Obtuvo un permiso carcelario para acompañar a su mujer al balneario de Arteixo y fraguó un levantamiento militar contra el régimen absolutista de Fernando VII que fracasó por falta de apoyo popular. El mariscal Juan Díaz Porlier pasó de puntillas por el municipio hace casi dos siglos. Según el estudio Oposición al pronunciamiento de Porlier, de Rafael Vidal, el mariscal se hospedó en una casa de Pastoriza y el 18 de septiembre de 1815 se despidió de su mujer con un "hasta mañana, voy a visitar a un amigo" y fue a A Coruña a encabezar la rebelión.

Su paso por Arteixo atestigua la fama de la que gozaban ya sus manantiales en los tiempos de la Restauración. La Feira Histórica 1900 rememorará a partir de hoy los tiempos en que vecinos de diversos puntos de Galicia cumplían con la tradición de ir a tomar las aguas a Arteixo.

Los festejos contarán con un invitado de honor que se paseará por las calles más céntricas de este Arteixo de 1900. El Concello rememorará la frustrada conspiración del mariscal Porlier, que culminó con su ejecución un 23 de octubre en el Campo da Leña de A Coruña. Será su fantasma el que se pasee ahora por las inmediaciones del balneario, centro neurálgico de una celebración que aspira a retrotraer a los asistentes a esos días sosegados de antaño.

Las crónicas de la época ofrecen pista para quienes quieran disfrutar de un auténtico viaje en el tiempo. El balneario de Arteixo era "un salón de sociedad decentemente adornado, con periódicos, juegos permitidos y piano", según una descripción del empresario Ángel Henry de 1853, que recuerda que el establecimiento "formaba una hermosa plaza que tiene en su extremo central una capilla, en su centro los baños seguidos de una pequeña, pero agradable alameda".

De la alameda sólo se conserva el recuerdo y el edificio, construido en 1760, fue reformado. Las modernas técnicas de hidromasaje conviven aún con piezas de sus tiempos de "salón de sociedad". Duchas de cobre o latón, o bañeras de mármol de las que dan fe crónicas que cifran en ochocientas las visitas que recibía el balneario. De ellas, doscientas eran pobres, según un estudio de Taboada Leal del que se hace eco María A. Leboreiro en su libro, La vida en los balnearios de Galicia.