El rayo más mortal cayó en Allariz hace 123 años
Lo ocurrido en Rodeiro la semana pasada, cuando un rayo fulminó a una veintena de vacas, rescata del olvido la tragedia de la iglesia de San Salvador de Piñeiro, en Allariz, alcanzada por un rayo en 1902. Murieron 25 personas y otras 65 resultaron heridas. Los 6 sacerdotes presentes se salvaron.
Rafa López
Día de san Juan de 1902. El rey Alfonso XIII lleva un mes como jefe de Estado, tras haber sido declarado mayor de edad al cumplir los 16 años. Otro monarca, Eduardo VII de Inglaterra, tiene que aplazar su coronación por una apendicitis. Un brillante adolescente llamado José Ortega y Gasset veranea en Vigo. Acaba de fundarse el Real Madrid. Comienza un verano muy tormentoso en Galicia, especialmente en el sur. En la iglesia de San Salvador de Piñeiro, en Allariz, seis sacerdotes ofician los funerales del vecino Benito Cid, que había sido enterrado un par de horas antes. Nadie imagina lo que va a ocurrir a las 10 de la mañana de aquel martes, 24 de junio.
«El tiempo estaba de tronada. Las descargas eléctricas se sucedían con frecuencia. El sacristán cerró las puertas del templo, por precaución. Ocupaba la mayoría de los fieles un espacio separado del presbiterio. Hallábanse los sacerdotes cantando la vigilia de difuntos, cuando se oyó una espantosa detonación», contaba en su crónica Juan Neira Cancela (1849-1909), militar, escritor y periodista vigués que informó del suceso en Faro de Vigo, del mismo grupo editorial que este periódico. «Todas las personas que se hallaban en el templo cayeron por tierra. (...) Los supervivientes se lanzaron a las puertas para abrirlas. (...) Tuvieron que atravesar por entre una masa compacta de cuerpos inanimados. Cuando lograron abrir las puertas muchos fueron corriendo a dar cuenta a los vecinos de lo ocurrido. Otros dedicáronse a auxiliar a las víctimas», continuaba el cronista.
En esa primera crónica, publicada el 26 de junio, Neira Cancela menciona ya el número de muertos que ha pasado a la historia: 25, doce mujeres y trece hombres. La víctima más joven fue una chica de 16 años. Una de las fallecidas estaba embarazada. La cifra de heridos se fue ampliando hasta 65. Uno de ellos, dice el cronista, «se volvió loco». Algunos se debatían entre la vida y la muerte semanas después.
El templo aparecía «cubierto de cuerpos humanos» y algunos parecían «como petrificados». A Neira Cancela le llamó la atención uno de los cadáveres: «En el presbiterio y sobre las baldosas del pavimento, hallábase el cadáver de una hermosa joven, como de 23 años, rubia. Su agraciado rostro no ofrecía ninguna de las características huellas que deja la muerte. Parecía hallarse sumida en un sueño dulcísimo», describió.
«Asfixia blanca»
A este fenómeno, conocido como «asfixia blanca» dedicaron un artículo científico el conocido físico y divulgador gallego Jorge Mira, el médico de familia en Allariz Roberto Fernández y el profesor de Historia jubilado Antonio Blanco. Publicado en «Cadernos de Atención Primaria» en 2021, y titulado «A asfixia branca: mito e realidade de vintecinco mortes por un raio», el estudio explica qué es esa muerte blanca a la que aludió Alfredo Cid Rumbao (1912-2000), cronista oficial de Allariz, en sus escritos. «Si la corriente penetra en el cuerpo, viaja por los caminos de menor resistencia: el sistema nervioso y los vasos sanguíneos. A nivel cardiovascular puede provocar un paro ventricular que da lugar a una asistolia, que, por cese de la perfusión, produce una coloración de piel pálida», señala el artículo.
Los investigadores recuperaron en el Registro Civil de Allariz los certificados de defunción de los 25 fallecidos, a los que se les practicaron autopsias. Solo una minoría, 11, murieron como resultado de directo de daños eléctricos, diagnosticándose «asfixia por electricidad». En 14 certificados, por el contrario, aparece como causa de la defunción una conmoción cerebral: «Pudo deberse a los efectos mecánicos de la electricidad, pero, como no fue una descarga directa, probablemente corresponde a traumatismos causados cuando parte de la bóveda de la iglesia se derrumbó sobre los asistentes», razonan los autores.
En cuanto a lo que la crónica de Neira llama «chispa eléctrica», el artículo dice que la explicación más probable es el impacto de un rayo en el campanario, dado que las iglesias suelen ser los edificios más altos de los pueblos y terminar en cruces de metal que «son una especie de pararrayos improvisados, solo que sin circuito de descarga controlada a tierra». En definitiva, concluyen que «la falta de pararrayos en ese templo fue determinante para esta fatalidad». El pararrayos fue inventado por Benjamin Franklin 150 años antes de esta tragedia, pero en la España rural, su instalación no se generalizó hasta bien entrado el siglo XX.
También destacan los autores que los feligreses, casi todos campesinos, tenían la ropa empapada por el aguacero del que se refugiaron en la iglesia, lo que contribuyó a la transmisión de la corriente entre ellos. En cuanto a los sacerdotes, lo más decisivo en su salvación –solo uno resultó herido leve– no fueron las casullas de seda, como apuntaban crónicas de la época, sino que estaban «separados del centro del siniestro» y que seguramente llevaban «calzado aislante, de piso de goma», mientras que los feligreses, más pobres, calzaban «zuecos remachados con ‘herraduras’ metálicas».
Neira Cancela escribió que la corriente eléctrica arrancó la piel de varios de los heridos, carbonizando sus tejidos. La explicación que aporta este artículo es que la electricidad viaja a través de la superficie vaporizando el sudor –que presentaban los labriegos– y la humedad «con un efecto explosivo que puede despojar a la víctima de zapatos y ropa, aunque de esta manera se atenúa en parte la circulación interna de la corriente».
La noticia de la tragedia dio la vuelta a España. Alfonso XIII se interesó de inmediato y envió 2.500 pesetas (unos 130.000 euros actuales, considerando la inflación) al alcalde de Allariz. Se organizaron suscripciones (colectas de donativos) en varios lugares de Galicia, entre ellos Vigo, que canalizó Faro. El periódico vigués publicó durante semanas listas de las aportaciones con cuantías, nombres y apellidos: Tapias, Sanjurjo, Babé, Barreras, Curbera, Troncoso, el conde de Torre Cedeira...
La iglesia de San Salvador de Piñeiro fue desmantelada en 1922. Sus piedras fueron aprovechadas por los vecinos para cerrar fincas. Solo se conservó su portada románica, que fue integrada en la fachada sur de la iglesia de San Pedro de Allariz. Además, a escasos metros del lugar del suceso se erigió, mediante donativos, un modesto monumento de piedra, rematado en una cruz, en memoria de las víctimas. Un recordatorio de una tragedia casi olvidada y del poder destructivo de las tormentas.
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