«No sabemos cuánta radiactividad hay allí, sacaremos animales para medirla»

Un buque francés parte hoy a la zona, frente a la costa gallega, donde se arrojaron miles de barriles con restos radiactivos hasta 1982 | Escartín: «Será un descubrimiento»

Lara Graña

Vigo

El L’Atalante es el mayor buque oceanográfico de la flota francesa. Construido en 1982, dos remodelaciones íntegras han alargado su vida útil hasta 2031. Este tiempo extra que ha ganado le permitirá ser actor protagonista en una misión inédita: la de la localización, revisión y análisis de las miles de toneladas de residuos radiactivos arrojados a la costa atlántica, dentro de bidones metálicos, entre las décadas de los 40 y los 80. Hoy parte del puerto de Brest y navegará hasta una zona situada a unas 540 millas al noroeste de Fisterra; una vez localizados restos, un robot submarino arrojará luz, por fin, sobre el estado de los barriles, una tarea que la Comisión Europea rechazó asumir pese a reconocer su total desconocimiento sobre la corrosión de estos depósitos o el eventual impacto en la biosfera.

El robot ‘UlyX’.  | |  JAVIER ESCARTÍN CNRS

El buque 'L’Atalante', ayer, antes de zarpar del puerto de Brest. / Javier Escarín CNRS

«Lo que queremos es conocer el estado de la zona, el posible impacto de los radionucleidos. No sabemos lo que nos vamos a encontrar, si hay mucha radiactividad o poca radiactividad», explica uno de los dos jefes del proyecto, Javier Escartín, del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS), con base en el laboratorio de geología de la Ecole Normale Supérieure (ENS) de París. El colíder del proyecto, bautizado como Nodssum (siglas de North-East Atlantic Dumpsite Site Survey Using Mapping and Monitoring) es Patrick Chardon, del Laboratoire de Physique de Clermont Auvergne. A bordo de L’Atalante, que retornará a Francia el 11 de julio, irán unas 30 personas, entre personal de tripulación, técnicos y científicos.

La misión Nodssum se divide en dos partes, dos campañas. «Primero hay que cartografiar el sitio donde se han tirado los barriles. No se puede cartografiar todo porque el área es muy grande, pero haremos varias zonas de estudio», prosigue, al teléfono, Escartín. Hay unas 15 localizaciones en todo el globo donde se arrojaron bidones, con datos del Comisariado para la energía atómica y las energías renovables de Francia (Commissariat à l’énergie atomique et aux énergies alternatives, CEA), aunque la mayor parte de estos desechos reposan en la fachada atlántica. A partir de unas 300 millas mar adentro se calcula que hay 220.000 bidones con 140.000 toneladas de residuos con material radiactivo, con restos de insumos médicos, militares o de la industria nuclear.

En la oscuridad

Entrará en acción, ya en la zona, el robot submarino UlyX, capaz de sumergirse hasta 6.000 metros de profundidad. «Identificaremos los barriles con un sistema de sónar, que es lo que nos permitirá hacer esos mapas». UlyX podrá tomar «fotografías de áreas bastante grandes», momento en que los científicos podrán empezar a visualizar el estado de los barriles y su eventual desgaste u oxidación. «Una vez que desde el barco identifiquemos las zonas de interés —prosigue el científico— podremos bajar instrumentos para sacar sedimentos, agua y animales. Peces para hacer las medidas de concentración de radionucleidos». De modo que, ya en esta primera campaña —la segunda está prevista para 2026— ya aflorarán a la superficie animales que viven en esos espacios colmados de barriles desde hace, como poco, 43 años.

Javier Escartín no especula con ningún posible escenario. «Queremos conocer el estado de la zona, los ecosistemas, el posible impacto de esos radionucleidos». Teniendo en cuenta que son zonas que han permanecido prácticamente a oscuras, sin haber sido sometidas a ninguna evaluación científica, la misión en sí será «un descubrimiento». «Tenemos algunas nociones de cómo son los ecosistemas, pero mucho de lo que veremos será una primera vez. Como hay tantos barriles esperamos identificar varios, o muchos, para poder estudiar bien» la biosfera del lugar.

La fase dos del proyecto Nodssum se clarificará con esta primera campaña. «Iríamos ya a unas zonas específicas que habríamos identificado en base a los datos obtenidos», pero ya con otro equipamiento. No será un trabajo para UlyX sino para «otro tipo de robot o un submarino con brazos mecánicos», que se acercará a los bidones para sacar muestras de cerca de cada uno de ellos. «Mucho más preciso».

La coordinación corresponde al CNRS y en la misión participarán tanto el instituto oceanográfico Ifremer como científicos de universidades de Noruega (Bergen), Canadá (Newfoundland) o Alemania (Thünen-Institut), entre otras instituciones públicas galas; la única participación española en el proyecto es la del departamento de Geología de la Universitat de Girona. Se trata de una investigación sin precedentes en todo el mundo.

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