María quiere vender parte de su herencia por las guerras familiares: «Mi casa de la infancia se ha vuelto una carga para mí y no quiero que lo sea para mis hijas»
Empresas compran partes de herencias con guerras familiares por el reparto
Estas firmas, asentadas en Madrid desde hace más de una década y con una cartera de clientes gallegos superior al 10%, emergen en Galicia
A costa del precio, entre 72 horas y dos semanas se cierra la venta

Viviendas en un concello del litoral coruñés. / J. ANTON
Uno quiere vender, otro alquilar, otro quedarse con la vivienda de los padres, la madrina o el tío soltero, pero no tiene ahorros para comprar la parte que le tocó a sus hermanos o primos. Es el inicio de las disputas que desencadena un testamento, incluso en las familias mejor avenidas, cuando entre varios se hereda un piso o casa familiar. Empiezan los desencuentros y las discusiones; si el conflicto se enquista acaba en los juzgados, pero el proceso puede eternizarse y los gastos que uno puede asumir de ese inmueble, para otros son una mochila con la que no pueden o, simplemente, no quieren cargar. La solución pasa, aun perdiendo, por vender esa herencia y, como mucho en dos semanas, olvidarse de facturas, reparaciones y conflictos familiares.
«Evite discusiones y largos procesos judiciales. Olvídese de los problemas familiares y venda en 72 horas». «Compramos proindivisos y herencias. Máxima seriedad y discreción. Consulta gratuita con la máxima explicación y detalle que usted necesite». Así se anuncian empresas que operan desde hace más de una década en comunidades como Madrid, algunas con una cartera de clientes que tienen herencias en Galicia superior al 10%. Desde hace más de dos años, este tipo de compañías que se dedican a comprar partes de herencias también han empezado a ganar terreno en la comunidad gallega. Garantizan «una vía legal, rápida y sin complicaciones» para quienes heredan propiedades «difíciles de gestionar» y que, lejos de ser un regalo esa vivienda, se ha convertido en una carga.

Empresas compran partes de herencias con guerras familiares por el reparto / Simón Espinosa
«Heredar una propiedad también puede convertirse en una fuente de conflictos, gastos y bloqueos legales», señalan desde Herencias Galicia. La empresa, con sede en A Coruña, destaca su compromiso con la confidencialidad y la discreción, y por ello evita concretar detalles sobre el perfil de sus clientes o los casos que ha gestionado o tiene en cartera. Esta política responde, según explican, a su respeto por la privacidad de quienes acuden a su despacho en busca de soluciones patrimoniales.
La realidad es que uno de los mayores problemas surge cuando no todos los herederos están de acuerdo sobre qué hacer con la propiedad: uno quiere vender, otro alquilar, otros quedarse con el bien... Ante esta situación, las disputas se alargan durante meses o incluso años debido a la dificultad para llegar a una solución amistosa.

