"El primer día que llegué a Ceuta paré en una fonducha y me dieron muy bien de comer. Paella, un par de huevos y un bistec, tres pesetas". Con sus 101 años recién cumplidos, Julio Míguez García mantiene fresca su memoria y recuerda datos y fechas con precisión. Su más de un siglo de vida le ha dado para ser emigrante en Cuba, militar en Marruecos y, una vez jubilado del Ejército con el grado de capitán, empleado en la antigua Cámara de la Propiedad Urbana en A Coruña.

Ha perdido a sus dos hijos y a sus hermanos pero aún le queda un buen número de parientes que acudieron a verle hace unas semanas para celebrar su cumpleaños con una gran comida en el restaurante Vila do Couto de Lorbé, donde reside en compañía de su prima segunda Sabina, que le cuida. Este año la celebración fue algo más triste. Uno de sus dos hijos, también llamado Julio, murió el año pasado a los 68 años. También era militar, coronel de artillería. Su otro hijo también murió y a su mujer, Constantina, prima hermana, la perdió en 2003. Tiene un nieto y un gran número de primos y sobrinos en distinto grado.

Julio apunta a la genética como origen de su longevidad: varios de sus familiares murieron con más de noventa años y una tía, con 102. "A ver si llego yo a esos años", señala. "Hasta los 100 aún andaba por casa y bajaba. Y hasta los 99 aún me ayudaba en la huerta y en el 96 aún hacía vino y sidra...", explica su prima y cuidadora Sabina.

"Yo nací en la aldea de Quintás en Budiño, en el concello de O Pino. Con 13 años emigré a Cuba, salí del Cristóbal Colón desde A Coruña con el que luego fue mi suegro, que era muy buen cocinero, trabajamos de muchas cosas. Allí estuve del año 1926 al 1932. Al volver, mi padre estaba enfermo de cáncer y yo me apunté como voluntario en Santiago en noviembre de 1932, porque iba a casa los fines de semana. Luego vino la guerra, y yo terminé en África. Primero en Ceuta y luego en Chauen, donde estaba todo nevado".

Este centenario recuerda cómo hacía instrucción en la que fue una de las principales bases del Ejército español en África, cerca de las montañas del Rif, "donde están los cuernos", dos montañas. Después le destinaron a otra base, la de Larache.

"Yo en Larache bien, ya tenía alquilada una casita y pensaba casarme. Un día veo que en el BOE salen unas vacantes para Pontevedra y me digo, ahí voy yo, pero ¡narices!, me llega un telegrama de que me incorporase urgente a Huesca, donde se organizaba el Tercero de Montaña, con ganado y todo. Yo ya les dije que tenía permiso para casarme, en el 44, y me fui y me casé, estuvimos unos días en Madrid. Luego cuando fue el desembarco aliado, nos mandaron para Figueras, para el castillo. Allí estuvimos cuatro meses, mi mujer también, y luego volvimos a Huesca. Ahí nació mi hijo el mayor. Luego me mandaron a Calatayud, allí estuve cinco años. Mi mujer cogió una vacante de maestra".

"Afortunadamente nunca estuve en el frente. Mi hermano sí, perdió una mano", explica. En esa época Julio adquirió su pasión por el ciclismo tras comprarse una bicicleta "por 700 pesetas". Volvieron a sacar vacantes para Pontevedra pero no le dejaron acercarse a Galicia y siguió en Calatayud hasta que por fin en enero de 1950 le permitieron ir a A Coruña, donde permaneció hasta que se jubiló en 1971.

"Después de jubilarme conseguí una plaza en la Cámara de la Propiedad y ahí, ya de paisano, estuve trabajando doce años hasta que me jubilé, con setenta años. Y ahora paso los veranos aquí en Lorbé y en invierno voy a A Coruña".