El año en que España tejía su administración democrática fue el único momento en que la galleguista exiliada Luisa Viqueira Landa regresó a su Galicia natal. Pero se volvió a marchar. Criada en un pazo familiar en la parroquia de Vixoi, en Bergondo, la hija del escritor Xohán Vicente Viqueira se volvió con su familia a México, donde permaneció 77 años en el exilio, lejos de su escenario de la represión. Pasados treinta y seis años de su última estancia en tierras gallegas, el sábado, de acuerdo con su deseo, sus cenizas serán depositadas junto a las de su padre, en el cementerio de Ouces.

Será su hijo, Manuel Rodríguez Viqueira, el encargado de colocar las cenizas de Viqueira Landa para que descansen junto a las del poeta y filósofo. La Comisión pola Memoria Histórica (CPMH) de A Coruña, que en 2010 concedió a galleguista fundadora de la UPG la distinción de republicana de honor; la Fundación Viqueira; la Asociación Suárez Picallo de Sada y la Asociación Cultural Eira Vella de Betanzos organizan un acto para conmemorar el regreso de la galleguista y su entierro junto a su padre. El presidente de la CPMH, Fernando Souto Suárez; el republicano de honor de 2015, Nicanor Acosta Alonso, y Manuel Rodríguez Viqueira intervendrán en el acto.

Con el regreso de sus cenizas, Galicia recupera a una de las más destacadas figuras de la lengua y la cultura gallegas en el exilio. Luisa Viqueira Landa impulsó junto a Luis Soto el Patronato de la Cultura Gallega de México. Junto a Soto, abandonó el Partido Comunista Español, en el que ambos militaban, para participar en la fundación de la UPG. Colaboró en el nacimiento de la revista Vieiros, enseñó a tocar la gaita y a bailar la muiñeira a hijos de exiliados y durante años se sentó cada domingo frente a un micrófono para presentar en la radio mexicana La hora de Galicia.

Viqueira Landa descansará en el cementerio en el que la familia se topó con serios problemas para enterrar a su padre. El cura se negaba a permitir que sus restos descansaran en el camposanto ya que era hijo de "descomulgados", porque su padre era tío materno de su madre. Los familiares acudieron de noche al cementerio, derribaron un muro y lo enterraron a escondidas con ayuda de vecinos. El sacerdote levantó un muro de tres metros para dejar la sepultura fuera del camposanto. La familia ganó la batalla en los juzgados y el Concello tiró el muro y le dedicó una placa.