Empresas compran partes de herencias con guerras familiares por el reparto / Simón Espinosa
«Nos han llegado herencias que ya llevan 15 años bloqueadas», relatan desde Gestión Integral de Proindivisos (GIP), con sede en Madrid y con más de dos décadas en el sector. Más del 10 % de su cartera de clientes, detallan, proviene de Galicia. «El perfil no es específico de un territorio. Se repite por todo el mapa nacional: son herederos de entre 50 y 70 años que arrastran problemas familiares con ese legado. Tienen ya su vida montada, no quieren pagar por algo que no van a disfrutar y quieren solucionar cuanto antes el problema. No quieren que sus hijos hereden el conflicto», explica a este periódico una portavoz de GIP.
El contacto con estas empresas se realiza bien a través de despachos de abogados que informan a sus clientes de este tipo de servicios, o directamente por parte de los afectados a título particular. Una vez realizada la valoración del bien en cuestión, explican desde Gestión Integral de Proindivisos, se formula una oferta. «No existen unos parámetros de tasación ni tablas fijas; se hace una oferta en base a la oferta y demanda de la localidad en la que se ubica el inmueble», detallan. Si se acepta la propuesta, se procede a la recogida de la documentación y, en un plazo de una o dos semanas, la operación de compra queda cerrada. Y el problema, para esa familia, resuelto, aunque sea a costa del precio que perciban por esa propiedad. Las empresas tratarán de lograr que el resto de copropietarios se sumen y hagan una venta conjunta del inmueble. De no conseguirlo, se acabará sacando a subasta pública.
En el rural o con deudas
En la cartera de productos que adquieren estas compañías también figuran propiedades en el rural. Se trata de casas antiguas en la aldea que apenas tienen valor comercial y, en ocasiones, sin escrituras claras, lo que complica o imposibilita la venta tradicional en el mercado.
Además, no todas las herencias son positivas. Algunas incluyen hipotecas, préstamos o deudas con Hacienda o la Seguridad Social. Si se acepta la herencia, se aceptan también las deudas. Pero si se renuncia, se pierde la parte positiva del patrimonio. «Puedes vender tu parte y cubrir lo necesario, evitando que la carga caiga sobre ti. Es una forma de salvar parte del valor sin asumir todos los riesgos», detallan en Herencias Galicia.
En un contexto donde las renuncias a herencias se han multiplicado, la venta de la parte de la casa heredada se convierte en una salida rápida para quienes buscan deshacerse, al precio que sea, de ese inmueble que solo les trae quebraderos de cabeza.
Por la elevada fiscalidad para las herencias de familiares lejanos, por querer evitar disputas familiares cuando el grueso de los bienes legados son compartidos o por el peso de las deudas, son cada vez más los que optan por rechazar las últimas voluntades de sus padres, tíos o amigos. En el primer semestre de este año, se registraron 1.910 renuncias a herencias en las notarías gallegas —casi 11 cada día—, según datos provisionales facilitados por el Colegio Notarial. Se trata de una cifra que, de mantenerse en la última mitad de año, se batirá un nuevo récord, ya que 2024 se cerró con 3.859. Son ya el doble que las 2.049 contabilizadas hace una década y cinco veces más que las declaradas el año del estallido de la burbuja inmobiliaria: en 2008 se rechazaron 734 herencias.
En este primer semestre, las provincias de A Coruña y Pontevedra lideraron los rechazos de testamentos, con 730 y 703, respectivamente. Lejos de estas cifras, se colocan las renuncias en Lugo (244) y Ourense (233).
«La situación es insotenible. No hay manera de que los hermanos nos pongamos de acuerdo"
«Estoy agotada», reconoce María. Vive en Nigrán, tiene tres hijas de entre dos y ocho años, y una herencia que, lejos de ser un alivio, se ha convertido en un quebradero de cabeza. «La casa de mis padres, que comparto con mis hermanos, se ha vuelto una fuente constante de conflictos. La situación es insostenible. Ya no puedo más», admite años después de la apertura del testamento, que desencadenó un sinfín de disputas sin solución por la vía del diálogo. La opción que manejaba en estos momentos era llevar su caso a los juzgados, pero ahora una nueva puerta se abre: la venta a una empresa especializada de la parte de su herencia.
Como María —nombre ficticio con el que busca proteger la intimidad de su familia y evitar que los conflictos derivados de la herencia trasciendan en su entorno—, son cada vez más los herederos que se preguntan qué hacer cuando los bienes legados, sobre todo la vivienda repartida entre varios hermanos o sobrinos, son un lastre.
La vivienda que rompió por completo la familia de María está en la provincia de Pontevedra, donde residió hasta que se fue a vivir con su pareja hace ya más de una década. En el testamento de sus padres, la casa se convierte en una propiedad compartida entre los cuatro hermanos. Pero la convivencia no es tal: uno de ellos reside en la vivienda, los otros dos viven lejos y ninguno parece dispuesto a asumir responsabilidades. «Siempre he intentado buscar una solución justa para todos, pero no hay manera de ponernos de acuerdo. No quieren vender, ni comprar mi parte. Y mientras tanto, yo soy quien se encarga de muchas gestiones, preocupaciones e incluso costes de reparaciones, porque la casa tiene más de 70 años…», explica.
La falta de implicación y de respuestas de sus hermanos ha agotado su paciencia: «Llega un punto en el que una se cansa. Mi casa de la infancia se ha vuelto una carga para mí; no quiero que lo sea para mis hijas. Tengo una vida que atender y no puedo seguir atada a una situación que solo me genera ansiedad».
Fue hace solo unos días cuando María descubrió que podía vender su parte de la herencia, incluso sin el consentimiento de los demás copropietarios. «Lo desconocía por completo. Siempre pensé que si uno no quería vender, los demás estaban atados de pies y manos; y que la única solución eran los tribunales». Pero la semana pasada tuvo conocimiento de que hay empresas que compran partes indivisas. Eso le abrió una puerta para zanjar un conflicto que arrastra desde hace años. «Tengo una familia y bastantes responsabilidades como para seguir arrastrando una situación que no tiene visos de solucionarse por la vía del diálogo», lamenta.
"No corre prisa, pero ahora sé que está la opción de vender mi parte"
Hace 15 años, Antonio heredó la casa de sus abuelos en A Coruña. Es una propiedad que recibió junto con su hermana Clara y que disfruta su tío como usufructuario. Por ahora no ha movido ficha para deshacerse de la propiedad porque no le genera gasto alguno, ya que las facturas de la luz, el agua y el IBI corren a cargo de su tío. «Nosotros no pagamos nada, pero tampoco podemos disfrutar de ella», relata.
La casa está vacía todo el año y, con el paso del tiempo, la falta de mantenimiento le pasa factura a un inmueble que, de haberse vendido cuando falleció su abuelo, tendría hoy un valor superior en el mercado. «Saber que hay empresas que se dedican a esto me da tranquilidad. Aunque es algo que a día de hoy no corre prisa, todavía hay tiempo; pero vender mi parte de la herencia es una opción que no descarto», reconoce Antonio, que no quiere dejar en la mochila problemas de herencias a sus dos hijos, y que podrían complicarse ya que su tío también tiene tres hijos.
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