Su historia Deámoslles voz se impuso a otras quince candidaturas en el IV Concurso de Guións contra a Violencia de Xénero que convoca la Diputación de A Coruña. Su protagonista es Marta, hija de una mujer maltratada y testigo a su vez de una situación de violencia de género en el instituto que rompe el silencio para dar la voz a ambas víctimas. "Son dos mundos distintos unidos por el machismo", explican las autoras, alumnas de Bachillerato del instituto de Secundaria Isaac Díaz Pardo.

Silvia Castro, Sara Arrojo, Cristina Orgeira, Lorena Castro, Amara Fontán, María García y Alicia Pedreira y su tutor, Xosé Seoane, hacen una pausa en la clase optativa de Literatura Galega do Século XX e Actualidade para charlar con LA OPINIÓN sobre violencia de género y machismo en sus distintas formas. La educación, coinciden, es clave para desmontar estereotipos sexistas, abolir roles machistas y combatir los mitos del amor romántico : "Aún tenemos la carga cultural de La Cenicienta", afirman.

En el guión del cortometraje que rodarán ahora con el premio provincial, las alumnas ponen en foco situaciones reconocibles de violencia de género. En la vida real, relatan, han presenciado pautas de control en el seno de una pareja más sutiles. "No son tan evidentes, preguntas del tipo de '¿con quién hablas?', '¿a dónde vas?'... En el tema de la vestimenta, por ejemplo, no es que te digan directamente 'vistes como una guarra'; es algo más sutil, algo como '¿no había otra cosa en la tienda?", resume Cristina.

Todas han presenciado comportamientos machistas en su entorno. Y no solo entre compañeros de instituto. "También los adultos deben modificar su conducta", advierten. "En sexto de primaria tuve un profesor que nos dijo que le parecía normal que hubiese toque de queda antes para las mujeres, porque se quedan embarazadas y esas cosas", relata Amara, que alerta del riesgo que entraña recibir ese tipo de mensajes a edades tempranas: "No se debía permitir que gente con ideas de ese tipo diese clase y mucho menos en primaria, cuando tienen mucha más incidencia".

Todas utilizan las redes sociales a diario, aunque son conscientes del peligro que entraña su mal uso. "En las redes sociales estamos muy expuestos, a veces nos abrimos en canal a gente que no conocemos", admite Cristina. Y pueden dar pábulo a que se generen pautas indeseables de control. "Que miren hasta a qué le das me gusta", ilustra Sara.

La educación es esencial para combatir la violencia de género; pero también puede ser una herramienta útil para perpetuar el machismo. "Estudiamos a escritores hombres, políticos hombres, deportistas hombres...", incide Cristina. Todas celebran que a nivel curricular y editorial cada vez se ponga más el acento en historias y obras de las mujeres que fueron excluidas de los libros de texto durante décadas. "Hay que reconstruir la historia", incide Cristina.

Ellas aportan su granito de arena desde la clase de Literatura Galega do Século XX y a través del programa de cine con la realización de video-poemas de distintas autoras y un itinerario por los lugares que visitan los protagonistas de A vida sinxela de Marcelo Firmamento, la novela de la sadense Vanesa Santiago

Pero combatir el machismo no es solo un reto académico, circunscrito a las aulas . "Los padres piensan a veces que la educación es solo cosa del colegio y no es así. El núcleo familiar es muy importante", destacan las alumnas, que inciden en la necesidad de implicar a la comunidad educativa al completo: familias, docentes y alumnado.

La Administración, lamentan, no siempre está a la altura. "También hay machismo en algunas formas de hacer feminismo. La última campaña de la Xunta, que presentaba a mujeres como objetos a proteger, no fue muy apropiada", lamenta Amara. Ni tampoco otras, destacan, que presentan a la mujer como "vulnerable" o "frágil". "Es muy importante mostrar también a una mujer combativa que pide igualdad y justicia", reivindican. Todas instan también a combatir la "falsa idea" de que el feminismo defiende la superioridad de la mujer y lamentan que se acuñen nuevos términos denigrantes como "feminazi".

Este grupo de alumnas no solo reivindica la igualdad entre hombres y mujeres, también exige respeto por todas las orientaciones sexuales. "Uno de mis mejores amigos es gay y hay gente que lo llama maricón o que utiliza el término gay de forma despectiva", lamenta Sara, que alerta del daño que causan comentarios que todavía se escuchan del tipo de "¿por qué te cambias con ella si es lesbiana?" . Y aún hay temas "tabú", advierten: "Yo estudié un año en Estados Unidos y había mucha más gente fuera del armario como transexual, estaba más normalizado. Aquí somos 450 alumnos y nadie se reconoce como transexual y seguramente habrá alguno, pero está reprimido y es normal. Si yo fuese trans no me atrevería a dar el paso", destaca Amara.

Hay mitos y roles muy arraigados que, lamenta, cuesta abolir. "Yo no veo un futuro sin machismo, sinceramente", afirma Cristina. El resto asiente. Todas coinciden en que "cuesta imaginarlo".

-¿Y dónde creéis que está la clave? ¿En la educación?

-Sí, claro, pero también en la empatía -replica Amara.