El ‘Villa de Pitanxo’ pide vez para juicio

Lara Graña

Vigo

Probar, fuera de toda duda, que el Pitanxo naufragó por una sucesión de negligencias y maniobras temerarias —en tierra, primero, y en el puente de mando, después—, causando la muerte de 21 de las 24 personas que iban a bordo en la noche del 15 de febrero de 2022 en aguas de Terranova. Es la tarea que enfrentarán las acusaciones particulares, y previsiblemente el Ministerio Fiscal, cuando arranque el juicio que habrá de dirimir por qué se fue a pique el arrastrero congelador de Grupo Nores. Si existe una culpabilidad en el mayor siniestro en la pesca española desde 1978 (Marbel) —están imputados el capitán, Juan Padín, la armadora y dos de sus directivos— o si, como defienden los hoy investigados, el Pitanxo sucumbió a las olas tras un fallo súbito del motor principal. Ha finalizado el periodo de alegaciones al informe de la Comisión de Investigación de Accidentes e Incidentes Marítimos (Ciaim), como han confirmado fuentes del caso. Solo queda conocer el documento definitivo —si ha incorporado o no apreciaciones de las partes— y que el juez instructor, Ismael Moreno, de la Audiencia Nacional, emita auto de apertura de juicio oral.

Para el magistrado, este análisis de la Ciaim, era «esencial» para dar por terminada la instrucción de la causa. No así para todas las partes. Desde el inicio del procedimiento, de hecho, la representación legal de la armadora y del capitán del Pitanxo ha exhibido evidentes recelos hacia el trabajo de esta comisión técnica.

Lo cierto es que los dos estudios que han elaborado expertos de la Ciaim han echado por tierra la versión de Padín, dando por hecho que el Villa de Pitanxo se hundió por una maniobra negligente del capitán. El primer informe fue de carácter pericial y, aunque llevaba la firma de dos de los principales responsables de investigación de este organismo, se elaboró a petición del juez, con estos dos expertos en calidad de peritos. Sus conclusiones fueron demoledoras: achacaron el hundimiento del pesquero a que Juan Enrique Padín trató de liberar el buque «a las bravas» de la espichada de los aparejos, y que la no realización de los simulacros obligatorios antes de partir a la mar fue clave para una evacuación desastrosa.

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