevo de Julio García Comesaña, que era físico, por el oncólogo Antonio Gómez Caamaño para la Consellería de Sanidade llamó la atención y ayudó a Rueda a marcar la diferencia con Feijóo. “Los médicos han vuelto a tomar el mando en el Sergas”, proclaman algunos, que no dejan pasar por alto los últimos charcos en los que se ha metido el nuevo titular de Sanidade (los mayores usan la app del Sergas “que te cagas”, …).
Que un gobierno no tenga vicepresidencias, no significa que no haya hombres/ mujeres fuertes. Cargos populares ponen el foco en el conselleiro de Cultura, José López , y la titular de Vivenda, María Jesús Allegue.
Todos ven a López, llamado a mayores responsabilidades, pero por ahora tiene ante sí dos grandes retos. El primero es un acuerdo de país con medidas efectivas para que más jóvenes hablen gallego ante el declive del idioma. Saben en el PP que no habrá pacto con el BNG, pero si López logra cierta complicidad de la RAG y el Consello da Cultura Galega con sus propuestas se apuntará un buen tanto. Su talante conciliador puede ayudarle.
El segundo, de ámbito más local, es dar con un proyecto de éxito para el Teatro Fraga en Vigo. No se trata solo de recuperar el edificio, sino dotarlo de contenido y que sea un polo de atracción cultural para la primera ciudad de Galicia. Es un proyecto estratégico porque esta inversión ayudaría a romper el discurso de Abel Caballero de que la Xunta no invierte en la ciudad.
Y Allegue despunta porque Rueda la colocó ante la Consellería estrella de esta legislatura: Vivenda. Su gran promesa electoral son 20.000 pisos de protección para 2028. Es una novata en política, pero una gestora con experiencia que trabaja «a destajo», sostienen sus compañeros.
El PPdeG
Rueda también lidera el PPdeG y puede presumird de haber recuperado la Diputación de Pontevedra y la alcaldía de Ferrol. Y también podría presumir de que controla el partido en Ourense, con la intermediación de Luis Menor. El PP ourensano ya no es “una subcontrata” encomendada a los Baltar. Rueda fue capaz de apartar del centro de decisión a los Baltar, lo que no pudo, no quiso o no fue capaz Feijóo durante quince años. Y el resultado electoral le dio la razón. No hubo coste.
Rueda tiene ahora dos “fieles y leales” al frente de la organización conservadora en Ourense y en Pontevedra (Luis López), se entiende bien con la presidenta provincial del PP de Lugo, Elena Candia, y en A Coruña, sobrevive con un perfil rebajado Diego Calvo.
Paula Prado ha enfriado la posibilidad de un congreso regional en el horizonte próximo, prefiere centrarse en las elecciones municipales de 2026. Pero habrá congreso gallego, y tras él vendrán los provinciales, y para entonces “se explora” un recambio en Coruña. A ver qué sucede. El PPdeG está en fase de transición, para parecerse más a los nuevos tiempos. Es decir, a Rueda.
La gestión
Hay decisiones de Rueda que han sorprendido por no estar exentas de peligro. El presidente es “proactivo”, “toma la iniciativa y asume riesgos”, cuentan quienes le conocen.
A modo de ilustración, la futura ley de la CRTVG, que abre la puerta al uso del castellano en el canal público, y la modificación normativa para que los jefes territoriales de la Xunta ya no tengan que ser funcionarios. La reforma de la primera norma era una patata caliente que para no agitar el avispero de las críticas, Feijóo había guardado en el cajón. A Rueda tampoco le ha importado que los sindicatos le acusen de sembrar la Xunta de “comisarios políticos”.
También hay decisiones que han llamado la atención por inesperadas. En concreto dos, el afán que le ha entrado al hoy presidente de la Xunta por ampliar las competencias de su Gobierno (costas, meteorología, …) cuando siendo conselleiro de Presidencia no era en absoluto su prioridad. Y su decisión de revisar el Plan de Normalización Lingüística, a sabiendas de que el BNG lo usará como arma arrojadiza.
¿Cómo pueden interpretarse ambas iniciativas? Como un intento de dibujar un perfil galleguista a quien estando en la oposición participó en una protesta de Galicia Bilingüe. O quizás, querer anticiparse a la oposición y hacer bandera de temas que antes eran de ellos.
Economía
Aunque Galicia acelera su ritmo de convergencia económica con la media Europa, pasando de ser la undécima región a la novena de España con mejor PIB, también es cierto que hay seis autonomías que superan la media comunitaria y nosotros no estamos en ese grupo. Queda mucho todavía por hacer. Y con este objetivo, Rueda decidió crear una oficina económica para coordinar todos los proyectos estratégicos que puedan llegar a Galicia y que así “no se pierda una oportunidad”.
Pendientes estamos de esa oficina. Y esperamos que muchos sean sus éxitos. Ojalá Galicia pueda presumir de captar proyectos de envergadura, por ejemplo como los de Aragón, comunidad gobernada también por el PP, donde Blackstone va a invertir 7.500 millones en un centro de datos, que se suma a los tres que prevé Amazon en la misma comunidad (17.500 millones). Sin olvidar, la planta de baterías de Zaragoza (4.100 millones) que impulsan Stellantis y la china CATL. Galicia debe ser ambiciosa y aspirar a ello.
Rueda ha logrado en tiempo récord lo que otros tardaron legislaturas: ser un presidente sólido y líder indiscutible de su partido, con la sombra de Feijóo difuminada. Y enfrente tiene a una oposición, que no logra pasar a la categoría de alternativa. El sueño de un nuevo bipartito asemeja a día de hoy una quimera.
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