El sobrecoste de la exigencia de las nuevas calderas de gas: hasta 3.500 euros
La modernización energética y las obras para cumplir la nueva normativa «enfrían» el bolsillo: requieren de una inversión media de 2.000 euros | Afecta a pisos y adosados

Explosión de gas ocurrida en una vivienda de Vilagarcía de Arousa. | Noe Parga
e. ocampo
Cuando una antigua caldera de gas falla en un piso o chalé adosado, a la falta de agua caliente se suma otro jarro de agua fría : un mazazo económico. No avisa. Un día deja de funcionar, simplemente. Y entonces, en miles de hogares gallegos empieza una cuenta atrás inevitable: encontrar una nueva caldera que sea de condensación, adaptar la instalación y asumir una factura que de media ronda los 2.000 euros, pero que fácilmente puede subir hasta los 3.500. A la avería se suma urgencia, papeleo y obras imprevistas.
En Galicia ya no se instalan calderas atmosféricas ni estancas convencionales de gas para sustituciones. ¿El motivo? Aunque la normativa europea no las prohíbe expresamente, sí restringe su instalación e impulsa soluciones más eficientes y menos contaminantes, como las calderas de condensación, bombas de calor o eléctricas. El argumento de fondo es el impacto medioambiental.
Y, tras el apagón de las calderas convencionales, llegan las exigencias técnicas por los nuevos sistemas de evacuación de humos y la adaptación a normativas que cambian tan rápido como las propias necesidades energéticas. Y así, la sustitución de calderas antiguas por modelos más eficientes es una realidad que viven cada año miles de gallegos.
Afectados confirman que la operación no solo implica el coste del nuevo aparato, sino a veces obras para adaptar la instalación a la salida de gases o, en algunos casos, el cambio de tuberías. La inversión mínima ronda los 1.800 euros, aunque con frecuencia la factura total —caldera, instalación y pequeñas reformas— es más abultada, según fuentes del sector consultadas y presupuestos costeados ya por particulares contactados por este medio.
Solo los hogares gallegos que tienen calefacción a través de gas natural o propano ascendían a unos 300.000 en 2020, sin contar los edificios con calderas para uso de agua caliente, y que estarían obligados a adaptarse a la normativa europea.
«Hoy día y debido a las exigencias europeas de eficiencia, concretamente con el ecodiseño, las calderas que se disponen en los puntos de venta solo son de condensación», explica el ingeniero Marcos García González, desde la Asociación de Empresas de instalación, mantenimiento y reparación de agua caliente sanitaria, calefacción y gas, «Foncalor», fundada en 1973 y que aglutina a más de 300 asociados.
Respecto al ahorro energético que promete la condensación, el ingeniero García aclara: «Lo normal sería hablar de la sustitución del equipo para poder obtener un máximo de un 15% de ahorro. Pero si se combina la sustitución con otras mejoras en gestión energética de la instalación, como la zonificación mediante válvulas termostáticas y centralitas de regulación con sonda exterior, podríamos conseguir mejoras del 25%».
Escollo en zonas históricas
Instaladores de gas advierten de que «actualmente, prácticamente solo se instalan calderas de condensación». Y requieren además condiciones específicas para la evacuación de gases que no siempre son fáciles de cumplir, especialmente en edificios antiguos o situados en zonas protegidas, como los cascos históricos. La adaptación en viviendas antiguas no siempre es sencilla.
«En muchas viviendas con calderas atmosféricas, las antiguas chimeneas de ladrillo usadas para la evacuación de humos no cumplen los requisitos de seguridad actuales», señala un instalador. Además, ordenanzas municipales en zonas históricas pueden impedir instalar nuevas salidas de humos visibles en fachadas, complicando aún más la instalación. Es el caso de viviendas del casco histórico de Santiago, señalan. ¿Y cuando no es viable cumplir la normativa? Muchos propietarios se ven obligados a optar por soluciones eléctricas (radiadores eléctricos y termos de agua caliente) que incrementan significativamente el consumo.
El coste de reformar la instalación, según instaladores de gas consultados, es lo que puede suponer un desembolso adicional de entre 400 y 1.400 euros, dependiendo de la altura de la vivienda o las restricciones del edificio. «En áticos, el acceso al tejado facilita el trabajo, pero en plantas intermedias o en inmuebles protegidos, los costes pueden ser mayores», advierten.
Apuesta por ¿el hidrógeno?
Las antiguas calderas atmosféricas, menos seguras y eficientes, han desaparecido casi por completo del mercado. Fueron sustituidas por calderas estancas, más seguras al captar aire del exterior, pero aún contaminantes. Las de «bajo NOx» suponen una mejora en emisiones, aunque la auténtica revolución son las calderas de condensación: más caras al inicio, pero más eficientes y sostenibles a largo plazo. Algunas compañías añaden contratos de mantenimiento al cambiar la caldera o de proveedor, lo que implica cuotas adicionales y, a veces, un servicio deficiente —según las quejas de los usuarios—.
En este contexto, el futuro pasa por el hidrógeno. Según recuerda el ingeniero Marcos García, «el hidrógeno es una alternativa al gas natural que podría llegar en un futuro a las viviendas a través de la red de gas existente». Al no generar emisiones, se prevén nuevos programas de ayudas para fomentar su implantación. Y esta transición marcará un cambio decisivo hacia sistemas más sostenibles.
Por último, una de las anomalías detectadas por instaladores es que hay calentadores atmosféricos —no calderas—aún a la venta en grandes superficies comerciales. La paradoja está en que ya no se pueden instalar legalmente y ningún instalador oficial lo haría. ¿Entonces, por qué aún se venden?, se preguntan.
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