La superviviente al rayo que mató 22 vacas: «Creo que las botas de goma me salvaron»

«El trueno fue tremendo» relata la ganadera, que sospecha que el agua acumulada en el camino pudo ejercer de conductor de la corriente

Un rayo mata a 27 vacas en Rodeiro, Pontevedra

Lucía Feijoo Viera

Alfonso Loño

Rodeiro

El camino que parte de las inmediaciones de casa de la familia Pardo Méijome, en la aldea de Quintá (Rodeiro), y comunica con una finca en la que con frecuencia pastaba el ganado de su explotación mostraba ayer un aspecto desolador. Entre losas de piedra recubiertas de musgo, barro y agua yacían los cuerpos de 22 extraordinarias vacas de la explotación de Camba que anteayer a media tarde perdió no solo su medio de vida y sustento económico, también más de una veintena de productoras de leche en un territorio como Galicia donde cada vaca, además de tener nombre desde que casi deja de ser amamantada por su madre, es una más del clan familiar.

Cándido Pardo no tenía ganas de hablar. Con 60 años cumplidos, el futuro de la explotación es una incógnita pues ninguno de sus dos hijos tomará el relevo. Julia Méijome, con un brazo en cabestrillo, atiende en la era de la casa a su nieto que pronto cumplirá 3 años. Los tiempos en el rural no se miden en décimas de segundo y por eso esta lalinense de 58 años, natural de la parroquia de Filgueira, confiesa que fue «á tardiña» cuando un rayo mató 22 vacas de las 23 que traía para casa. La última, convaleciente de una pata, iba en la parte de atrás del grupo y momentáneamente salvó la vida, aunque no se descarta que tenga que ser sacrificada a consecuencia de los daños .

«Fue el último trueno que cayó, de eso me acuerdo, y que fue un ruido tremendo, un gran susto», afirma Julia, quien al tiempo sospecha que el agua que se acumulaba en el camino pudo haber ejercido de conductor de la corriente eléctrica del rayo. Convaleciente de una pequeña fractura en un brazo provocada por la patada de una ternera, días atrás, considera que las botas de goma que llevaba le salvaron la vida.

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En el establo quedan ahora solo cuatro cabezas de ganado. Son vacas frisonas rojas que tanto las irrecuperables como las que quedan dan la sensación de haber estado siempre muy bien alimentadas. María, hija del matrimonio, cifra en 60.000 euros las pérdidas y, como subraya su madre, considera que el seguro no les compensará la totalidad del dinero. Además, y dejando a un lado el componente emocional o lo que puedan ser capaces de pagar por otras, tampoco es sencillo encontrar más de una veintena de vacas adultas en producción con las mismas características en el mercado. Posiblemente es todavía pronto, cuando no han transcurrido ni 24 horas de aquella fatídica tormenta, pero a tenor de lo que comenta la hija de Cándido y de Julia tampoco descartarían el cierre de la explotación.

«El seguro pienso que no nos cubrirá ni la mitad y las pérdidas estamos hablando de más de 60.000 euros... Y la verdad ni mi hermano ni yo tenemos pensado seguir con esto porque tenemos nuestros trabajos», manifiesta María, que además de su niño de dos años, tiene otro más pequeño que le requiere su atención permanente. María piensa en su padre y admite que todavía está «destrozado». Preguntada sobre si podrá sacar adelante la explotación después de este inesperado revés, incide en que todavía es pronto para saberlo. «Recuperar todo lo que se perdió es imposible. ¿Seguir con esto? Tampoco podría decir una cosa u otra, no sabemos si habrá que cerrar la explotación o continuar adelante. Tendrán que hablarlo y tomar una decisión», insiste.

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