Daniel, nieto de gallegos que se reencontró con su familia: «Una señora me abrió la puerta y me llevó a la casa de mi abuelo»
Daniel Barreiro, consiguió la nacionalidad española con la ley de 2007, pero no fue hasta este verano que viajó por primera vez a sus orígenes: Buxán, una aldea de Toques

Daniel Barreiro (izda), en su encuentro casual con familiares en Buxán (Toques) este verano. / LOC
Daniel Barreiro cruzó este verano el Atlántico con una certeza: tenía que volver al origen. Nieto de Manuel Barreiro, emigrado de Toques a Argentina en la primera oleada gallega, Daniel logró el pasaporte español con La ley de memoria histórica de 2007. Pero no fue hasta este año que pisó Galicia por primera vez. Y lo hizo como quien sigue un mapa invisible, guiado por la intuición y la memoria.
«Era el destino. Estaba escrito que ese día estaría en la casa de mi abuelo», dice Daniel, aún con la emoción en la voz.
Su viaje comenzó en Madrid y Barcelona, pasó por el Camino de Santiago, y terminó en Melide, donde decidió quedarse una noche más. No tenía direcciones, ni contactos, ni certezas. Solo un nombre: Paradela, la parroquia de donde era su abuelo.
Desde Melide, llegar a Toques fue una odisea. «No hay transporte público regular. Un muchacho del hotel me consiguió un minibús que llevaba un pariente suyo». En el Ayuntamiento, Daniel preguntó por los Barreiro en Paradela. Los dos empleados que estaban allí en esos momentos le hablaron de siete aldeas. Y entonces, entre la lista, recordó: Buxán, un nombre que había leído en los papeles de su abuelo, ahora donados al Museo de la Emigración Gallega.

Daniel, con la «abuela» que le abrió la puerta en la aldea de Buxán y la esposa del primo segundo de su padre. | / LOC
Y, para sorpresa suya, era la aldea más próxima de todas. Estaba poco más de un kilómetro. Daniel pensaba que encontrar la aldea sería como subir un cerro de tierra y barro. Pero el acceso estaba asfaltado hasta la puerta de cada casa. «En Argentina, eso es impensable en una aldea rural.».
Caminó hasta Buxán. Golpeó las puertas. Casa tras casa. No había nadie en la calle y a sus llamadas nadie respondía. La aldea parecía vacía. «Vi una casa derrumbada, seguí hasta el final. Nada. Y entonces vi un abrigo colgado en una puerta. Me extrañó. Era junio. No sé qué hacía allí.».
La puerta se abrió. Una abuela lo miró, escuchó su historia, y al oír a quién buscaba, Manuel Barreiro, abrió los ojos y llevó a Daniel a la casa de su hija. «Era la viuda del primo segundo de mi padre. La familia empezó a llegar. La hija desde Melide, los nietos, los recuerdos», relata emocionado. Y entonces lo supo: estaba en la casa de su abuelo. La misma. La que había imaginado desde niño. «Me quedé a comer, me quedé hasta el anochecer. Ahora tengo contacto con ellos. La próxima vez que vuelva, ya sé a dónde ir», dice mientras planea su próximo viaje a Galicia.
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