Tráfico de móviles dentro de las cárceles gallegas: se detecta uno cada cuatro días

Se utilizan para hacer llamadas personales, pero también para continuar con la actividad delictiva desde el interior de los centros penitenciarios | Se intervinieron 428 en un lustro

Un coche de la Guardia Civil ante el Centro Penitenciario de Teixeiro

Un coche de la Guardia Civil ante el Centro Penitenciario de Teixeiro / Eliseo Trigo - EFE

belén teiga

Santiago

Los teléfonos móviles son, desde hace ya mucho tiempo, un elemento codiciado en las prisiones, donde no está permitido su uso, tanto por motivos de seguridad como por el cumplimiento del mandato constitucional de reeducación y reinserción social. Con todo, esto no significa que no haya presos que consigan, a través de multitud de métodos, introducir con diferentes fines estos dispositivos dentro de las cárceles.

Su utilización es más frecuente de lo que puede parecer y es que, sin ir más lejos, en Galicia se detecta la presencia un móvil en prisión cada cuatro días. La Agrupación de los Cuerpos de la Administración de Instituciones Penitenciarias (Acaip) denuncia que en el último lustro se localizaron hasta un total de 428 dispositivos en los centros penitenciarios de la comunidad. A nivel estatal, el número de teléfonos incautados en este periodo ascendió hasta los 12.882. En el último año, se encontraron en las prisiones un total de 2.884 dispositivos.

Las razones por las que los presos buscan introducirlos son diversas, según explica el portavoz de Acaip-UGTJoaquín Leyva: «Hay algunos que lo único que pretenden es tener conversaciones con sus familias fuera de los horarios establecidos. Las llamadas regladas se realizan desde una cabina telefónica que está situada en el patio y lo que quieren es más intimidad».

Un segundo perfil, expresa, sería el de aquellos que «venden las llamadas para hacer negocio dentro del centro» sin conocer, en ocasiones, cuál es la finalidad concreta por la que se compra este servicio.

Por último, Leyva apunta a los presos que lo que pretenden es continuar con la actividad delictiva desde el interior de prisión: «Estos casos se dan, por un lado, en los centros donde hay más presos por delincuencia organizada o por terrorismo, puesto que intentan continuar con la directiva o el mando de lo que ocurre fuera. En los centros, digamos, un poco más comunes, son sobre todo agresores con denuncias por violencia de género que tratan de saltarse las órdenes de alejamiento».

Bonxe, a la cabeza en detección de móviles

Dentro de las cárceles gallegas, la de Bonxe, en la provincia de Lugo, es la que se lleva la palma en cuanto a móviles encontrados: 132 entre los años 2020 y 2024, ambos incluidos. Con más de un centenar de dispositivos incautados, le siguen el otro centro lucense, el de Monterroso, y el de Teixeiro, en A Coruña.

En la comunidad hay otros tres centros dependientes de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias. En A Lama (Pontevedra) el número de teléfonos recogidos fue de 49 durante este periodo, mientras que en el centro penitenciario de Ourense se llegó a los 33. El Centro de Inserción Social (CIS) de ACoruña tan solo requisó dos dispositivos en este lustro, ninguno de ellos el pasado año.

«Muchas veces se localizan en cacheos rutinarios»

La detección de teléfonos dentro de los centros penitenciarios no es siempre sencilla. Leyva aclara que «muchas veces se localizan en los cacheos rutinarios», pero los terminales son cada vez «más pequeños» y están fabricados con «componentes plásticos» que complican su descubrimiento, al escapar con facilidad de los detectores de metales. «A veces, ya hay sospechas de que puede haber algo escondido y, por tanto, se hace una búsqueda un poquito más localizada. Con todo, no siempre es fácil. Se han llegado a encontrar en sitios totalmente inauditos, como dentro de los botes de gel, falsas suelas de zapato o latas de sardinas», pone como ejemplo.

A estas dificultades se suma que los funcionarios «no siempre tienen los permisos necesarios» para poder buscar entre las pertenencias y objetos personales de los presos. Leyva detalla además que se ha puesto en marcha un proyecto piloto en el que se utilizan perros en la búsqueda de dispositivos, si bien «todavía no hay datos de su eficacia efectiva en los centros penitenciarios».

Drones para meter los teléfonos en prisión

El portavoz de Acaip-UGT habla también de los nuevos métodos de introducción que «suponen una grave amenaza contra la seguridad». Entre estas novedosas maneras de meter los dispositivos dentro de las cárceles destacan los drones, que tienen «la capacidad de sobrevolar las instalaciones y depositar objetos con precisión capaces de burlar las defensas actuales en los centros».

En la comunidad gallega, por el momento, la Agrupación de los Cuerpos de la Administración de Instituciones Penitenciarias no tiene conocimiento del uso de drones con este objetivo, aunque Leyva apunta que los datos que manejan «solo reflejan aquellos que se han localizado dentro del centro, pero no los que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado hayan podido interceptar fuera», por lo que «las cifras dadas son muy ambiguas».

Inhibidores de frecuencia

Para tratar de evitar que se cuelen más móviles o que, por lo menos, estos funcionen dentro de las cárceles, el portavoz de Acaip-UGT reclama la instalación de inhibidores de frecuencia, es decir, dispositivos capaces de crear interferencias a las comunicaciones por radiofrecuencia. «Eso se consigue de manera sencilla, es pura inversión», zanja.

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