Con la ilusión de conseguir regentar uno de los mejores restaurantes de Galicia, Pepe Morgade y Fina Gestal abrieron en 1962 un local que bautizaron con el nombre El Gallo de Oro, en recuerdo a la ópera de Nikolái Rimski-Kórsakov, una de las piezas preferidas del padrino de su hijo Fernando, que en los años ochenta se pondría al frente de lo que se convirtió en uno de los locales de comida de referencia en Galicia. El restaurante llega ahora a la tercera generación de la mano de su nieto Carlos.

El primer establecimiento abrió sus puertas a pocos metros del lugar en el que se encuentra en la actualidad, en unos terrenos que años más tarde fueron expropiados por la construcción del polígono de Sabón, según recuerda Rosa Míguez, esposa de Fernando Morgade y cabeza visible del que ha llegado a ser uno de los restaurantes con más solera de la comarca y que tiene en el salpicón de bogavante su plato estrella. "Somos más que un restaurante, somos una marca", manifiesta Rosa María Míguez.

Fue en el año 1975 cuando se inauguró el gran complejo hostelero que hoy es El Gallo de Oro y que ha dado de comer, entre otros, a los Reyes de España; a Carmen Martínez Bordiú y a Alfonso de Borbón; al Conde de Barcelona, Juan de Borbón; a Di Stéfano; Mario Vargas Llosa; al cantante Julio Iglesias o a Laxeiro, cuyo ADN quedó plasmado en una pintura con la que el artista gallego les agasajó y que muestran orgullosos en su enorme libro de firmas.

De los cientos de personalidades que han pasado por el restaurante, Jaime de Marichalar es uno de los que Rosa Míguez recuerda con más admiración por su educación exquisita, su amabilidad y lo atento que se mostró en las muchas ocasiones que acudió a comer. "Después de hablar diez minutos con él, sientes como si lo conocieras de toda la vida", sostiene. Menos devoción siente por el ya fallecido actor José Luis López Vázquez, un tanto "arisco", señala. Aunque su cliente preferido es el que fue presidente de la Real Academia Gallega, el fallecido Domingo García Sabell, para el que todo son elogios.

El éxito de El Gallo de Oro se sostiene sobre tres pilares básicos, cuenta Rosa Míguez. Producto de calidad, buena atención y discreción. Una cualidad, esta última, imprescindible debido a los muchos negocios y acuerdos políticos cerrados en el local y que hacen necesaria "mucha mano izquierda", manifiesta, para saber atender a clientes que están sometidos a grandes "tensiones" que podrían desencadenar que la comida acabase en un "desastre".

Haciendo gala de esta discreción ni una sola foto cuelga de las paredes del local. "Jamás pedimos a nadie que se haga una foto, las veces que nos hemos fotografiado es porque nos lo ha pedido el cliente", destaca Rosa Míguez, que se confiesa "una tumba" en cuanto a desvelar secretos se refiere. "Sé muchas cosas, he visto de todo pero jamás lo contaré", advierte. Un mutismo que comparte su marido, Fernando Morgade, aún más reacio a hablar sobre las historias que esconde El Gallo de Oro.

Este restaurante se ha diferenciado por servir, dice, "el mejor marisco de toda la costa". "Nos llamaban la aduana, porque los marineros vendían antes aquí que en la lonja", recuerda Rosa Míguez que, consciente de que las épocas de "excentricidades" han llegado a su fin, trata de adaptarse a los tiempos con platos para todos los bolsillos. Asegura que su hijo Carlos está "muy cualificado" para tomar las riendas del local aunque, lamenta, "le ha tocado vivir el peor momento de la hostelería".

Una situación a la que no ayudan los constantes rumores sobre su cierre y la posible venta de la parcela, por la que recientemente una cadena de supermercados le ofreció más de cuatro millones de euros que rechazó. "Jamás hemos tenido intención de cerrar El Gallo de Oro y, en caso de que nos marchásemos, no lo haríamos por la puerta de atrás si no con una gran fiesta de despedida", asegura.