La pequeña aldea de Boedo reunió ayer a más de dos mil personas en una cita gastronómica que es ya un clásico de la comarca. La implicación de los residentes hizo que posible que la organización de la XIII Cigalada pudiese superar un nuevo reto, el de servir más de una tonelada de estos crustáceos.

Toda una hazaña si se tiene en cuenta que en Boedo residen menos de cien vecinos, que todos los años unen fuerzas para celebrar unas fiestas que cada año atraen a más comensales. "El secreto está en la unidad. La comisión se encarga fundamentalmente de organizar, porque para trabajar todo el pueblo se considera igual de implicado. A los vecinos no se les pide que echen una mano, dan por supuesto que es su obligación", celebran desde la comisión del festejo.

Los organizadores tienen claro que esta celebración gastronómica no sería posible "sin el cariño que despierta Boedo en todos los que guardan relación con esta aldea".

"Hace años que no nace ningún niño y apenas se construyen casas, pero aunque no residan habitualmente aquí, todos los que nacieron, se casaron o vivieron en la aldea siguen manteniendo fuertes lazos afectivos con el pueblo y la organización de las fiestas es una buena prueba de ello", celebran desde la comisión.

Boedo estrenó festejo gastronómico hace trece años, de los 300 kilos de cigalas que servían en sus inicios han pasado a mil. "Una fiesta en una aldea de menos de cien habitantes que reparte más de dos mil raciones, algo diferente debe tener", presume un vecino. Durante los últimos años han realizado mejoras, como instalar pantallas y un sistema de tiques para evitar las largas colas.

Los asistentes pudieron disfrutar ayer de un plato de cigalas a la plancha regado con vinos del Ribeiro y Rías Baixas. La fiesta prosiguió con verbenas a cargo de las orquestas Samba y Huracán. Los festejos proseguirán hoy con una verbena amenizada por la orquesta Trova y finalizarán el lunes con la actuación de las orquestas Nueva Fuerza y Gran Parada. El domingo 27 todo el pueblo está invitado a una comida.