Galicia-Costa alberga seis veces más agua subterránea que en sus embalses
El estudio más completo sobre las masas bajo tierra cifra en 4.427 hectómetros cúbicos al año el volumen, mientras que los pantanos a tope no llegan a 700

Las reservas de agua superficial se limitan a los embalses, como el de Portodemouros. | L.O.
martín g. piñeiro
Más de 300.000 surgencias naturales, 314 captaciones de agua mineral, miles de pozos caseros... Los ejemplos del uso del agua subterránea en Galicia son casi tantos como los años que lleva explotándose este recurso natural y renovable. De hecho, con él se abastecían ciudades como Santiago, Pontevedra o Vigo hasta no hace tanto tiempo, cuando las administraciones decidieron apostar por las aguas superficiales, mayormente embalsadas. Sin embargo, los efectos del cambio climático, como periodos de sequía más frecuentes y prolongados, forzaron a la Xunta a mirar de nuevo al subsuelo para estudiar parte de esos acuíferos subterráneos con el fin de complementar el abastecimiento de la población en caso de necesidad.
Sobre la realidad de lo que se esconde bajo tierra no existe un 100% de certeza, pero sí la suficiente para afirmar que el agua subterránea es «un recurso renovable muy abundante y que se puede aprovechar en la medida que se necesite para abastecimiento porque en muchas situaciones será una opción más favorable a nivel económico, social y ecológico».
La reflexión es de Juan Ramón Raposo, ingeniero agrónomo, experto en hidrogeología y autor de la única tesis doctoral en Galicia que cuantifica los recursos hídricos subterráneos de la demarcación Galicia-Costa. En 2013, él puso cifras a esas reservas subterráneas, que son mucho mayores que la capacidad de agua embalsada con las presas al 100%. En concreto, 4.427 hectómetros cúbicos (hm3) por año frente a la capacidad máxima de los pantanos, que es de 684 hm3, seis veces menos. Pero ahora que están a menos de la mitad de sus reservas, la cantidad de agua subterránea en Galicia-Costa sería 14 veces mayor que la que hay disponible en superficie.
«Siempre se despreció»
La tesis de Raposo actualizaba así los datos de otros estudios más antiguos. Uno de 1991 cifraba esas reservas subterráneas en unos 2.000 hm3, cifra que después se actualizó en informes de 2009 y 2011 a 3.000 y 3.500 hm3. «La tendencia es que, a medida que se va estudiando más, la cantidad de agua es mayor», destaca Raposo, que no comparte la visión de la Xunta de que este tipo de aguas son «un recurso modesto» en Galicia. «Las aguas subterráneas gallegas siempre se despreciaron, en parte porque se desconocían, así que como no se conocen no se usan... Pero hay que romper ese círculo vicioso y entrar en un círculo virtuoso». Ese sería el que abordase el agua como «un sistema integrado que complemente la superficial, la subterránea e incluso la atmosférica», argumenta este ingeniero, que ve un potencial enorme a los recursos hídricos bajo el suelo.
«En Galicia-Costa llueve mucho, la cantidad de agua es inmensa, pero si usas solo el agua superficial te tienes que ceñir a la embalsada, cuya capacidad máxima es la que es». Por eso, Raposo celebra el cambio de paradigma de la Xunta, que espera que ahora se traduzca en la práctica.
Ese giro pondría fin a años de «sinsentido» con la política del agua en España, que el autor de la tesis ilustra así: «Un pueblo tiene al lado un manantial de agua subterránea que fluye hacia un río, ese río es afluente de otro mayor donde hay un embalse, cuya agua se capta y se lleva por tuberías a kilómetros de distancia para abastecer a ese pueblo». ¿No sería mejor captar el agua subterránea para el pueblo justo al lado, en el manantial? De hecho, buena parte del agua superficial no deja de ser en su origen subterránea.
Con los datos de su tesis, incluso se aventura al cálculo de que con un 1% del recurso subterráneo se abastecería al 40% de la población gallega, tomando como referencia pequeños núcleos. Y es que, en el fondo, ahí reside la clave, según Raposo. «Es más barato sacar del subsuelo que hacer un embalse». De hecho, las redes de distribución del agua, tanto su construcción como mantenimiento, acaparan el grueso del gasto de la Administración pública en esa materia. «Si quieres captar agua de grandes centros como embalses y distribuirla a una población dispersa como la gallega, tienes que hacerlo con tuberías y eso es un gasto», explica Raposo. Y es ahí donde el agua subterránea puede resultar «más eficiente».
De hecho, una de las características del agua subterránea en Galicia es su distribución. «Los acuíferos de Galicia-Costa se desarrollan en macizos rocosos fracturados, graníticos o metamórficos, una serie de grietas interconectadas entre sí». Pero su característica principal es «la dispersión». Esa singularidad, que puede parecer un obstáculo, ofrece una ventaja en un territorio donde también los núcleos de población son dispersos: «Salvando las grandes ciudades, que serían difíciles de abastecer con agua subterránea y se necesitaría un sistema mixto, sí serviría para núcleos más pequeños, de 2.000, 5.000 y hasta 10.000 habitantes», estima Raposo.
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