Cuando los integrantes de la Asociación Integral de Rescate de Emergencia (AIRE) pusieron los pies en Katsikas para colaborar con la agrupación solidaria Olvidados se sintieron como si entrasen en un "mundo paralelo" en el que reinaba la desolación más absoluta. Un mundo en situación de extrema emergencia ubicado a escasa distancia de una ciudad "en la que había prácticamente de todo". "Era un contraste tremendo, a solo diez minutos había un Ikea y mucho material para el campamento lo compramos ahí", relata Teresa Rubira, una de las alma máter de esta ONG fundada en el parque comarcal de bomberos de Arteixo y de la que forman parte ahora bomberos, sanitarios y socorristas de toda España.

El antiguo aeródromo en el que se levantó este campamento de refugiados de Grecia, en Ionnanina, era un "pedregal" en el que se hacinaban alrededor de 2.000 personas, sin luz ni calefacción en las tiendas, con solo 25 aseos químicos y quince duchas para los dos millares de desplazados. La situación de emergencia era tan extrema que lo primero que tuvieron que hacer los voluntarios de esta ONG fue comprar leña. "Recuerdo sobre todo el frío y el tonalidad azul de la piel de los refugiados", relata Diego Velasco, bombero de Arteixo y uno de los fundadores de AIRE.

Él sintió la misma sensación de desazón ante la injusticia que embargó a Teresa Rubira o Javier Rivas, electricista autónomo que reside en Santa Icía y que viajó a Grecia para ayudar a la ONG a instalar una red eléctrica. "Me impresionó mucho ver a gente que hasta hace nada tenía las mismas comodidades que tú y que estaban hacinados como animales. ¿Cómo se puede tener a gente en esas condiciones?", se pregunta este voluntario.

Javier colaboró en algo tan básico como aislar las tiendas del suelo para que los refugiados "dejasen de dormir encima de las piedras" y trabajó dos semanas a destajo bajo un sol de justicia para habilitar la nave en el que almacenaban los alimentos, ropas y medicinas y para llevar la electricidad al campamento. "AIRE hizo algo muy importante, involucrar a los propios refugiados en su mejoría", explica este coruñés, que trabajó codo con codo con ellos.

Este electricista dejó el campamento con una sensación agridulce, tardó días en recuperarse de la impresión e hizo el equipaje de vuelta con la sensación de no haber hecho todo lo que habría querido. "Nos hubiese gustado instalar una estructura de canalización de agua, pero no nos dejó el ejército", relata. Como él, Silvia Gajino, profesora del Cristo Rey de Oleiros; Carmen Silva, médica del Oncológica recién jubilada o el bombero y sanitario Agustín Barreiro, más conocido como Hache, han tenido el arrojo de mirar de frente un drama al que parecen dar la espalda las autoridades europeas.

Todavía queda mucho por hacer en Katsikas, pero la situación de emergencia ha quedado atrás gracias a la labor desarrollada por esta ONG en colaboración con organizaciones como Acnur, Médicos sin Fronteras o Médicos del Mundo. "Las necesidades básicas de supervivencia están garantizadas", relata José López Rivas, bombero de Arteixo y miembro fundador de Aire que visitó recientemente el campo. El 90% de los refugiados ya han sido reubicados y los que quedan en la zona "tienen las necesidades básicas cubiertas", explica.

Han pasado ocho meses del desembarco de la ONG en este campamento de refugiados y la labor de Aire es reconocida internacionalmente. Sus integrantes movilizaron a un centenar de voluntarios y se encargaron de las labores de coordinación y logística del campamento, en la que ha resultado crucial el trabajo de tres mujeres que han permanecido en la zona desde el minuto cero: Berta de la Dehesa, María Peñalosa y María Paramés.

Los integrantes y voluntarios en colaboración con otras organizaciones acondicionaron el almacén, instalaron electricidad, cocina, aseos y realizaron labores de acompañamiento sanitario, de apoyo y reubicación de casos médicos. También prestaron su apoyo en la escuela, en la creación de una biblioteca, en la organización de conciertos y otras actividades lúdicas.

Desde la ONG destacan el apoyo de entidades como Paideia, los ayuntamientos de A Coruña y Arteixo y diversas empresas y personas anónimas que contribuyeron con sus ingresos a la cuenta ES67 2100 2109 4302 0039 3918. Codo con codo con el Concello de A Coruña, AIRE logró un hito que saltó a las portadas nacionales : traer a España Mudafar y Ahmed, los dos niños iraquíes de 10 y 8 años con una enfermedad hepática que estuvieron a punto de morir en el campamento. "Fueron muchos meses de lucha, de papeleos, llamadas... Fue el trabajo de mucha gente, no solo de AIRE. El Concello y el Materno se volcaron. Todos necesitábamos que viniesen", relata Teresa Rubira. Esta trabajadora incansable no puede evitar emocionarse al recordar el primer encuentro con los padres de Mudafar y Ahmed en Sevilla. "Veía sus lágrimas, sus caras, su expresión, cómo se llevaban las manos al corazón en señal de agradecimiento y no necesitaba traductor", relata.

Teresa guarda en su retina cientos de imágenes de su paso por Katsikas y ha tomado miles de fotos para intentar sensibilizar a la población de lo que pasa, para que "no se olvide". Aún se emociona al narrar una excursión a la playa con los refugiados para que se reconciliaran con el mar y en la que todos, salvo un niño, fueron capaces de chapotear de nuevo entre las olas.

Todos los voluntarios trajeron sus mochilas cargadas de impresiones. Una de ellas la comparten todos. La de que los refugiados que hace unos meses se hacinaban en Katsikas tenían hasta hace poco "una vida como la nuestra y que de repente se habían quedado sin nada", como resume Silvia. Y la desazón de que "la procesión va por dentro". "Los ves sonreír, pero notas que han perdido algo por el camino y que puede que no recuperen nunca", explica Rivas.

Cumplida su misión en Katsikas, AIRE abre ya nuevas ventanas a la solidaridad. La ONG proyecta ya nuevas incursiones de rescate a Tesalonica Haití. Eso sí, sin dejar de mirar atrás y de colaborar también en iniciativas solidarias locales como el banco de alimentos.