El alcalde del primer pueblo fusionado en Galicia en 44 años, Pablo González Cacheiro, amenaza con empapelar su flamante municipio con pancartas para exigir el "premio a los valientes" que recogía el plan de viabilidad de la alianza. Primero le tocó el turno al ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, por no aplicar con carácter retroactivo a Oza-Cesuras los incentivos a concellos fusionados. Ahora lanza sus dardos contra el Gobierno provincial, que ha retirado el plus de un 20% de ayudas que el PP había incluido en las bases del Plan de Obras y Servicios como recompensa a una unión "pionera".

"No voy a parar", advertía el regidor el pasado jueves tras irrumpir en el pleno de la Diputación para exigir sus privilegios. Aunque anecdótico, el episodio evidencia el punto débil de un proceso que el PP llegó a comparar con "la boda de los Reyes Católicos" y que, finalmente, no deparó la revolución territorial que vaticinaban los populares. Oza-Cesuras quedó reducido a un apretón de manos aislado, un pueblo que ya no atrae como un imán a los políticos en campaña y que da aún la bienvenida al visitante con carteles independientes.

Han pasado más de dos años de la aprobación de la fusión y todo sigue prácticamente igual. Precisamente eso, que nada cambiaría, que todo seguiría como siempre, es lo que habían prometido los regidores inmersos en este proceso que fue anunciado por sorpresa por el presidente de la Xunta en 2012 en el debate sobre el estado de la autonomía. "No va a cambiar nada, todo seguirá igual", repetía insistentemente el ya exalcalde de Cesuras, Julián Lucas, a los vecinos que, airados, se concentraban contra una fusión de la que se enteraron por la tele el 13 de marzo de 2012.

Y todo sigue igual. O casi. Oza-Cesuras dispone solo de 5.200 habitantes, pero tiene dos consistorios; dos colegios y dos centros de salud. El Ayuntamiento mantiene aún parte de sus ordenanzas duplicadas y repite las concejalías por pueblos. Su urbanismo también camina a dos tiempos, con un plan general aprobado en 2002 que rige el territorio de Oza dos Ríos y unas normas subsidiarias de 1997 que lastran el desarrollo de Cesuras.

La fusión no deparó el ahorro que auguraba el plan de viabilidad. Su "marca" tampoco atrajo a las tan cacareadas multinacionales y el Concello apenas ha reducido su dependencia de otras administraciones. El "indudable atractivo para fijar población" que prometía el documento sigue sin desplegar sus efectos.

Paradójicamente, la fusión parece haber incrementado la dependencia del pueblo hacia otras administraciones. El "premio" que exige ahora el alcalde fue el azúcar con el que el PP espolvoreó un proyecto de viabilidad que apuntaba que "los concellos más poderosos" eran "siempre, los menor tratados por los poderes políticos y socioeconómicos". En plena crisis, el plan prometía cientos de trabajos, una "guía estratégica de inversiones" millonarias que deberían estar acometidas "en una parte muy sustancial en 2015", y "discriminación positiva en ayudas".

La oposición, BNG y PSOE, se rebeló desde el principio contra un plan que, denunció, dejaba al municipio a expensas de premios en vez de trazar las líneas estratégicas que garantizasen su porvenir sostenible. Oza-Cesuras sigue sin un plan que siente los pilares del nuevo pueblo. El municipio cuenta con 150 kilómetros cuadrados y una población envejecida y dispersa. Son innumerables los núcleos de población, muchos de ellos con serias carencias de servicios básicos. La Diputación del PP aportó casi dos millones en ayudas que amortiguaron el golpe de las promesas incumplidas de inversión de Xunta y Estado. El Concello se aferra ahora a esa "discriminación positiva" a la que dice tener derecho por su "sacrificio".

El Gobierno provincial ha prometido aprobar un plan de ayudas a fusiones y otras fórmulas de cooperación, pero se niega a proseguir la política de premios con la que el PP cimentó la fusión. Gran parte de las actuaciones anunciadas por Xunta y Estado siguen sin fecha. Y Oza-Cesuras no ha conseguido sacudirse la amenaza que pendía sobre los extintos pueblos. La de que, "sin ayudas, todo se desvanecería y se vería la cruda realidad", de la que prevenía el plan de viabilidad.